Publicada en Criterio.hn / Abril 18,2019
Por: Edgar Soriano Ortiz
La
Honduras post golpe de 2009 experimenta un complejo proceso político
que ha permitido al Partido Nacional gobernar dos periodos
presidenciales continuos. El partido Liberal de protagonista golpista y
su brutal desmembramiento como nunca antes en su historia institucional
ha quedo en el “centro” de una gobernabilidad carente de una aceptación
mayoritaria en la población. Para comprender su contemporánea estrategia
de colocarse en un “centro” pactado con el partido Nacional tenemos que
intentar hacer una retrospectiva.
En
1902 y 1923 el partido Liberal que había sido fundado en 1891
experimento procesos de desintegración mediante facciones y falta de
dialogo eficaz para consolidar la unidad entre la dirigencia de la
burguesía de Tegucigalpa con los caudillos de algunas regiones del
territorio. Tanto Manuel Bonilla como los intibucanos Vicente Tosta y
Gregorio Ferrera no estuvieron dispuestos en someterse al mandato
partidista de la capital en dos coyunturas protagonizadas en la primera y
tercera década del siglo XX. En 1902 la elite gobernante arremetió
contra Manuel Bonilla, el propio presidente Terencio Sierra le
insultaba: “negro hijo de puta, mal agradecido” (Memorias de Froylán
Turcios, 2007). Dicha ruptura llevo a la nación a guerra intestina, de
la que el general Manuel Bonilla salió triunfante en 1903.
En
la revuelta armada de 1924 la elite liberal de Tegucigalpa encabezada
por Ángel Zuniga Huete confrontó a sus correligionarios que estaban
descontentos con la forma centralizadora de gobernar. Esa actitud de la
burguesía “liberal” de Tegucigalpa generó el levantamiento de los
caudillos Vicente Tosta y Gregorio Ferrera, quienes junto a Tiburcio
Carias derrocaron el régimen tras 3 meses de guerra civil. Entre el 28 y
30 de abril el fin del régimen “liberal” terminó de forma violenta y
humillante ante los rebeldes “liberales” y las milicias del naciente
partido “Nacional”.
Luego de
la revuelta armada de 1924 el contexto socio-político estuvo marcado por
una mayor presión del Departamento de Estado en Washington y un capital
multinacional bananero con una fuerte hegemonía en las decisiones de
explotación productiva que conllevo a un escenario de autoritarismo
estatal. El “New Deal” de la administración de Franklin Roosvelt
garantizó el sostenimiento del régimen autoritario que lideraba el
caudillo Tiburcio Carías, mientras que el partido “Liberal” se dispersó
y sus dirigentes principales salieron de país.
Con
el derrocamiento de Nazi-fascismo en 1945 Washington presionó al
régimen de Tiburcio Carias para que permitiera expresarse a la oposición
y en 1948 lograron torcerle el brazo para que no se volviera a postular
a una nueva reelección. Aunque el régimen del partido “Nacional”
extendió 7 años su mandato sin Carías en la presidencial terminó su
gobierno con el golpe de Estado del 21 de octubre de 1956. En este nuevo
contexto el partido “Liberal” apoyado por muchos sectores de la
burguesía y una amplia plataforma de movimientos populares y partidistas
revolucionarios que clamaban por reformas políticas y derechos
ciudadanos logró recobrar la beligerancia organizativa. Luego de
negociaciones con muchos sectores y vitalmente con las Fuerzas Armadas
el partido logró controlar la asamblea constituyente y elecciones
presidenciales Ramón Villeda Morales asumió el poder.
El
gobierno de Villeda Morales enfrentó el intento de derrocamiento por
sectores ligado al general Carías, pero a la vez su actitud hostil
contra los socialistas y organizaciones populares conllevo al fin de su
mandato. El golpe de 1963 iba encaminado a no permitirle al partido
“Liberal” seguir en el poder bajo el mando Modesto Rodas Alvarado
tildado por los sectores más conservadores de permitir la consolidación
del “comunismo” en el territorio. El derrocamiento del gobierno
“liberal” en 1963 no propició una división o deserción tan significativa
en sus filas, al contrario tras la negociación entre elites de 1980 en
un contexto de insurrección en las naciones vecinas del istmo el partido
asumió la presidencia (1982-1990), logrando afianzar una estratégica
clientela en la base poblacional, permitiendo tres gobiernos más, el de
Carlos Reina (1994-1998), el de Carlos Flores Facussé (1998-2002) y
Manuel Zelaya (2006-2009). Este ultimo interrumpido por el golpe que
impuso al Roberto Micheletti del mismo partido por los 7 meses restantes
de gobierno.
El
golpe del 28 de junio de 2009 le asesto una estocada a la hegemonía
partidista “liberal”, sus filas se dividieron entre los “leales
golpistas” y los que se unieron a la resistencia. En 2011 comenzó el
proceso, tras los acuerdos de Cartagena, de la inscripción de un nuevo
partido, Libertad y Refundación (LIBRE) bajo el liderazgo del derrocado
presidente Manuel Zelaya. En este nuevo contexto la elite de “catrines
liberales” con su frente en alto vociferando haber “salvado” la
constitución y la “democracia representativa” se subieron a la
locomotora del nuevo régimen “nacionalista” con clara hermandad
histórica de garantizar para beneficio de grupos de poder la
gobernabilidad y la profundización del modelo neoliberal. Se prestaron a
cerrar la puerta a las reformas sociales, aun observado como la pobreza
ha crecido y sus secuelas de violencia y miedo ahogan a las mayorías
poblacionales.
Su
pacto histórico con el partido “Nacional” se ha venido manifestando
claramente en el actual contexto político, en 2014 se negaron a asumir
la presidencia de Congreso Nacional, en la elección de los magistrados
de Corte Suprema de Justicia en 2016 o su actitud timorata en el ilegal
proceso reeleccioncita de JOH.
Mientras mantienen contubernio con el
partido “Nacional” las elites montan una agresiva campaña mediática para
tratar de mostrar el resurgimiento del “liberalismo”. Páginas de
facebook, periódicos digitales, periódico impresos, televisoras y radios
se ha hablado en el último año hasta la saciedad que “un gigante
resurgirá”. Vaya sueños de glorias pasadas, solo que esta vez no es la
década de 1920 o la de 1960. La banalización, la corruptela, el
conservadurismo decimonónico, entre otras causas contemporáneas expone a
ese viejo discurso trillado y poco digerible para esta generación de
humanos con tendencia a ver la política como show de tv o telenovela.
Con
candidatos sin arrastre popular significativo asumen el próximo proceso
electoral, sus dos candidatos fuertes son Gabriela Núñez que parece
ser la que controla en su mayoría la clientela de activistas, mientras
que Luis Zelaya, ex rector de la UNITEC, con sus aires de tecnócrata
apoyado por los más conservadores.
Ninguno de estas dos personas
despertara algún gigante de la nostalgia aun con la posible inflada de
votos en TSE este 12 de marzo, en cambio reafirma su histórica actitud
de no sacrificar intereses de cúpula. El “centro” es su acomodamiento y
contubernio de gobernabilidad en beneficio de grupos fácticos
empresariales, como una barrera para sostener un orden político que se
resiste a morir lesionando derechos y obstaculizando que la población
nacional tenga acceso a su patrimonio y la dignidad.
Tegucigalpa, 07 de marzo de 2012.
https://criterio.hn/2017/03/07/la-soberbia-los-catrines-del-partido-libera/?fbclid=IwAR3nZMELNseI5rtmZFXUyNgIVpNNZXxFPQpUm8
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