Estas son las elecciones más “votadas” de la historia, dijo Juan Orlando Hernández segundos después de votar por él mismo en las recién pasadas elecciones primarias. Y tiene razón el señor Presidente, estas son la elecciones más botadas, no por número de electores que asistieron a las urnas, sino por la ilegalidad, los resabios y mañas expresados por los representantes de los partidos en todo el proceso electoral.
Un proceso electoral tiene un problema de origen, la violación a la ley. Ya que la misma autoridad que debe aplicar la ley es la misma que la viola con la ilegal reelección presidencial. Es la misma autoridad y ley que coordina el proceso electoral, es la misma autoridad y ley que da seguridad el proceso, y es la misma autoridad y ley quien financia el proceso electoral. Estamos ante un proceso electoral ilegal de principio a fin.
Por eso no es extraño que las autoridades guarden silencio sepulcral ante las evidencias de delitos de falsificación de documentos electorales o delito de amenaza electoral. Ese silencio solo busca que pase el tiempo y cambiar la página del libro electoral, porque ya se logró el objetivo, dar un baño de legalidad a la aberrante reelección de Juan Orlando Hernández.
Estas elecciones aparte de aberrantes son las más caras de la historia. No solo por los ochocientos millones de Lempiras invertidos en el proceso, sino porque estas elecciones representan para el señor Hernández la cosecha de tres años de inversión electoral a través del programa Vida Mejor. Con fondos del Estado se contrató a jóvenes para actualizar el censo electoral del Partido Nacional, se promovieron y financiaron reuniones municipales y departamentales, y con fondos del Estado se pagó la campaña mediática electoral.
Estas elecciones se pueden resumir como la gran estafa. No solo por la cantidad recursos financieros echados a la basura, la ilegalidad y resabios de toda la vida, sino porque fueron carentes de propuesta y por la fiebre de la reelección. El cinismo continuista del Presidente contagió a 260 alcaldes que también buscaron la reelección, la misma historia reeleccionista escribieron los diputados.
La novedad del proceso electoral fue Luís Zelaya. Una novedad que no tiene nada de nuevo. A pesar de su arrogancia cuando afirma que tenía claro que iba a ganar las elecciones primarias de su partido y que todo lo hizo con esfuerzo personal, hay dos cosas que lo exponen como producto de la misma hacienda política. Primero, como explica un candidato con seis meses en política y que se considera libre de la élite económica del país, hacer un cierre de campaña con más de 5 medios corporativos encadenados por una hora transmitiendo sin interrupciones el cierre de su campaña y dos, apenas se declara ganador se acercó a buscar la bendición de la embajada gringa. Todo indica que es la misma mona en diferente rama.
Las recientes elecciones anuncian más incertidumbre que esperanza. Hasta la semana previa a las elecciones el proyecto político más sólido era la reelección de Juan Orlando Hernández, pero el primer testimonio de un miembro de los Cachiros puso a temblar a toda la estructura del Partido Nacional y al Presidente. Los testimonios apenas comienzan y anuncian nubarrones para la casta de los partidos políticos. Por los vientos que vienen del norte la reelección no está temblando por la oposición interna, sino por los vínculos de sus miembros al mundo de la criminalidad. Y como siempre el país dependiendo de factores y actores externos para resolver las calamidades domésticas.
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