Publicado el 20/10/2012• en el tema EL MUNDO EN CRISIS La inestabilidad política y social se extiende como un reguero de pólvora en Libia. Poco queda de las promesas realizadas por el Consejo Nacional de Transición (CNT), que el 20 de octubre del año pasado asesinó al líder Muammar Al Gaddafi, con el apoyo militar de la Organización del Tratado para el Atlántico Norte (Otan), que durante ocho meses bombardeó de forma masiva el país del norte de África.
La crisis en Libia se profundizó todavía más con el asesinato del embajador estadounidense, Chris Stevens, durante un ataque armado al consulado norteamericano en la ciudad de Bengasi sobre el cual han quedado muchas dudas.
Con la muerte del diplomático, que fue uno de los principales impulsores de los grupos mercenarios que derrocaron a Gaddafi, los enfrentamientos se potenciaron en varias ciudades libias, mostrando que la supuesta paz prometida por el CNT está muy lejos de llegar.
En los últimos días las miradas se han posado sobre Bani Walid, localidad que se convirtió en uno de los bastiones de la resistencia gaddafista durante los bombardeos de la Otan.
La ciudad se encuentra sitiada por las fuerzas armadas del gobierno de transición tras una sucesión de combates, que han dejado como saldo decenas de muertos. Ayer, medios libios señalaron que Bani Walid fue sometida a fuego de artillería, lo que ocasionó 11 muertos y varios heridos.
La presencia en todo el país de milicias armadas, muchas de ellas conformadas por mercenarios y miembros de Al Qaeda que combatieron contra el Ejército libio, es uno de los detonantes de la actual crisis. Hasta el momento, la dirigencia del CNT y del gobierno no han logrado desmantelar a esos grupos, que operan con total autonomía y aplican sus propias leyes en las zonas que controlan, sometiendo a la población.
Frente a esta situación, el titular del Congreso Nacional libio (organismo que en la actualidad se desempeña como gobierno de facto), Mohamed Megarief, viajó a Bani Walid para negociar el cese del fuego, aunque no se han reportado informaciones sobre los resultados obtenidos. Un despacho de Prensa Latina refirió que Salem Al Waer, dirigente del Concejo de la ciudad, expresó dudas sobre la posibilidad de que Megarief cumpla su cometido debido a los intensos combates.
En ciudades como Bengasi, Zilten y Misrata las escaramuzas, protestas y combates se han multiplicado con el transcurso de los meses.
A esto se suma la reciente denuncia publicada en el diario italiano Corriere della Sera, sobre la participación de un agente del servicio secreto francés en el asesinato de Gaddafi. Con esta noticia se da una nueva confirmación de la presencia en Libia de agentes de inteligencia extranjeros, principalmente de Estados Unidos y Francia, como fue revelado en diferentes medios de prensa el año pasado.
Francia recibe el 35% del petróleo bruto que produce Libia, según el acuerdo del entonces mandatario francés Nicolás Zarkozy firmado con los rebeldes y mercenarios que desestabilizaron al gobierno de la República Árabe Jamahiriya Socialista, reportado por Publico.es el 1/9/2011.
Otro punto que genera grandes tensiones, es Saif Al Islam, hijo del líder libio, que se encuentra detenido en el país, esperando a ser juzgado, aunque un proceso judicial en su contra podría desembocar en nueva revelaciones sobre las relaciones que mantenía su padre con los gobernantes europeos, algo que tampoco se ha profundizado en las investigaciones.
En medio de la crisis en Libia, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o las potencias que invadieron el país, encabezadas por la Casa Blanca, no han arriesgado la posibilidad de efectuar una investigación completa por el asesinato de Gaddafi, que se produjo sin juicio previo, como tampoco rastrear el destino de las reservas internacionales del país, confiscadas por los gobiernos europeos y norteamericano, y que asciende a cientos de millones de dólares.
El silencio sobre Libia es un telón pesado construido a base de bombardeos, aunque en esas tierras más de 20 mil civiles fueron asesinados por la Otan y los mercenarios, quienes conformaron una coalición perfecta y respaldada con la impunidad otorgada por Washington y sus aliados.
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El asesinato de
Mohammar Gadaffi no quedará impune
Por Jorge
Capelán, RLP/TcS.
Este sábado se cumple un año del atroz asesinato
de líder libio Muhammar Gadaffi. El 20 de octubre de 2011, unos
días después de haber estado en Trípoli, la
Secretaria de Estado Hilary Clinton vio la noticia por televisión
y ante las cámaras, también de televisión,
exclamó: “Venimos, vimos y él murió”.
Menos de un año más tarde, el embajador que había
enviado a Benghazi, Chris Stevens, era asesinado por los mismos grupos
que su gobierno había entrenado, armado y asesorado para matar a
Gadaffi y a miles de otros libios.
La destrucción de Libia y el atroz asesinato de su
líder han destapado la Caja de Pandora. Fue una agresión y
un crimen que pudo y debió haber sido parado a tiempo. A la
destrucción del país africano le siguieron el
contrarrevolucionario “cambio de régimen” en Costa de
Marfil, la intervención de Somalia y, ahora, la virtual
intervención de Mali. Uno a uno, los países del
África están siendo destruidos ante el avance imperial para
asegurarse la hegemonía y el control de las riquezas de ese vasto
continente.
Hoy, Siria se está desangrando en base a una estrategia
similar a la aplicada contra Libia pero con un riesgo mucho más
cercano de una conflagración nuclear en la marcha de la OTAN y el
estado sionista de Israel hacia Teherán. Los sectores más
reaccionarios de la entidad sionista se frotan las manos y actúan
con total impunidad.
Casualmente hoy, a un año del asesinato de Gadaffi, las
fuerzas de “defensa” israelí interceptaron en aguas
internacionales a otro barco, el tercero, que intentaba llevar ayuda
humanitaria a Gaza, donde un millón y medio de palestinos viven
bloqueados por Israel en lo que constituye el campo de
concentración más grande en la historia de la humanidad. A
pesar de las airadas quejas, Israel no hará nada para detener sus
crímenes, al contrario, los escalará.
Los ingenuos que ayer se creyeron el cuento de que la OTAN iba a
“liberar” a Libia de un “dictador”, a estas
alturas se deben de estar dando cuenta de su olvido de la
historia.
La muerte de Gadaffi, golpeado, vejado y salvajemente torturado
ante las cámaras, es un episodio más del horror y la
tragedia causados por el imperialismo contra nuestros pueblos. Tiene ecos
en el trágico destino de ese otro gran africano, Patricio Lumumba,
asesinado en condiciones similares por la CIA en enero de
1961.
En realidad, ese tipo de viles asesinatos de dirigentes
revolucionarios tiene sus equivalentes para muchos pueblos a lo largo y
ancho del tercer mundo porque es una herramienta más del arsenal
de las tácticas imperiales de dominación: el hacer ejemplos
de los rebeldes.
En Nicaragua, un 4 de octubre de 1912, el cadáver de
Benjamín Zeledón era arrastrado por las calles de Masaya
por las tropas cachurecas, peleles del yanqui invasor - algo similar a lo
que se hizo con Gadaffi, cuyo cuerpo fue expuesto durante casi 4
días en un refrigerador industrial en la ciudad de Misrata. El
horror de la escena al ver la forma en que trataban al héroe
Benjamín Zeledón, y el heroismo de los 300 hombres que lo
acompañaron en la batalla, despertó la conciencia de Sandino
y cambió para siempre la historia de Nicaragua.
El trágico destino de Mohammar Gadaffi se suma al de Omar
Mukhtar, líder libio de la resistencia contra las tropas del
fascismo italiano, colgado por los imperialistas ante miles de sus
seguidores un 11 de septiembre, pero de 1931. Así como el
asesinato de Mukhtar no paró la resistencia del pueblo libio, la
muerte de Gadaffi no la ha detenido hoy en día.
Libia no está pacificada. La “paz” del imperio
sólo ha sido una prolongación de la guerra. La
“liberación” del pueblo libio a manos de los bombardeos
de la OTAN sólo ha desencadenado la dictadura más cruenta.
Una de las primeras disposiciones de los “rebeldes” peleles
del imperio al llegar al poder fue el de prohibir toda crítica a
su “revolución”.
El activista y periodista Sukant Chandan escribe lo siguiente
sobre la Libia postgaddafista: “Vimos como derrotaron totalmente la
ciudad de Tawergha con 30.000 habitantes. Había muchos libios
negros. Vimos a los integrantes de las brigadas de Misrata, que
según ellos mismos dicen, se dedican a eliminar a gente negra. Una
ideología 'maravillosamente humanitaria' y 'ibertadora'. Con este
pretexto derrotaron la ciudad, ellos estaban persiguiendo a la gente de
Tawengha”.
Los enfrentamientos entre las tribus y entre estas y las fuerzas
imperiales van en aumento. Hasta 140 de esos choques cuentan algunas
agencias noticiosas. Los grupos mafiosos y fascistas usados por la OTAN
para destruir a Libia se han salido del control de sus amos y persiguen
otras agendas nada claras.
El mes pasado, grupos de Al Qaida, probablemente manejados por los
servicios israelíes para presionar a Obama en la recta final de
las elecciones, asesinaron al embajador de EE.UU. en Benghazi, Chris
Stevens, un tipo que paradógicamente había sido enviado para
entrenar, apoyar y dirigir a sus propios asesinos.
Dice la agencia imperial Reuters, experta en instigar
contrarrevoluciones, que tiene pruebas de que a Gadaffi lo asesinó
un agente francés. Puede ser que ese sujeto haya planeado el
crimen. Pero desde la ciudad siempre verde de Beni Wallid nos llegan
reportes de que uno de los peleles que participó directamente en
el asesinato fue capturado e intercambiado por otros patriotas en manos
de las bandas mercenarias al servicio de la OTAN.
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Publicado por Jorge Capelán para Comentarios e
Información desde Nicaragua el 20/10/2012
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