Febrero 2,2018 Redacción Criterio.hn
Por: Joaquin Mejía Rivera
En
estos tiempos de hipocresía diplomática y de un aumento de los
autoritarismos, es fácil para los aprendices de dictador construir un
régimen que tenga todas las apariencias de la democracia representativa y
ser en la práctica un régimen autoritario y excluyente.
El
caso del régimen Juan Orlando Hernández es el mejor ejemplo de cómo se
puede construir una dictadura disfrazada de algunas formalidades
democráticas que después del fraude electoral ya no se puede ocultar.
Como
diputado y jefe de bancada en el Congreso Nacional, Hernández fue una
figura clave en el golpe de Estado de 2009; siendo presidente del
legislativo lideró en 2012 la ilegal destitución de 4 magistrados de la
Sala de lo Constitucional que representaban un obstáculo a su proyecto
continuista y militarista.
Y
como presidente de la república, en 2015 fue el principal beneficiario
de la sentencia de la Sala de lo Constitucional que él nombró para que
le permitieran su reelección de facto. En estos tres momentos ha ido
escalando posiciones de poder y concentrándolo en sus manos.
Esto
le ha permitido colocar al frente del Ministerio Público a alguien que
no se atrevería a investigar el delito de traición a la patria y al
frente del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos a alguien que
apoyaría su plan continuista en nombre de los derechos humanos.
Además,
ha colocado al frente del Tribunal Supremo Electoral a un personaje
oscuro a través del cual ha comprado las voluntades de los otros dos
magistrados propietarios y ha puesto a la cabeza de los puestos claves
de las Fuerzas Armadas a familiares y amigos para garantizar que estos
traidores respalden por la fuerza de las armas su ilegal continuismo.
Con
el control casi absoluto de toda la institucionalidad, también ha
establecido una enorme red de favores y clientelismo para contar con el
apoyo de un importante sector de la empresa privada, de los medios
corporativos de comunicación, de las cúpulas religiosas y de un ejército
de pobres obligados a vender su dignidad a cambio de una bolsa de
comida.
Nota relacionada La banda presidencial impuesta a la dictadura
Y
para controlar a aquellos cuya voluntad no puede comprar, reformó
normas penales para convertir por decreto en actos de terrorismo las
luchas democráticas y de defensa de derechos humanos; y si no fuera
suficiente, ha promovido y permitido la consolidación de estructuras
criminales dentro de las fuerzas de seguridad para eliminar cualquier
obstáculo.
Con
toda esta evidencia, reafirmamos lo señalado recientemente por Amnistía
Internacional, en el sentido de que no hay espacio para que las
personas expresemos nuestras opiniones y, cuando lo hacemos, enfrentamos
toda la fuerza del aparato represivo del gobierno.
No
hay duda que la reducción de espacios de libertad para la crítica, la
discrepancia y la oposición es un elemento esencial para diferenciar a
un régimen democrático de uno dictatorial. Juzgue usted la naturaleza de
este régimen impuesto por un fraude electoral y sostenido a punta de
balas.
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