La
condena de Bertha Cáceres debida a su lucha por la territorialidad, los recursos
naturales y la identidad étnica no deja de asombrar a quien sigue día a día el
curso de nuestra vida social. Se ha convertido en un caso emblemático pues pone
de manifiesto una vez más la lucha emprendida por la clase política no solamente
contra la sociedad sino contra las raíces históricas y culturales del
país.
El
gobierno pone en práctica una especie de “revanchismo criollo” al establecer una
alianza con el capital transnacional imponiendo una dominación sobre los grupos
étnicos para controlar y apoderarse de sus recursos naturales. La razón por la
cual nuestros gobiernos se supeditan tan fácilmente al poder de las compañías
trasnacionales es debido a lo que el analista Moisés Naím llama “nuevo orden
mundial de la energía” que está cambiando actualmente al mundo entero. Y señala
los siguientes datos como muestra de los cambios.
En
primer lugar, China se ha convertido en el mayor consumidor de energía
desplazando a EE. UU. que era el mayor consumidor de energía desde 1900. Es el
líder de la energía limpia, especialmente la solar y la eólica y cuenta con un
elevado número de centrales nucleares.
En
segundo lugar, está la revolución del gas de esquisto: hoy día la técnica
permite extraer energía de esas rocas. Serían beneficiados países con EE. UU,
Polonia, México, China y Francia.
En
tercer lugar, el protagonismo energético pasa de Oriente Próximo a América. Los
nuevos productores de hidrocarburos en el hemisferio occidental están desafiando
la hegemonía energética de Oriente Próximo. En Brasil se han encontrado enormes
yacimientos de petróleo mar adentro. En Canadá y Venezuela están las mayores
reservas del mundo de petróleo pesado. México volverá a ser un importante
productor, Colombia ha aparecido en el mapa de la energía y EE UU va en camino a
ser un exportador neto. América es el nuevo epicentro energético del planeta.
En
cuarto lugar, el renacer petrolero africano. Históricamente, en África solo
Nigeria, Libia, Argelia y Gabón habían sido importantes exportadores de gas y
petróleo. Hay 17 países africanos produciendo petróleo y gas. El continente ha
adquirido súbitamente una presencia sin precedentes en los mercados de la
energía.
En
quinto lugar, durante gran parte del siglo XX la industria petrolera estuvo
concentrada en siete grandes empresas conocidas como “las siete hermanas”
(Exxon, Shell, etcétera), quienes controlaban todas las fases del negocio, desde
la exploración hasta las cadenas de venta al consumidor. Este cartel se fue
rompiendo con la aparición de las llamadas empresas “independientes” y con la
fuerte expansión de petroleras estatales. En la década de los noventa algunas de
estas compañías nacionales comenzaron a invertir y producir fuera de sus países,
y hoy concentran el 52% de la producción mundial de petróleo y controlan el 88%
de las reservas.
En
sexto lugar, la expansión global de las petroleras chinas. Hasta los años
noventa, las empresas petroleras de China no aparecían en la lista de los
actores importantes. Hoy en día están en todas partes y tienen un peso enorme en
la industria.
La
estrategia del Gobierno chino tiene como objetivo asegurar y diversificar sus
fuentes de suministro, y las empresas, naturalmente, son la punta de lanza de
este esfuerzo vital para la estabilidad del gigante asiático. Contemplando este
panorama vemos el gran poder de “este nuevo orden mundial de la energía” que va
expandiéndose por todas partes y presiona de mil maneras a los gobiernos para
que sometan a sus poblaciones y conseguir el mayor número posible de
concesiones. Lo mismo se hace con los recursos naturales de cualquier país
pasando por encima de leyes, constituciones y poblaciones. Es nuevamente la
lucha de “David contra Goliat” y que, a pesar de las apariencias, esperamos se
incline favorablemente a favor de Bertha Cáceres.
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