EDITORIAL
La crisis perderá
Hacia
medianoche del 31 de enero de 1924 clausura sus labores el Congreso
legislativo ya que le fue imposible elegir un nuevo presidente
republicano. Seguidores de Juan Ángel Arias, Policarpo Bonilla y
Tiburcio Carías Andino, candidatos en los comicios, enfrentaron
dificultades para escoger a Miguel Paz Barahona como jefe de Estado,
siendo sus esfuerzos torpedeados por el entonces presidente liberal
Rafael López Gutiérrez, quien al día siguiente se declara dictador.
Esa
misma tarde comienza la horrorosa guerra civil, se pertrechan las
tropas, declárase estado de sitio... La crisis ha sido intencionalmente
activada para impedir que acceda al poder el nacionalista Tiburcio
Carías, ganador del sufragio, y para que el liberalismo conserve sus
privilegios.
Operaciones
similares de burla de la voluntad ciudadana tornarían a ocurrir en 1954
cuando no hubo quórum para que se elija a Ramón Villeda Morales en
forma directa; en 1956, cuando Julio Lozano Díaz se atrinchera en casa
presidencial aspirando a perpetuarse como mandatario; y en 1985 cuando
Roberto Suazo Córdova intenta prolongar dos años más su mandato
constitucional.
Tretas
de sucio bagaje político, tácticas desarticuladoras del opositor,
maniobras de dominación. ¿Pueden volver a ocurrir…? Sí, y aún más, es
casi inevitable, pues al grupo ultraconservador que dirige el actual
gobierno, de corte neoliberal pero sobre todo embreado, embijado por la
más grotesca corrupción, le es absolutamente inconveniente descender a
la llanura civil, lo que irrecusablemente implica cárcel.
Así
es que debemos esperar que se desencadene una fuerte crisis, a partir
del 26 de noviembre cuando, fracasado el fraude escrupulosamente armado
desde hace cuatro años, se recurra a otras estratagemas, entre ellas las
de lo impensado e inesperado.
Tras
apagones de energía eléctrica en el TSE e incluso en el país, y luego
de retrasar por horas los resultados iniciales de la votación y de
obstaculizar por todo medio la consulta de los partidos opositores y de
observadores locales e internacionales, al amanecer quizás se acuda a un
ficticio e improbable empate que obligue a trasladar la final decisión a
la Corte Suprema de Justicia e incluso al Congreso Nacional.
Para
entonces ya ocuparán la calle los nueve batallones de Policía Militar,
la Preventiva cómplice, la mancha brava y Fuerzas Armadas, dispuestos a
desatar la feroz represión que consideren necesaria, en tanto se
encarcela a quien resista y proteste.- El panorama, muy factible, es
desolador pero no original o novedoso: es una fórmula tiránica puesta en
vigor en otros lares.
Todo
ha venido siendo conspirado y tallado desde hace años y se buscará no
perder el dominio absoluto del andamiaje estatal, las leyes de
secretismo, terrorismo y control de prensa y libre expresión; el
consenso para que la Policía civil se pudra y la compra de oficiales con
alto mando en el Ejército, a quienes se soborna abundantemente para que
olviden su compromiso democrático constitucional.
Al
único que no pudieron comprar es al pueblo que los rechaza y detesta y
que deberá demostrar muy pronto el temple con que fue forjado: si se
deja montar la dictadura su próxima oportunidad de cambio tardará 16
años, como aconteció con el precedente y cachureco Doctor y General.
Tampoco
nos asustemos: diez días de gran paro general serán suficientes para
enviar a la carambola a los fraudulentos, siempre que hayamos adquirido
la suficiente conciencia cívica y el digno coraje para defender el
derecho ciudadano y los sagrados principios de la libertad.
http://www.web.ellibertador.hn/index.php/avance/2529-editorial-y-portada-el-libertador-la-crisis-perdera
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