Aunque
la publicidad oficial anuncia nuevos rumbos y una vida mejor, los datos del
deterioro hondureño resultan irrefutables. Nadie tapa el sol con un dedo. Y el
gobierno actual no puede tapar con sus palabras el dato del
deterioro.
El
caso de los niños migrantes no acompañados es la expresión suprema del deterioro
al que llegó el país con toda su institucionalidad y todos sus liderazgos
sociales, políticos, populares, intelectuales, empresariales y religiosos.
Cuando los niños que en lugar de tener un ambiente para crecer con dignidad,
tienen que abandonar masivamente el país, algo profundo de deshumanización está
ocurriendo.
El
gobierno pelea con las cifras, como parte de la desesperación por sofocar el
deterioro. Su Ministro de Seguridad jura que Honduras dejó de ser para siempre
el país con los mayores índices de violencia del mundo. Y a la par de sus
palabras, prosiguen las masacres y los asesinatos cada vez con mayores signos de
crueldad.
El
Ministro habla; el presidente habla en cadena nacional, advierten de mejoras en
todos los rubros, y mientras hablan los rumores dicen a gritos que el criminal
Mario Zelaya es protegido con fuertes medidas de seguridad por altos personajes
de la política y de la empresa privada. Así va la vida de la gente, jugándose su
suerte entre las palabras oficiales y la realidad de hundimiento. Se habla
oficialmente de mejoras en la vida hondureña, se anuncia la reducción de
presupuesto a los hospitales, justamente cuando los pacientes hondureños
aumentan a borbotones.
Para
el deterioro no hay fin. Solo procesos continuos de deterioro. En ese ambiente,
promover la búsqueda de consensos a partir de propuestas que provengan de
diversos sectores, es un camino por andar. Hay hombres y mujeres que así lo
están sintiendo, expresando y buscando. No hay tiempo que perder antes de que la
depresión nos atrape como colectividad. El ambiente depresivo nos persigue,
porque eso es lo que acompaña al deterioro.
No
hay tiempo que perder. Las cosas no van a mejor como nos miente el gobierno.
Pero el deterioro sí nos puede arrastrar a la depresión colectiva. Pongámonos en
actitud de encuentro, de búsqueda de debate. A cada quien nos toca dar el primer
paso, vayamos haciendo propuestas sobre lo que pensamos y creemos que ha de ser
el rumbo hacia una salida. Encontrémonos para ponernos de acuerdos en los
consensos. Pongámonos a caminar, busquémonos, el tiempo apremia, antes de que a
la institucionalidad y al deterioro en general, le siga la depresión colectiva.
No desaprovechemos el tiempo, el poquísimo tiempo que nos
queda.
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