Padre Ismael Moreno
¿Qué estamos entendiendo por pueblo? Algo tan sencillo y profundo como
el encuentro de los diversos sectores de una sociedad que con conciencia
de ser oprimidos se organizan para romper con las opresiones y sus
opresores e impulsan procesos que conducen hacia la liberación.
Cuando en un país no hay conciencia de pueblo, un alto porcentaje de sus
integrantes en lugar de ser ciudadanos, son conglomerados, habitantes,
masas o turbas de un territorio que buscan respuestas fuera de sus
propias realidades y ponen sus confianzas en otras gentes. Lo peor: no
solo no identifican a sus opresores y dominadores, sino que ponen en
ellos su confianza y esperan de ellos locuciones a sus problemas y
angustias. Cuando la gente no tiene conciencia e identidad de pueblo, siempre hay
un “alguien” que la manipula, la conduce y habla en su nombre. Y siempre
habrá un “algo” que se le imponga, sea un modelo económico, un modelo
político, una concepción religiosa. Así se enajena la gente y crece su
dependencia hacia los extraños.
Cuando un pueblo cree en sí mismo, construye su propio “algo”, es decir,
su propio modelo de vida, su propio modelo económico, político y
cultural, sus propios valores religiosos, sus valores y actitudes.
Cuando un pueblo cree en “alguien”, ese alguien es el mismo pueblo
expresado en sus comunidades, organizaciones y liderazgos personales y
colectivos.
Cuando un pueblo cree en sí mismo, es porque ha alcanzado firmeza en sus
principios, y por eso mismo, flexibilidad para establecer vínculos y
relaciones con los distintos y diferentes para construir propuestas no
desde un único pensamiento sino desde la diversidad de ideas. La
conciencia de pueblo conlleva crear sinergias, confianzas, vínculos
vitales, solidaridades, sueños compartidos, puentes. La conciencia de
pueblo derriba muros, crea comunidad, enlaza a la gente, genera
corresponsabilidades.
¿No es acaso bonito que emprendamos esta hermosa tarea de ir creciendo en conciencia de pueblo?
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