HONDURAS: UNA SOCIEDAD
FALLIDA
En los días y semanas recientes,
varios organismos nacionales e internacionales,tanto como individuos de diferentes
estratos de la sociedad nacional e internacional, han venido acusando y
señalando al estado de Honduras como fallido. Estas acusaciones se dan en contra
del gobierno de Pepe Lobo en el marco de pruebas contundentes de corrupción en
todos los ámbitos de la politiquería vernácula y de algo más serio; como son las
instituciones de la educación, seguridad, salud, energía y vivienda. En todas
esas instituciones se han dado casos escandalosos de robo, contratos amañados,
compras sin licitación, malversación de fondos, construcción de estructuras
deficientes y toda una gama de “astutas” formas de mentir y
engañar a la sociedad hondureña.
Pero el flagelo más grande en contra
de la ciudadanía hondureña, ha sido el dantesco y horroroso asesinato de niñas,
niños y jóvenes que se han dado después del golpe de estado: las cabezas de dos
adolescentes encontradas cerca del Rio Chamelecón hace como dos años, los dos
niños asesinados en la ceiba hace dos años, el cuerpo sin cabeza de una niña
encontrada en Tegucigalpa en un basurero, el cuerpo de un joven cortado en
pedazos encontrado hace unos meses en un populoso bulevar de la capital. Los
seis o siete menores de edad asesinados en un barrio marginal de Tegucigalpa,
supuestamente después de un partido de football; La niña de 11 años, ganadora de
un concurso de belleza en el mes de junio del 2011, quien fue encontrada
degollada en Choloma. Las tres estudiantes de secundaria grotescamente
acuchilladas en Siguatepeque hace aproximadamente un año; y así sucesivamente,
unos asesinatos más dantescos que otros.
De gran horror, ha sido el asesinato
de 3,582 personas en éste año. También y sin aparente motivo alguno, el
asesinato de más de doscientos (¿300, 400, 500?) jóvenes (solo en el año 2011);
todos con las mismas características: atados de pies y manos, torturados al
extremo y con múltiples heridas de bala en todo el cuerpo, pero principalmente
en la cara y en la cabeza; mandando un mensaje de odio y repudio en contra de
nuestra sociedad. Tal vez diciéndonos que estos jóvenes no tienen rostro, que
son invisibles y que nosotros como sociedad y ciudadanos individuales, no
existimos, o somos casi inexistentes, disponibles y desechables, pero más que
todo, fácil de exterminar, tanto físicamente, como de la
memoria colectiva del pueblo.
La exterminación física es horrorosa,
despreciable en todos los sentidos de la palabra, pero tal vez, de igual o más
horror, es el exterminio de nuestras memorias de estos asesinatos. Tal vez
nuestra conciencia y memoria colectiva del recordar, sistemáticamente, va siendo
borrada de nuestros sentidos, tal vez por vergüenza a nuestra incapacidad o poco
deseo de hacer algo en contra de tal flagelo. De esta forma legitimamos el
asesinato de todas estas víctimas, todas las memorias de los hondureños
conectadas, en una viciosa, espiral y deteriorada mentalidad del olvidar y no
querer recordar, y no querer saber. Olvidarse de la exterminación, es parte de
la exterminación, porque es también la exterminación de la memoria, de lo
social.
Los ciudadanos nos volvemos cómplices
del asesinato al no pronunciarnos en su contra; recordemos lo
que dice la ley, “hechor y consentidor conllevan la misma culpa”. La directa,
responsable, humanista forma de actuar, es decir no a la legitimación del
asesinato, solamente entonces podemos decir no a la posibilidad de volvernos,
nosotros mismos o nuestros padres e hijos, una víctima más. Al rehusar una,
rehusamos ambas.
Pero esa forma básica de razonar ha
sido excluida de nuestras mentes, donde prevalece el individualismo, la miope
decisión de aislarnos, ya no solamente en nuestras casas, sino también en
nuestras mentes. Ya que nadie tan siquiera comenta sobre la posibilidad de un
cambio al sistema de asesinato. Los hondureños no nos consideramos ciudadanos,
ni nosotros mismos mucho menos a los demás. Si ese fuese el caso, no
legitimáramos el asesinato, nos opondríamos fervientemente ante él, porque parte
de nuestra responsabilidad como ciudadanos, es cuidar del bienestar propio,
tanto, como el de los demás, unidos en una solo voz.
Pero lo que hacemos es esperar
pacientemente a que el estado se encargue de limpiar todos los males de nuestra
sociedad; ignorando que es un organismo del estado, la policía nacional y el
ejército, los ejecutores de la mayoría de los más horrendos homicidios. Y que
tanto el presidente como altos funcionarios, no han reaccionado horrorizados e
indignados ante el asesinato, legitimándolo y dándole así, el tiro de gracia en
la sien a los jóvenes. Contrario a otros países y regiones del mundo, donde
basta con el exterminio de uno solo de sus miembros, para que todo el pueblo
levante una sola voz de indignación; transformando al asesinato, en esas
regiones, en algo impensable y horroroso, digno solamente del más profundo
desprecio.
No es ese el caso en nuestro país,
donde son pocas y ocasionales las voces que se levantan en contra de la
legitimación del asesinato. Les he preguntado a personas de diferentes edades,
estratos y género, que piensan acerca de todos esos asesinatos. Contestan que de
seguro eran mareros o estaban involucrados en la venta de drogas. Pero si eran
dos jovencitos que vivían en un área marginal, que los fueron a sacar a
medianoche y los masacraron enfrente de su casa. Exclamo indignado. Algo debían,
contestan sin inmutarse. ¿Qué tal de los abogados?
Pregunto; todos esos son iguales, responden. Y las
mismas respuestas se escuchan en todo el ámbito nacional, legitimando así,
nuestro pueblo, el asesinato y marcando el exterminio de nuestra
sociedad.
Los medios de comunicación (con muy
pocas excepciones) se han unido al pueblo en esta barbarie y son cómplices de
estas masacres al no pronunciarse enérgicamente, al minimizar el asesinato de
los jóvenes diciendo: eran mareros, estaban coludidos con el narcotráfico, ya
habían estado presos o tenían antecedentes policiales. Si no encuentran
justificación, exclaman, casi con desdén y sin interés: algo habían hecho. Punto
y aparte, casos cerrados. Qué bien, entonces, todos esos
jóvenes, esas jovencitas, merecen ser asesinadas. ¿Y las que amanecerán muertas
mañana, pasado y el día después, y el otro y el otro etc., etc., también merecen
ser asesinadas?
¿QUÉ CLASE DE SOCIEDAD ES ÉSTA, DONDE
ACEPTAMOS EL ASESINATO DE NIÑAS, NIÑOS, JÓVENES Y ANCIANAS SIN
INMUTARNOS?
Esta es una sociedad fallida, somos
nosotros como sociedad los fallidos, los culpables de que el asesinato continúe,
somos nosotros los que tenemos las manos y las caras manchadas de la sangre de
todos los niños y jóvenes asesinados. Al no pronunciarnos enérgicamente, al no
exigirle a ese gobernante y sus aliados políticos, que plácidamente,
acomodadamente, exclaman: no vamos a intervenir la policía. ¿Qué vamos a hacer
ahora? ¿Quedarnos de brazos cruzados y esperar que estos corruptos e ineptos
políticos sigan tomando decisiones por nosotros?
SI UD NO ESTÁ DE
ACUERDO CON LA LEGITIMACIÓN DEL ASESINATO, ENTONCES SALGAMOS, EMERJAMOS,
BROTEMOS, NAZCAMOS, PRORRUMPAMOS, ARTICULEMOS, GRITEMOS, PROFIRAMOS, EMITAMOS,
EXCLAMEMOS, GERMINEMOS, ENUNCIEMOS TODOS JUNTOS E ILEGITIMEMOS EL ASESINATO
TODOS LOS DIAS, QUE NO QUEDE UN TAN SOLO DIA EN EL QUE NO NOS PRONUNCIAMOS. QUE
SEA ESE NUESTRO GRITO, NUESTRO CABALLO DE BATALLA. SINO, SEGUIREMOS SIENDO NADA
MÁS QUE UNA SOCIEDAD FALLIDA, MARCADOS TODOS AL EXTERMINIO.
ÉSTA OLA DE ASESINATOS ES SOLO EL
COMIENZO, SINO PROTESTAMOS AHORA, LA SIGUIENTE SERÁ MÁS BRUTAL Y SANGRIENTA Y LA
QUE VENGA DESPUÉS DE LA SEGUNDA, SERÁ EL EXTERMINIO, LA MASACRE TOTAL DE LA
SOCIEDAD HONDUREÑA, PORQUE LOS PLANES QUE TIENEN PARA HONDURAS SON AHORA
IMPENSABLES.
LOS CONFORMISTAS Y ACOMODADOS,
CINICAMENTE SE RÍEN Y DISFRUTAN DETRÁS DE SUS PUERTAS CON TIMBRES Y DOBLE
SEGURO. PERO LES ATESTO, QUE SI NO ACCIONAN AHORA, ESA FALSA SONRISA SE LES
CONGELARÁ CUANDO MIREN A SUS SERES MÁS QUERIDOS MASACRADOS.
Lic. Jorge Samuel Núñez,
Sociólogo
Autor del libro, Honduras: una nación
prisionera
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