El
ambiente nacional, como consecuencia de la podredumbre que ha salido a relucir
desde el interior de la policía nacional y de otras instituciones encargadas de
hacer justicia en el país, está tan enrarecido a tal grado que, como dice
Saramago, bien podría partirse con un bisturí.
La
Universidad, consecuente con el papel que le asigna la Constitución y en franca
identificación con el pueblo hondureño que se siente manos arriba por parte de
quienes deberían ser el respaldo para su seguridad, ha insistido en que
planteará una depuración a fondo de la policía y para tal fin propone una
comisión, incluidos los requisitos de quienes deben integrarla y las funciones
que deberán cumplir, que será integrada por nacionales y
representantes de organismos internacionales para asegurarnos que haya
resultados que satisfagan realmente las expectativas del pueblo hondureño de
juzgar y encarcelar a los agentes y oficiales ligados a la transgresión de la
ley, al crimen, para decirlo con la palabra que corresponde.
Desde
la parte oficial y, sobre todo, desde el interior de la policía misma, han
surgido las voces que se oponen a que en la comisión interventora se integren
personajes de otras latitudes. Y me pregunto, ¿Porqué, estos comisionados y
estos policías, porqué estos ministros y funcionarios públicos hacen tanta
oposición a esta integración? Si realmente forman parte de los buenos, ¿qué
temor albergan?, ¿porqué no facilitan las cosas y se ponen, espontáneamente, a
merced de los organismos de justicia para comprobar su inocencia?
Ahora
resultan ultranacionalistas, no ven conveniente que vengan de fuera a intervenir
en nuestros asuntos, pero no dicen nada frente a la intervención del Fondo
Monetario Internacional y de Banco Mundial en las decisiones económicas de
nuestro país, ni dicen nada de la presencia de bases extranjeras en Honduras, ni
derramaron indignación cuando Wikileaks destapó que el embajador Lorens presionó
a Lobo para que pusiera a tales ministros y no pusiera a otros y
que el golpe de Estado se dio gracias a la intervención gringa.
Hay
quienes pregonan que hay policías buenos y malos. Yo no acepto tal afirmación a
priori, porque si de manzanas podridas se trata, es necesario revisar todo el
contenido del canasto, pues sabido es que las podridas no saldrán
por su propio pie, que las hay que tratarán de camuflarse y esconderse entre las
buenas, que otras que aparentaran plena salud y que no hay otra forma de saber
quién es quien si no es mediante un examen minucioso a todas.
Esa
insistencia, en el seno de la dirigencia de la policía, para evitar a toda costa
que las costillas le sean examinadas y que se les tome una tomografía que revele
toda la realidad no deja de ser sospechosa y como tal debería de alertar al
Presidente, al Ministro de Seguridad, a la Corte Suprema de Justicia, a la
Fiscalía y al pueblo mismo, porque esto nos conduce a pensar que en todo esto
hay gato encerrado.
Andrés
Pavón ha denunciado que el 96% de las muertes extrajudiciales han sido
ejecutadas por la policía y que estos delincuentes están en la impunidad. Pero a
esto hay que agregar que esos asesinatos se han cometido con una brutalidad, que
por su cotidianeidad ha dejado de asombrarnos, consistente en la decapitación y
la desmembración de los cuerpos de los ejecutados. Imaginémonos solamente el
nivel de bestialidad es estos agentes y oficiales. Dice también Pavón que la
policía protege a los delincuentes que cobran, como agentes delincuenciales de
la policía y para su beneficio, el impuesto de guerra que tiene acorralados a
transportistas y comerciales.
La
prensa ha desenterrado del olvido algunos expedientes que imputan a oficiales
que aún siguen sin ser sancionados ni juzgados. Casos por los cuales,
asombrosamente, la actual cúpula policial ha comenzado a acusar amnesia cuando
es interrogada por los reporteros. La prensa también saco a la luz el que en las
postas de Belén y de La Granja había verdaderas bandas policiales que dirigen el
crimen en radio de acción de su territorio.
La
Rectora de la UNAH, Julieta Castellanos, por su parte ha expresado que “los
elementos que han surgido de las investigaciones son realmente preocupantes”,
“Yo diría que estamos hablando de un cartel policial” integrado por cúpulas que
han estado o que seguirán estando en la policía”, y, acto seguido, reafirma su
determinación de mantener el dedo sobre la llaga hasta que se nombre la Comisión
interventora de la policía, que no deberá dejar de funcionar mientras es
sometida e investigación.
Luego
de que saliera a la luz pública la podredumbre de la policía y que se ejecutara
la operación relámpago, se tuvo la impresión de que el crimen había disminuido,
pero eso solo fue un espejismo porque, como se comprende, sin intervención, las
bandas policiales no han sido desmanteladas, simplemente sus integrantes fueron
reubicados pero continúan organizadas y, por lo que se ve, en acción, pues las
muertes, los atracos, los secuestros y el cobro de los impuestos de guerra
siguen su curso que ya, tras su insistencia, lo consideramos
normal.
Solo el miércoles 23 de noviembre, aparecen en un periódico 19 muertes
violentas, incluida la de un niño que fallece como consecuencia de una balacera
entre policías y falsos policías. Y, también, ha continuado el asesinato de
estudiantes universitarios.
Está en manos de la dirección política del Estado la salida de este
embrollo engorroso que nos ha situado en el sitio del país más violento del
mundo. No vemos en ellos la voluntad decidida y necesaria. De no ser así,
corresponde al pueblo tomar la iniciativa para reencauzar las cosas y hacer
justicia de verdad, porque, como dice Julio Escoto, Claro que hay
soluciones.
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