Martes, 15 Agosto 2017
Como parte del profundo proceso de militarización del Estado y la
sociedad, en agosto de 2013 se creó la Policía Militar de Orden Público,
que está facultada para actuar en situaciones de emergencia, capturar
a personas asociadas con estructuras criminales, realizar tareas de
investigación e inteligencia, combatir el contrabando y la defraudación
fiscal, y las demás otorgadas a la Policía Nacional.
En el marco
de tales facultades, los policías militares y los policías nacionales
que ejecuten operaciones conjuntas, en caso de cometer violaciones a
derechos humanos únicamente podrán ser acusados penalmente por fiscales
o jueces de jurisdicción nacional que los acompañen en tales
operaciones, pero no por fiscales de derechos humanos.
Ante ello, la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha expresado su preocupación
debido a que dichos jueces y fiscales podrían carecer de suficientes
garantías de independencia e imparcialidad para conocer de dichas
violaciones cometidas por los miembros de la Policía Militar, creando
en la práctica un fuero especial.
En otras
palabras, los posibles delitos cometidos por policías militares tienen
altos niveles de probabilidad de no ser investigados y sancionados con
imparcialidad, lo cual puede generar mayores niveles de impunidad. En
este contexto se puede comprender la arbitrariedad y el uso
desproporcionado de la fuerza militar en conflictos sociales que en un
país civilizado deberían resolverse democráticamente.
Una muestra de
ello es el desalojo violento realizado por miembros de la Policía
Militar y de la Policía Nacional que, actuando como criminales,
aprovecharon la oscuridad de la madrugada para atacar un campamento
pacífico de los pobladores y pobladoras de la Aldea Pajuiles en
Atlántida, quienes se oponen al proyecto HIDROCEP de Jasson Hawit.
En su acción
violenta, detuvieron ilegalmente a Óscar Martínez, Orlando Geovany
Pérez, René Mejía Calderón y Angélica Recinos, humildes ciudadanos y
ciudadanas que ante la complicidad de las autoridades con las empresas
extractivas han decidido defender los bienes naturales en el marco del
ejercicio de sus derechos constitucionales.
La parcialidad de
la Policía Militar, la Policía Nacional y el Ministerio Público deja
muy claro que son instituciones que siguen faltando a su obligación
constitucional de defender los intereses de la sociedad, pues sus
actuaciones demuestran que defienden los intereses ilegítimos de
quienes tienen poder político y económico.
Estos hechos evidencian que la creación de la Policía Militar y de un
fuero especial para que sus miembros no sean investigados con
independencia e imparcialidad, es una forma más de imponer por la
fuerza un modelo que explota los bienes de todos y todas en beneficio
de unas pocas personas inescrupulosas que tienen secuestrado al Estado y
sus instituciones.
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