José Luís
Hernández, migrante mutilado.
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“Tan
acostumbrados estamos a los desprecios que hasta las caricias nos ofenden”
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Un
grupo de migrantes que fueron mutilados por el tren de carga o la “bestia de
acero” en México volvieron para reclamar al gobierno mexicano un trato humano a
los migrantes que obligadamente tienen que cruzar dicho territorio....Leer más
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NUESTRA
PALABRA
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A
Carlos Mejía, In Memoriam
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Usted
querido Carlos Mejía se nos fue sin siquiera pedir permiso. Así como a Jesús le
ensartaron clavos en sus manos y una espada en su costado, a Usted, querido
Carlos, le ensartaron puñaladas en su pecho, en ese mismo pecho que infló con
mucho orgullo por pertenecer a nuestra familia de Radio Progreso y el ERIC.
Sí,
Carlos querido, Carlos de nuestro corazón partido, Usted se nos fue cuando más
nos urgía su presencia entre nosotros. Ya no solo para sacarnos de apuros en
cada quincena con su afanosa búsqueda de recursos bien habidos para que
pudiéramos comprar la provisión de la semana, sino porque su presencia siempre
inspiró ternura, servicialidad y compañerismo. Usted, ni siquiera se imagina en
el lugar de descanso donde se encuentra, cuánta falta hace su mirada, su abrazo,
su sonrisa y también sus preocupaciones porque respetáramos las pautas
comerciales.
Usted
sabe, queridísimo Carlos, que cada persona de este equipo de la Radio y el ERIC
hace mucha falta, y cada quien tiene su puesto y su tarea. Pero bien sabe que su
ausencia no tiene un fácil reemplazo. Usted siempre hará falta entre nosotros,
porque hay vacíos como el suyo que no hay calor humano que lo pueda reemplazar.
Usted sabe que catorce años de su vida compartidos con nosotros, no se cierran
como cuando se empuja una puerta de un porrazo. Esa puerta suya siempre queda
abierta, y algunos preferimos en estos días de más angustia por su ausencia, dar
un rodeo para no encontrar en su escritorio tan solo una fría silla
vacía.
De
Usted quizás no hemos aprendido cómo dirigir una sesión de trabajo, porque
cuánto le huía Usted a una reunión, y siempre la consideró una pérdida de
tiempo. Ni seguramente aprendimos de Usted un análisis político ni técnicas para
diseñar un plan estratégico de trabajo. Pero Usted bien sabe, Carlos de nuestro
corazón, que ninguna cosa de esas pudieron hacerse en la Radio y en el ERIC sin
su silenciosa pero efectiva actividad de mercadeo. Y nos enseñó de nuevo con su
práctica cotidiana aquello que escuchamos de los analistas, que incluso la más
sublime de todas las actividades, requiere de lo económico como base para
subsistir.
Sin
embargo, hay algo más que Usted nos enseñaba con su ejemplo, casi siempre
silencioso. Y es que mientras unos escribíamos reflexiones en A Mecate Corto y
otros presentábamos noticias y otros nos quemábamos la materia gris sacando
adelante un artículo en la revista Envío, Usted en silencio y en sigilo compraba
una provisión cada quincena para una anciana mujer abandonada. Y eso, Carlos,
Usted nunca quiso que saliera a luz, porque nunca quiso sacar pecho con sus
obras de solidaridad. Y si una vez lo sacó fue para que los asesinos le
ensartaran sin piedad los puñales que lo arrancaron de nuestra vida. Fue el
propio testimonio de la anciana quien sacó a luz una de sus múltiples virtudes,
cuando ya las puñaladas de sus asesinos habían arrancado de nosotros su
presencia.
¡¡Cuántas
acciones como la que delató esta anciana mujer se las llevó en silencio hasta el
lugar de su descanso, Carlos Mejía de todos nuestros recuerdos, para dejarnos
como un ejemplo vivo aquello que Usted alguna vez leyó del Evangelio: que lo que
haga tu mano derecha que no lo sepa tu mano izquierda!!
Basta
ya de recriminar su ausencia, Carlos Mejía. El resto de energías que nos quedan,
mejor lo destinamos a preguntarnos qué es aquello que más podemos proseguir de
lo que Usted hizo y quiso en nuestra Radio y en el ERIC. Y no hay duda que lo
que Usted dijo antes de abrir la puerta para irse en aquel viernes once del mes
de abril, nos da la pista para tenerlo entre nosotros. Usted se despidió,
levantó su mano para decir adiós para finalmente formular su despedida: “Nos
vemos, me voy de vacaciones. No estoy para nadie, solo para quien pregunte por
mí para alguna publicidad para la Radio. Porque si es para la Radio siempre
atiendo una llamada”.
Entonces
digamos que Usted, Carlos Mejía, se fue de vacaciones, y mientras descansa ojalá
que recostado en una hamaca, nuestros corazones le harán consultas sobre la vida
y milagros de todo lo que hacemos, y Usted con su corazón y su descanso, no
vacilará en responder a nuestro llamado, porque así lo dejó dicho antes de salir
de nuestra puerta. Desde ya, querido Carlos, espere la llamada que le haremos,
para pedirle el consejo de cómo montar una pauta radial para informar a todo
nuestro pueblo que de sus puñaladas están brotando flores y ternuras para llenar
de alegría nuestra incansable y perpetua lucha contra la impunidad.
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