Octubre 10,2017 Criterio.hn/
Por: Víctor Meza
Aunque
oficialmente se denominan partidos políticos, la gente tiende a
llamarles partidos de maletín o partidos de bolsillo, remarcando así su
carácter minoritario y, en muchos casos, su cuestionado origen y
finalidad dudosa. Son pequeñas agrupaciones políticas que surgen o se
reaniman siempre que se acercan las elecciones generales cada cuatro
años. Sus promotores, algunos de ellos “políticos de oficio”, es decir
una especie de malandrines en apogeo, se las ingenian para inscribir
sus mini partidos y participar en los torneos electorales. Los
beneficios que obtienen siempre serán mayores que los esfuerzos que
realizan para conformar los grupos e inscribirlos legalmente en el
Tribunal electoral.
El negocio de las credenciales, es decir su venta al mejor postor que, por supuesto, casi siempre es el partido gobernante, es la verdadera razón de ser de algunos de esos partidos en miniatura.
No todos, por supuesto, justo es decirlo. Algunos fueron creados en la segunda mitad del siglo pasado con buenas y prometedoras intenciones, sin duda. Pero, por varias razones que no son motivo de este artículo de opinión, no lograron crecer, más bien entraron en un lento proceso de evaporación electoral que los ha llevado al borde de la inanición política. Otros, simplemente fueron creados para hacer negocio electoral, apoyando al partido oficial y recibiendo generosas porciones de la deuda política legal. Para ellos, la venta de las credenciales se convierte en una simple transacción monetaria, que, a su vez, le permite al comprador redoblar con creces su fementida “representación” en las mesas electorales y “competir” con ventaja desleal frente a los demás actores políticos. Otros de esos partidos bonsái simplemente son obra y creación del poder gubernamental que, valiéndose de argucias y abusivo control de los órganos electorales, se las ingenia para dar vida momentánea a pequeños grupos de vividores y truhanes que han hecho de la política un habilidoso y productivo modus vivendi. De todo se encuentra en la viña del señor…
La
proliferación de esos mini partidos no es ni puede ser una saludable
señal de un tonificante y plural multipartidismo, como nos quieren hacer
creer sus promotores y financistas. Es al revés: la abundancia de tales
grupos es una maniobra no tan encubierta para mantener vivo al
agonizante bipartidismo. Y si alguien lo duda, veamos esa funesta triple
alianza entre los dos partidos tradicionales y la Democracia Cristiana,
que les permite a sus beneficiarios repartirse con calculado cinismo
los cargos y posiciones de toda clase dentro de las instituciones que
controlan.
Esa es una de las formas más grotescas y vulgares de la
politización partidaria que afecta y desnaturaliza la institucionalidad
estatal.
Aunque la
ley dispone requisitos mínimos para asegurar la existencia legal de
esos grupúsculos políticos, los intereses del bipartidismo en el sistema
judicial se conjugan para asegurarles la vida prolongada y oxigenar su
desfalleciente existencia. Esa es una prueba de que la sobrevivencia de
la política minúscula, abona beneficios sustanciales a la llamada
política mayúscula. El falso multipartidismo contribuye a prolongar la
agonía del tradicional bipartidismo.
Es hora
ya de incluir en las necesarias reformas electorales un tratamiento
riguroso y estricto del desempeño de los partidos de maletín, aplicando
la ley y exigiendo porcentajes claros de participación real para que
puedan tener derecho a la deuda política y a la representación en los
organismos de gestión electoral. La proliferación de esos pequeños
grupos en manos de impostores y trujamanes de feria, es una deshonra
para el sistema electoral hondureño y una prueba más de la corrupción y
los vicios que corroen al sistema de partidos y al régimen político en
general. Es hora de ponerlos en su lugar.
http://criterio.hn/2017/10/10/de-partidos-y-maletines/
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