¿Cuánta
sangre derramada desde entonces?, ¿Cómo le sabe el pan al que tiene las
manos manchadas?, hasta hoy es el pueblo quien ha enterrado sus muertos
en miserables cajones, ese pueblo que perdió el miedo para siempre, por
eso son imparables y diversos los brotes de Resistencia y ya no se
irán, están aquí, en espera.
Reflexión
EL LIBERTADOR
Tegucigalpa. A veces la conciencia despierta de golpe, la mañana del 28 de junio de 2009 sería el día. “¡Despierten! Amanecimos en un golpe de Estados”, sería la alarma que despertaría a mi hermano de 18 años y yo con 20 del sueño que nos envolvía aquel trágico domingo.
Caminamos
hacia casa de gobierno, el humo negro de llantas quemadas subía al
cielo, los camiones militares ya estaban como barricadas en las calles y
dentro del que fuera el recinto donde atendía el elegido del pueblo;
poco a poco como la gota que llena el jarrón, la gente se aglutinaba, el
“Juan Pablo” estaba caliente, los helicópteros sobrevolaban el lugar y
la gente comenzó acercarse a los portones, intentaron hablar con los
militares y, por primera vez en mi vida, mire en la mano de una persona
la Constitución de la República.
Así
comenzaría el camino de 210 días en las calles, con el nacimiento de la
gloriosa “Resistencia”, la expresión social más emblemática en la
historia del país, el cruce de las generaciones, la explosión artística,
el patriotismo y el amor; pero también la frustración, la represión y
la muerte.
Por
primera vez la palabra “pueblo” no era abstracta para mí, cobró sentido
quién era el soberano, eran ríos que salían de las venas de cada casa
en los barrios y colonias en todas las ciudades del país, eran los
marginados, los pobres de Roberto Sosa que invadían la capital y su
grito llegó tan alto que en la casa del oligarca golpista hacían temblar
la mesa dispuesta, abarrotada de arrogancia, lujo y torpeza.
Los
mismos empresarios ignorantes que por años gritaron “en Honduras tres
días dura un escándalo”, los que contrataron a lobistas en Washington,
que se casaron con el militar con la bendición de la iglesia católica y
evangélica y, claro, con la embajada estadounidense de testigo. “Podría
desatar un baño de sangre”, advirtió el Cardenal Óscar Rodríguez, el
brujo lo “adivino” y la lluvia de sangre llenó de dolor las calles y las
familias.
Nunca
había visto la muerte a los ojos, pero no es como los poemas de Neruda,
ahí estaba frente al profesor Roger Vallejo, abatido por un analfabeta
militar que le sobraba estupidez y le faltaban libros; los ojos como si
se le hubieran volado y en la calle corría la sangre del maestro, con la
cámara en mano, no pude hacer la gráfica, pero la imagen quedó en mí
para siempre, esos momentos cuando la muerte desprende el alma del
cuerpo.
¡Que
joyas! El primer golpe de Estado del Siglo XXl, como para entregarles
de forma honorifica el premio “Nobel Darwin” por su evolución en
estupidez. Algunos de ellos en el tiempo han querido redimirse, pero son
estos momentos los que diferencian en la historia de la humanidad los
hombres y mujeres valientes de los cobardes y traidores, eso serán hasta
el último aliento.
Nueve
años después, la estructura golpista sigue intacta, es por eso que nada
funciona en Honduras, es como querer construir un castillo en el fango y
lo peor, la gente, el pueblo se ha cansado, ha sido golpeada, reprimida
y matada. Esta fecha es para llenar las calles del país, no para
encerrarse en conferencias, los que estuvimos ahí, en las calles, lo
sabemos, lo vivido es el maestro.
“Nos
tienen miedo, porque no tenemos miedo”, gritaba la Resistencia y la
risa del apátrida se resquebrajó y el vino se hizo amargo y, entonces,
entendieron de golpe que este
pueblo no es cobarde, que está dispuesto a defender sus derechos, no por
un hombre, sino por Honduras, por si mismo, para borrar del presente la
eterna humillación. “Están atrás, van para atrás, piensan atrás, son el
atrás, están detrás de su armadura militar”, sigue siendo la consigna.
La
Resistencia no ha muerto, descansa, espera el momento de volver a las
calles y, cada año, cada acción en su contra suma y su ira será
proporcional al tiempo que ha sido parada, se les agotó el tiempo a los
cobardes, los que ríen, esos traidores que cuando el pobre se levanta
piden “Paz” y cuando ellos matan al pobre dicen “salvamos la
democracia”. Es la Resistencia a la corrupción, al ladrón, al asesino de
todo, de la vida, del progreso y de la Patria.
¿Cuánta
sangre derramada desde entonces?, ¿Cómo le sabe el pan al que tiene las
manos manchadas?, hasta hoy es el pueblo quien ha enterrado sus muertos
en miserables cajones y, por eso, se autoconvoca a las calles, a las
noches de cacerolas, ese pueblo que perdió el miedo para siempre, por
eso son imparables y diversos los brotes de Resistencia, porque no
volverá, está aquí, en espera.
http://www.web.ellibertador.hn/index.php/avance/2897-despierten-amanecimos-en-golpe-de-estado
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