En el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas esta semana
en Nueva York, el Estado de Honduras fue citado entre los países
altamente peligrosos para los defensores de derechos humanos y para las
víctimas desplazadas por la violencia.
Dos relatores diferentes del sistema de la ONU – el de refugiados y
el de defensores – coincidieron en retratar la tragedia que sufre este
país centroamericano, cuyas élites y medios tarifados insisten en
desconocer.
El relator Michel Forst denunció que en el transcurso de 2017 han
sido asesinados al menos ocho activistas de derechos humanos en Honduras
y, por su parte, Francesca Fontanini, la portavoz de ACNUR en las
Américas, informó que más de 174.000 personas fueron desplazadas entre
2004 y 2014, en 20 municipios urbanos de Honduras.
El relator Forst subrayó el asesinato el 9 de agosto pasado de Kevin
Ferrera, abogado, presidente de la Juventud del Partido Liberal y
miembro fundador de la organización Oposición Indignada.
Ferrera trabajaba con el objetivo de que la ciudadanía denunciara
actos de corrupción e impunidad.
Recientemente, había ayudado a
organizar las caminatas de protesta en contra de las propuestas de
reelección del actual presidente de Honduras, Juan Hernández.
La portavoz de la ACNUR, por su parte, detalló que en los últimos
años más de 7.000 hondureños aseguraron que el despojo y la ocupación de
sus casas y propiedades por maras asociadas a policías son las
principales razones para huír de sus barrios y ciudades.
Fontanini dijo que en las ciudades las pandillas destruyen y ocupan a
la fuerza los hogares de miles de personas, y en el campo, donde se
establecen las rutas de drogas, sus socios narcos presionan a las
familias para vender sus tierras a precios más bajos que los del mercado
o los obligan a abandonar las zonas a riesgo de morir.
ACNUR no dijo, sin embargo, que en Honduras esas maras y bandas de
narcos se confunden entre los policías corruptos que cuentan con el aval
de empresarios lavadores de dinero sucio, alcaldes, diputados y
presidentes corruptos, que se mantienen en sus cargos al servicio de los
carteles.
Estos relatos en Nueva York sucedían al mismo tiempo que aquí en
Tegucigalpa un oficial de los policías “cobras” amenazaba con partir en
pedazos a los líderes estudiantiles que expulsaron del cargo a la
rectora de la Universidad Nacional.
Entretanto, los publicistas de la Marca País intentaban sacudirse el
leñazo internacional manipulando un supuesto índice global favorable a
su macro economía.
Fue con sobrada razón que la mayoría de representantes de las Naciones
Unidas decidieron salirse del salón principal cuando tomó el turno de la
palabra el cuestionado presidente hondureño, que corre ilegalmente por
la reelección.
Antes de incluir a Honduras en la lista de países depredadores de los
derechos humanos, la ONU pidió al gobierno de liberales y nacionalistas
que defienda los derechos territoriales de las personas desplazadas por
la violencia, también a las comunidades indígenas y garífunas.
Pero aquí parecían no escuchar, la campaña electoral seguía con su
censo lleno de muertos en más del 30 por ciento, una tarjeta de
identidad clonada, una impresión industrial de credenciales a
delincuentes de mesas electorales y un alistamiento militar jamás visto.
Por eso, la verdad debe ser dicha de una vez: que se lleven antes de
noviembre a los corruptos del poder, y que sean pospuestas las
elecciones generales para ordenar la casa en tiempo perentorio.
Permitir que el pueblo de Honduras asista a elecciones generales en
las actuales circunstancias es un crimen de lesa humanidad, que pesaría
sobre aquella comunidad internacional que ya ha sido cómplice de la
ilegalidad de 2009 y 2013.
No más sufrimiento para un pueblo que se merece otro presente y otro futuro.
Buenas noches!
Editorial voces contra El Olvido, sábado 30 septiembre 2017
http://defensoresenlinea.com/la-verdad-fluye
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