Es esta frase la que recogemos como encabezado de nuestro editorial debido a las nuevas denuncias de corrupción existentes en el país, en este caso relacionado directamente con el área de la salud y el manejo de los presupuestos, licitaciones y compra-venta de insumos médicos.
¿Qué es lo que encontramos al respecto?: “una monstruosa red de corrupción operó entre el 2008 y 2015 en el sistema sanitario del país. La sobrevaloración de medicamentos e insumos médicos no solo fue tramada desde fuera sino que también contó con la complicidad de una red de corrupción conformada por empleados públicos que desempeñaron cargos en hospitales, regiones sanitarias, departamentales y metropolitanas del país; se desempeñaron como directores de hospitales, regiones sanitarias y direcciones departamentales, regiones sanitarias y departamentales del país”.
Doce empresas sobrevaloraron medicamentos e insumos médicos por una cantidad que puede sobrepasar los 200 millones de lempiras. Cometieron los delitos de abuso de autoridad, enriquecimiento ilícito, violación de los deberes de los funcionarios y fraude. Y en ello participaron 6 empresas familiares. La presidenta del Colegio Médico de Honduras puntualizaba por su parte que “sobrevalorar pagos para la prestación de servicios en salud es un crimen de lesa humanidad porque le cuesta la vida a las personas”.
Forma parte de nuestra cotidianidad ciudadana el tema de la corrupción: se ha instalado en toda la sociedad y ha permeado a toda la clase política, a los sectores y movimientos sociales, a toda nuestra institucionalidad y organizaciones comunitarias. El Papa Francisco, que se sitúa en las antípodas de los líderes evangélicos, recordaba recientemente que “uno de los pecados más graves que azota hoy a nuestro Continente es la corrupción, esa corrupción que arrasa con vidas sumergiéndolas en la más extrema pobreza. Corrupción que destruye poblaciones enteras sometiéndolas a la precariedad. Corrupción que, como un cáncer, va carcomiendo la vida cotidiana de nuestro pueblo”.
Esta triste realidad es una crítica directa al bipartidismo político que ha gobernado al país, a nuestra institucionalidad, a la sociedad civil y los gremios corporativos-profesionales que administran los recursos del estado. Tampoco deja por fuera al mundo religioso cuando legitima políticas, gobiernos y partidos que se oponen a un nuevo ordenamiento social. Y esto porque nuestra sociedad en vez trabajar para los pobres se dedica a vivir a costa de ellos o a empobrecerlos cada vez más. Y, como en el caso presente, reduciendo el presupuesto de salud o desviando los pocos recursos para el enriquecimiento ilícito.
Finalizamos, haciendo nuestro en eslogan del encabezamiento pidiendo a los diversos partidos que tengan como eje central la “lucha a favor de los pobres y contra la pobreza”. Y lo mismo vale para toda la sociedad pues de lo contrario seremos cómplices de cometer crímenes de lesa humanidad” al pactar con la corrupción y tolerar a los corruptos que perpetúan la máquina de hacer pobres.

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