Octubre 30,2017 /
Redaccion Criterio.hn
Por: Gustavo Zelaya
El
capitalismo neoliberal y su forma extractivista tiene algo visible desde
antes de 1990: el crecimiento del papel de los narcos en la política y
en los negocios. Las ventas de esos productos son más de 700 mil
millones de dólares anuales, igual al PIB combinado de México y
Argentina. Los países pobres logran cuotas mínimas y en las metrópolis
de distribución y consumo en gran escala las ganancias de narcos y sus
siameses políticos es del 90% (2009-121, 122).
En el
lavado del dinero participa el sistema financiero local e internacional,
desde donde se obliga a que países como Honduras coloquen en otros
lugares parte de los fondos nacionales. Por eso, en nuestra Hibueras no
hay porque organizar paraísos fiscales cuando, de hecho, todo el sistema
hondureño, político-económico-financiero, funciona como tal; es parte
del movimiento del capital depredador que aniquila a sus opositores.
Las
cifras son mayores, si agregamos negocios legales, como la industria, el
comercio en todas sus formas, turismo, minería, transporte,
construcción, especulación financiera, tecnología, incluyendo procesos
de privatización, concesión del territorio y malversaciones; suman más
del 20% del producto bruto mundial.
En ordenado tropel participan jefes
de estado, funcionarios internacionales, mafiosos e inversionistas,
valga la redundancia. No es como dicen ciertos analistas del patio que
políticos y mandatarios están secuestrados por grupos criminales
infiltrando gobiernos, o que los criminales sobornan ingenuos políticos y
colocan fondos en honestos bancos, es propio del sistema, es su voraz
esencia que utiliza cualquier recurso para reproducirse y lograr mayores
ganancias. Es decir, las prácticas delictivas son parte del desarrollo
del capitalismo, son variaciones de los procesos de acumulación. Ocurren
independientemente del aspecto elegante, honorable y educado de los
banqueros como fingen muchos de nuestro medio.
La
presencia de grupos criminales es decisiva en el sistema social que
incluye la economía y la política; el rastreo de esas redes conduce a
importantes grupos financieros. Y su conducta depredadora no sólo está
en la economía nacional, es una de las tendencias principales del
capitalismo que coincide con el control político, con relativas crisis
financieras, con el empobrecimiento de grandes sectores, con las formas
de la violencia, con el asesinato de defensores y defensoras de derechos
y bienes comunes, con la impunidad y la corrupción. También las
epidemias, el hambre, guerras regionales por razones diversas como las
étnicas y las religiosas, las migraciones, la xenofobia y otros efectos,
que tienen orígenes estructurales potenciados por la llamada
globalización neoliberal.
Lo que
ocurre en la política y en las finanzas se despliega gracias al dominio
militar, empresarial, de algunos políticos y, fundamentalmente, con el
visto bueno del Departamento de Estado norteamericano. Esto es muy
importante en cualquier cuestión que se discuta. Para ese poder el país
interesa no sólo para el tránsito de drogas, también por su posición
geográfica respecto a Venezuela y a Cuba y por sus bases militares. Para
ello cuenta con el rol que desempeña la industria militar-tecnológica
de países como Israel en la infiltración y seguimiento de personas que
incomodan al sistema. Un ejemplo brutal fue el asesinato de Bertha
Cáceres. Hay otros aspectos básicos que ponen sello distinto y macabro a
la situación nacional: la fuerza de la industria extractivista y la
ley de fomento al turismo.
La forma
extractivista del capitalismo no sólo es asunto económico de profundas
agresiones a la naturaleza, posee contenidos patriarcales, racistas y de
agudización de las diferencias de clase; controla, explota, domina el
territorio y el cuerpo humano; con tintes de mayor violencia sobre las
mujeres. Se pretende civilizar y otorgar nuevos elementos culturales a
economías locales con ayuda de políticos incondicionales y un sistema de
poder corrupto que legisla y garantiza la ganancia de las empresas, sin
consultar a las comunidades.
Nota relacionada Elecciones y el relato de la imbatibilidad
La Ley de
Fomento al Turismo en Honduras coincide con el extractivismo y la
construcción de represas. La autoridad afirma que fue socializada con
todos los sectores y se contradice al sostener que algunas
organizaciones criticaron el proyecto y se alejaron de la discusión.
Según la versión digital de El Heraldo para los empresarios del turismo
el 2015 significó una ganancia de 720 millones de dólares. Según fuentes
oficiales en ese año el empleo en este rubro fue más de 210 mil
personas en donde el 52% corresponde a mujeres.
Al dejar
en manos del gobierno definir qué zonas son turísticas, lo más seguro es
que esa industria profundice la expropiación, la represión, la entrega y
expolio de muchas regiones. El delirio gobiernista sobre beneficios en
minería y turismo cae por los suelos cuando no hay posibilidad de
generar empleo estable a corto plazo. En especial por la tendencia a la
precarización del trabajo. El desempleo aumenta, lo mismo que la
población urbana y el crecimiento de las zonas empobrecidas en ciudades
muy vulnerables, controladas por la delincuencia y con pésimos servicios
públicos. Algo así es el contexto.
En este
espacio hay entidades sociales, políticas y personas que se arriesgan y
activan por crear condiciones mínimas de convivencia, que intentan
cambiar la situación nacional; pretenden representar a grupos marginados
y a lo que llamamos pueblo. Hay experiencias de organizaciones no tan
abarcadoras como los sindicatos, patronatos, los estudiantes, las
feministas y el movimiento social, con coincidencias no plasmadas en
efectivos programas comunes de largo plazo. Unas confían en el proceso
electoral y otras lo ven como nueva fase de ilegalidad. En nuestro
país, los estudios sistemáticos sobre procesos electorales son muy pocos
y, casi todos, muestran lo meramente estadístico que, siendo
importante, no consideran otros aspectos de la realidad.
Los que
participan en el ilegal proceso electoral tienen la ilusión de arrancar
reformas, restaurar instituciones y modificar desde dentro al sistema.
Se espera que consideren que todos los aparatos estatales están bajo el
control del actual gobernante De lograr algo se mantendrán intactas las
bases materiales del poder económico. Es probable que las reformas
democraticen un poco el poder económico y modifiquen el rol de las
fuerzas represivas. Pero no significan cambios radicales en la
estructura económica y política. En esto no hay que olvidar estas
cuestiones: ¿Qué pasa con el gobierno norteamericano y la respectiva
coyuntura? ¿Qué ocurre con el papel legitimador de la comunidad
internacional? ¿Y el rol de los militares como guardianes de la
“democracia”? ¿Y la tradición política en la conciencia popular?
A todos
nos interesa que el Estado no aumente impuestos, que el funcionario sea
honesto y eficiente, que existan más fondos públicos en educación y
salud, salarios justos y respeto a las organizaciones sociales. Mientras
que cuando se habla en programas políticos o en discursos, de
solidaridad, igualdad, participación etc., parecen simples proclamas
cuando hay desempleo, asesinatos de mujeres y hombres jóvenes, represión
en el Aguán, comunidades asediadas por terratenientes, empresas mineras
y constructores de represas confabulados para liquidar personas, etc.,
situaciones que deben ser enfrentados con acciones concretas, prácticas y
con un sistema judicial realmente justo que no legitime los abusos.
Creemos
que los pocos progresos logrados en activismo, en organización, y en ese
elegante nombre de la “incidencia”, significan desarrollo en la
conciencia social. Pero ¿Tenemos ya ese desarrollo en la conciencia? ¿O
confundimos la conciencia social del grupo cercano con la de todo el
pueblo oprimido? Pero la organización democrática de los movimientos
sociales y políticos es cuestión crucial, no sólo para que la lucha
crezca, también para enfrentar la cuestión del poder que sirva a los
intereses y aspiraciones del pueblo trabajador.
El golpe
de Estado de 2009 conduce a etapas de gran carestía, desempleo,
inestabilidad social, criminalidad y aumento de la violencia
institucional; es cuando surgieron como tóxicos hongos individuos con
una definida función pública que no han sido capaces de cumplir, como
los que participan en las comisiones interventoras del gobierno,
responsabilizan a la oposición política de impulsar campañas contra los
cuerpos de seguridad, de desprestigiar la imagen del país y sembrar
dudas sobre el proceso electoral.
Los que
lanzan esas acusaciones pretenden prestigiar la política tradicional con
la complicidad de supuestos académicos, empresarios de la religión,
“neutros y objetivos” representantes de la sociedad civil; de hecho, se
desempeñan como entusiastas activistas del partido de gobierno con la
ayuda de obsequiosos analistas y de importantes medios de comunicación
al servicio del poder.
Esos y
otros momentos muestran que la crisis nacional todavía no ha tocado
fondo, que existen etapas que podrían ser más peligrosas como la
intimidación desde el gobierno contra la oposición, mayores niveles de
represión y criminalización de las protestas, más corrupción e impunidad
en todo el sistema político y jurídico.
Esos
momentos de nuestra realidad sugieren la necesidad, para quien aspire
dirigir el país, de diseñar propuestas políticas que posibiliten superar
el desorden provocado por los partidos tradicionales desde sus
diferentes gobiernos. Se trata de salir del descalabro, ordenar las
finanzas, edificar un sistema social más justo, solidario, equitativo,
respetuoso de los derechos humanos y de la naturaleza, al cual se podrá
llegar en un proceso que considere la participación de diversos sectores
de la sociedad hondureña. Las propuestas que nazcan de los movimientos
sociales o de los grupos políticos opositores tendrán que tomar en
cuenta que, si algo puede cambiarse, no será sólo el orden burocrático
ni en el que piensan los formados bajo rígidos esquemas castrenses y
policiales; no será el orden cuartelarlo ni el que se impone desde la
oficina del gobernante-gendarme, o de complejas invenciones
intelectuales. Es de otra organización social que ponga en el centro del
desarrollo a la persona humana, diversa en sus exigencias y
posibilidades, con todas sus necesidades materiales y espirituales, algo
inconcebible desde la obscura política tradicional ni en las
condiciones del vandálico neoliberalismo.
Fuentes consultadas.
Beinstein, Jorge (2009): Crónica de la decadencia. Capitalismo global 1999-2009; Cartago Ediciones, S. A., Argentina.
Gobierno de la República de Honduras. Instituto Hondureño de Turismo: Boletín de estadísticas de turismo, 2010 ‐ 2014
http://criterio.hn/2017/10/30/tiempos-elecciones-criminales/
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