Una vez visto, leído y oído el parte policial viene la sentencia de los consumidores de cercos mediáticos: por andar en malos pasos los matan; el que mal anda mal acaba; así tienen que morir todos los delincuentes. Y tras la sentencia, a dar vuelta a la página, a ver la novela o el partido de fútbol o a escuchar la siguiente noticia. Los muertos quedaron condenados y en el olvido. Allá los familiares con sus propios dolores, a cargar las penas de su muertos en el más atroz de los silencios, y a comerse sus lágrimas. Más vale boca cerrada que el peligro de ser acusados por lo mismo por lo que la policía acusó a los muertos, todos jóvenes.
¿Y el proceso judicial? Es lo de menos. Todo acaba con el parte policial; lo del médico forense y la fiscalía es asunto de puro trámite. Los medios de comunicación se encargan de lo demás: hacen publicidad a lo que dice el dictamen del Ministro de Seguridad o de cualquiera de sus policías, y el envío de los muertos al rincón de los olvidos porque otros acribillados esperan el subsiguiente parte policial.
Al final de cuentas, las personas, físicamente abatidas en calles, carreteras, cañeras, hoteles o casas de habitación, quedan encharcadas con sus cuerpos irreconocibles. Esa es su primera muerte. La policía, pasando por encima de cualquier procedimiento, y sin que llegue jamás una sentencia judicial, declara a los acribillados como mareros, narcotraficantes o sencillamente del crimen organizado. Los mata por segunda vez.
El presentador de la noticia y la gente que escucha, lee o mira la noticia apuntan bien su índice con el tiro moral de gracia a los acribillados: así les pasa por andar en malos pasos, uno o varios menos, ojalá así los maten a toditos. Y con esta tercera muerte, poco importa si los que fueron acribillados eran o no mareros o narcotraficantes. Quedaron malditos para una eternidad, o en el más cruel de los olvidos y de los silencios, en esta escuela oficial del terror con su efectiva trilogía de la muerte, para no dejar rastros de recuerdos ni de misericordias.
Y quienes así lo digan, ofendemos al Ministro de Seguridad y a su honesta y eficiente policía. Menos mal que la cuarta muerte ya no les toca en directo a los acribillados, sino a quienes advertimos de los tres veces muertos. Y esa cuarta muerte nos deja con un indeleble sello: por contradecir la versión oficial del gobierno somos protectores de delincuentes.
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Trilogía de la muerte - 14
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Miércoles, 14 Junio 2017
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