Publicado: 26 Marzo 2019
Mientras
el gobierno autoritario busca eliminar toda voz contraria, más
complicidad se percibe en la prensa tradicional, la programación es un
álbum de insignificancias, los políticos andan en campaña, cuando lo
esencial es la salida del gobernante reelecto, con él en el cargo no
habrá elecciones limpias, ni las personas razonables querrán asistir al
circo de las urnas.
EDITORIAL
La infelicidad del hondureño
“La
verdad es la primera víctima de la guerra”, dijo Esquilo, hace unos
2500 años. Lo que en verdad postra el vigor del pueblo hondureño no está
en los viejos medios de comunicación, habituados a la riqueza fácil,
basta someterse al manual primitivo de acumulación del capital, donde la
población no se concibe como socia estratégica, es enemiga y así se
trata, como oportunidad invariable de despojo.
Esa
visión de que la sociedad es “commodity”, simple mercancía con valor,
ocurre sobre todo porque falta la mediación de un gobierno fuerte, una
administración social del Estado que ahora es el vacío público que
reproduce anarquía y desigualdad por la imposición de una ley de
libertinaje desde la élite privada y, aunque los hondureños no lo crean,
y piensen que un gobierno responsable está lejos, no es cierto, y no
está tan distante como parece en la brumosa confluencia de la dictadura,
crimen y éxodo.
Ese
esquema arcaico del poder mata todos los días la realidad nacional en
esa agenda mediática, y eso también mató la influencia y el prestigio de
esa prensa cómplice del atraso, en su programación y contenidos diarios
no figuran como importantes la fracasada política de seguridad, ni la
angustia familiar por la quiebra económica del país ni el fornido
desempleo.
Los
temas urgentes para la sociedad no son prioridad en el ambiente
climatizado de los estudios tradicionales, el tiempo transcurre en
apasible rutina virtual alterada sólo por la noticia amarillista de
última hora, bellos destinos turísticos que la mayoría no puede visitar,
infaltables gusanos extranjeros y locales destilan conveniente
verborrea, chismes, demonios y la guerra psicológica de terror en las
redes sociales invitan a la pasividad social y al recogimiento
religioso, no salir a protestar, amenaza que respaldan 15 masacres
registradas en lo poco que va de 2019. Cada quien sale de su casa bajo
su propio riesgo. No hay duda.
Esquilo
tenía la habilidad del vidente, pudo mirar a través de los siglos en
las entrañas de esa guerra entre la mentira y la verdad, en Honduras han
sido asesinados más de 70 periodistas y comunicadores en la última
década, y más del 95 por ciento de las víctimas trabajaban para medios
de comunicación alternativos y espacios independientes, la experiencia
enseña que los empleados de la prensa tradicional no corren riesgos o
muy pocos.- La diferencia está en que la defensa del interés del
hondureño hoy está en la prensa alternativa y redes sociales.
De
nuevo, en estos días, cuando aumenta la crisis sistémica del régimen
Hernández por falta de legitimidad y absoluto rechazo popular, se ha
reactivado la muerte y persecución de periodistas no alineados al poder,
hace un año también el Director de EL LIBERTADOR sufrió un atentado
ejecutado por sicarios, y jamás se halló ni a los autores materiales del
crimen.
Mientras
el gobierno autoritario busca eliminar toda voz contraria, más
complicidad se percibe en la prensa tradicional, la programación es un
álbum de insignificancias, los políticos andan en campaña, cuando lo
esencial es la salida del gobernante reelecto, con él en el cargo no
habrá elecciones limpias, ni la personas razonables querrán asistir al
circo de las urnas.
Hay
dos pensamientos que Esquilo dejó para políticos y periodistas de este
tiempo. “Ningún mortal ha de pensar por encima de la condición humana,
porque la insolencia, al florecer, produce la espiga del error, de donde
se siega una cosecha de lágrimas”.- “No es la palabra de un hombre la
que nos hace creer en él, sino él en la palabra”.
http://www.web.ellibertador.hn/index.php/noticias/nacionales/3273-portada-y-editorial-el-libertador-impreso-la-infelicidad-del-hondureno
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