“Todavía
es tiempo de recuperar el sistema democrático que está en crisis, pero
se requiere una verdadera conversión política, repensar para dignificar
el quehacer político, recuperar la confianza de la sociedad, teniendo
una postura más abierta a la realidad social, escuchar más a la sociedad
y poner al país por encima de los intereses partidarios”, indica esta
reflexión que de manera íntegra publica aquí EL LIBERTADOR.
Redacción Central / EL LIBERTADOR / Publicado: 21 Junio 2017
Tegucigalpa.
A seis meses de las elecciones y sin que oficialmente se haya iniciado
la campaña, la ciudadanía ha estado a expensas de un bombardeo mediático
caracterizado por la descalificación de los otros partidos y candidatos
y un discurso sin propuesta, cada vez más alejado de los reclamos
ciudadanos.
¿Cuál
es la novedad en este proceso electoral? ¡Ninguna! Más de lo mismo,
otra vez nos están aniquilando la capacidad de soñar, ¡cosa grave para
una nación! Hablar de una democracia más participativa, del
fortalecimiento de las instituciones minadas por la corrupción, la
avaricia política y económica es algo que le pertenece a los de arriba,
pertenece a los grandes dicen las personas de escasos recursos.
A
los pobres les corresponde trabajar cada día, salir a buscar el pan de
cada día para sus hijos, rogar a Dios para no enfermarse, para encontrar
un trabajito, rogar a la virgencita que no deporten a su hijo o hija
que está en los Estados Unidos porque de allá viene la ayuda, ahí están
cifrados sus verdaderos sueños.
Este
negocio de los grandes también baja a los pequeños. No es raro que las
elecciones se hayan convertido en un mísero negocio para los pobres.
¡Voy a vender mi voto! Mi voto no lo regalo, hay que votar por quienes
nos ayuden! Son frases frecuentemente escuchadas entre la población.
¿Cuál
es el clima que se respira en este proceso. Una inmensa incertidumbre
en la conciencia de la población: ¿Quién ganará? ¿Se realizarán las
elecciones? ¿Serán limpias y transparentes? ¿Será posible la reelección?
Las
dudas manan de las acciones de la clase política que se ha adueñado de
los partidos, de los entes gubernamentales cerrando toda hendedura para
que no brote la esperanza, ni surjan los sueños en una sociedad con
mayor democracia.
En
este proceso se está destruyendo toda racionalidad y ética en la
política: da la impresión que buscamos destruir todo el Estado
hondureño, es como sí los jinetes del apocalipsis están aniquilando esta
pobre nación.
¿Cuáles son esos jinetes?
1.- Sistema electoral arcaico.
Se
mantienen las mismas reglas del juego para las elecciones del 2017. El
Tribunal Supremo electoral sigue dando señales de parcialidad política,
descalificando en nombre de la ley cualquier asomo de participación
política alterna. La sabiduría popular nos dice que en un litigio no se
puede ser juez y parte.
Además
en las elecciones primarias, el Tribunal Supremo Electoral mostró una
profunda debilidad, dando por válidas unas elecciones que aún los
miembros de los mismos partidos denunciaron como fraudulentas, pero esto
no fue investigado, ni sancionado por el Tribunal. ¡Si así son las
vísperas cómo será la fiesta!
La
clase política no hizo nada para hacer avanzar la democracia formal que
diera mayor participación a la población: no se admitió la segunda
vuelta, los distritos electorales, la ciudadanización de las mesas, la
conformación de un verdadero Tribunal electoral, un nuevo censo
electoral, la equidad en la propaganda de los partidos políticos.
Se
ignoraron por completo todas aquellas reformas que hubieran fortalecido
la institución electoral y en su lugar se mantuvo hasta ahora un
sistema con muchas lagunas, pero que asegura el dominio de la clase
política sobre la población y el proceso electoral. En ese caso la
decisión fue clara: mantener un sistema electoral obsoleto.
Se
perdió la oportunidad de avanzar en el adecentamiento del proceso
electoral, por lo menos de empezar a eliminar viejas prácticas
políticas; pero los intereses inmediatos tuvieron mayor peso en estas
decisiones, que de no controlarse llevarán seguramente a crear
condiciones de inestabilidad. No olvidemos que ¡tanto va el cántaro al
agua que por fin se quiebra!
3.- Insensibilidad dela clase política.
Lo
más preocupante en esta nuestra democracia es que la clase política no
se inmuta frente a los casos y escándalos de corrupción, es más, tienen
la convicción que el ciudadano tiene la obligación de votar por los que
ya están seleccionados para gobernar, independientemente de su conducta
ética.
Los
partidos haciendo caso omiso de cualquier denuncia están estimulando a
sus correligionarios a votar en plancha: es una forma muy sutil de
manipular, insultar, despreciar a los votantes y convertir los procesos
electorales en ejercicios para renovar o ratificar las élites políticas.
Todavía estamos esperando la rendición de cuentas de los partidos que participaron en las elecciones internas del 2017.
En
otras democracias con mayor cultura y madurez política, sería
impensable aceptar a estos candidatos señalados con actos de corrupción o
con vínculos con el narcotráfico.
Es
más: ellos mismos, si tuvieran un mínimo de ética, renunciarían a
cualquier postulación. Claro, esto traería fuertes costos que no están
dispuestos a pagar los partidos políticos.
4.- La sombra de una reelección.
Este año cargaremos con un nuevo peso, la oscuridad en el proceso por introducir
la
figura de la reelección, imagen que todavía no ha sido aceptada por un
porcentaje alto de la población; pero además la utilización de la
gestión gubernamental como espacio de campaña política.
Para
una gran mayoría: poder, estructura, dinero y organización son
instrumentos que difícilmente pueden ser derrotados, pero también se
convierten en herramientas para cuestionar cualquier tipo de resultados.
Hace
siete años parecía que apostábamos de nuevo por una transición a la
democracia menos formal y más real, y sin embargo caminamos rápidamente
hacia la precarización de la democracia, disminuyendo el entusiasmo de
la ciudadanía para participar en unas elecciones que considera que ya
están arregladas.
¿Cuáles son nuestros desafíos?
Las
próximas elecciones se realizarán posiblemente en medio del desánimo
social y del desprecio a la política y a los partidos políticos por
diferentes razones: la repartición de cuotas de poder; el permanente
cuestionamiento y las denuncias contra el TSE, sobre todo la última
presentada por el CNA, la cual amerita una profunda investigación por
parte de los operadores de justicia, porque señala debilidades en un
tema esencial para la transparencia y credibilidad de los resultados,
por los escándalos de corrupción que han quedado develados en los
últimos meses por testimonios de Narcos en cortes hondureñas y
norteamericanas y por investigaciones de entes como el CNA y la MACCIH.
Todavía
es tiempo de enderezar el rumbo de este proceso, introduciendo los
cambios necesarios y pertinentes para recuperar la confianza en las
instituciones rectoras de los procesos electorales, si contamos con
voluntad política, conciencia ciudadana y estatura de estadistas.
Todavía
se puede recuperar la autonomía de todos los entes del Estado, aplicar
las leyes de transparencia y combate a la corrupción contra cualquier
funcionario, especialmente en el Tribunal Supremo Electoral, y adecentar
el mismo proceso mediante la renuncia de todas aquellas personas
seleccionadas para asumir cargos en el próximo gobierno que éticamente
no tienen la estatura para asumir esa nominación.
Todavía
es tiempo de recuperar el sistema democrático que está en crisis, pero
se requiere una verdadera conversión política, repensar para dignificar
el quehacer político, recuperar la confianza de la sociedad, teniendo
una postura más abierta a la realidad social, escuchar más a la sociedad
y poner al país por encima de los intereses partidarios.
De no hacer estos cambios, sin duda, la ingobernabilidad dominará el panorama social en los próximos años en el país.
http://www.web.ellibertador.hn/index.php/noticias/nacionales/2314-iglesia-catolica-en-contra-de-reeleccion-presidencial
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