Otro Delegado de la Palabra de Dios asesinado
Si
hay algún pobre entre tus compatriotas en alguna de las ciudades del país que
el Señor tu Dios te da, no seas inhumano ni le niegues tu ayuda a tu
compatriota necesitado. Deuteronomio 15.7
Vivir
en el país más violento del mundo puede hacer pensar que finalmente los pobres
nos acostumbramos a ver a nuestros muertos en las pantallas de televisión, en
las primeras planas de los diarios o en las calles de nuestras colonias como
algo de la vida diaria, después de todo ese es el pan de cada día de las miles
de familias victimas de la violencia en Honduras.
En
esto los medios de comunicación juegan un papal importante al optar por darle
una voz a las victimas u optar por el silencio y la invisibilidad de quienes
sufren de manera directa la perdida de padres, hermanos o hijos.
Pero
de quienes no es aceptable el silencio es de las instituciones, bien sea del
Estado, de la sociedad civil o de las instituciones religiosas, estas últimas
llamadas a promover la paz y la concordia entre hermanos.
Si
bien en honduras se asesina un hondureño cada 74 minutos en promedio, hay
hechos violentos en los que uno esperaría una mayor reacción de las
instituciones, por tratarse de personas que desarrollan una labor ejemplar para
su comunidad, o por que de su trabajo depende el desarrollo de un pueblo.
El
pasado 06 de julio fue encontrado semienterrado el cadáver del Celebrador de la
Palabra de Dios Gregorio Chávez Aranda, quién según sus familiares tenía más de 25 años de
trabajar en las comunidades de base de la Iglesia Católica como Delegado de la
Palabra.
Chávez
Aranda, también
era miembro
del Movimiento Campesino Unificado del Aguán MUCA, fue encontrado cuatro días después de haber desaparecido, en la finca
Paso Aguán, propiedad del terrateniente palmero Miguel Facussé.
Más de
una semana después, la iglesia no se ha pronunciado sobre el secuestro y
posterior asesinato de uno de sus servidores con casi la mitad de la vida
entregada al servicio de la comunidad, parece que priva la indiferencia en las
más altas esferas del poder eclesiástico, como si se hubiese perdido el interés
por la defensa de la vida.
Los
celebradores de la palabra son generalmente mujeres y hombres comprometidos con
la defensa de los derechos humanos, de los recursos naturales y el desarrollo
de sus comunidades.
Si la
iglesia se calla cuando tocan directamente a uno de los suyos que se puede
pensar de la situación de miles de hondureños que diariamente están expuestos a
la violencia.
El
silencio nunca no debe ser la opción, cuando las ovejas están siendo
amenazadas, perseguidas y asesinadas, la iglesia debe condenar este tipo de
actos y unirse al pueblo que reclama el
cese de la violencia en su contra.
Hay
que volver a las comunidades, a los barrios pobres y acompañar al pueblo en sus
demandas de justicia y hacer realidad la opción preferencial por los pobres,
mediante la vivencia y el acompañamiento de sus dificultades, hay que caminar
con el pueblo y acompañarlo en la defensa de la vida.
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