Editorial
La falsa metáfora
Gran
ramera llamó San Agustín a Roma, igual habían calificado los ancianos
profetas bíblicos a la Babilonia de jardines flotantes, de especias,
orquídeas y túrbidos sahumerios, urbe de placer encima de todas las
cosas apetecidas.
Y
eran rameras ––Cairo, Bagdad, Jerusalem o Alepo, como Roma, Vaticano y
París–– tanto por vicio y sensualidad como porque escondían la verdad
detrás de los más densos velos de la mentira abundantemente publicitada
––ayer con trompetas, hoy por internet––, cual ocurre siempre con todo
discurso de poder ya que miente, suceda en Washington, Port-au-Prince o
San Salvador.
La
plusvalía en el mercado laboral, según la ortodoxia marxista, equivale a
la corrupción política en el plano gubernamental, cuya función (en
ambas) consiste en extraerle, expoliarle al “Otro” (campesinos, obreros,
negros, mestizos) parte de lo que produce, es decir de su razón de
bienestar. Si no fuera porque succiona la energía de los otros el
capitalismo no existiera, lo habría destruido ya el anarquismo, el
espíritu y la solidaridad humana.
Ahora
ocurre en Honduras que es el imperio el que denuncia nuestras
barbaridades. Luego que sus agentes instalaron toda una cordillera de
dictadores en la América de 1940, y tras que apalancaron gobiernos
militares y militaristas en la de 1960, con eficaces represores
anticomunistas en la de 1980, la moral se torna de su lado y deciden
“ayudarnos” a sanear la casa arrestando narcos y extraditando políticos
corruptos. Se ejecuta al ejecutor, la campana golpea al badajo.
Pero
incluso con esas imperfecciones el ejercicio es saludable. Nos permite
visualizar la intensidad del deterioro político hondureño y la
profundidad en que han caído sus instituciones republicanas, asaltadas
hoy por Alí Babá y sus legiones malversadoras. El espejo de iniquidad
que el sistema judicial norteamericano nos coloca al frente sirve para
comprobar irrecusablemente lo que ya sospechábamos, creíamos y
denunciamos desde EL LIBERTADOR, pero también para iluminar los
resquicios legales, las grietas finas donde se ocultan los corruptos
mayores, aquellos a los que la vara de la justicia no alcanza, a quienes
hicieron del recurso colectivo y patrio su patrimonio mayor.
La
sabiduría popular condensa en culinaria frase ese suceso: “se destapó
la olla”, que es igual decir en términos groseros “se abrió la cloaca”,
pues eso es en lo que la clase política nacional se convirtió durante el
transcurso de los últimos cincuenta años, si es que no siempre fue así:
escuela de pillaje, transmitidas sus malevas lecciones de generación en
generación, universidad infame, estercolero ético. Y cuando el mal
guiso se descubre y la trampa cacal emponzoña el ambiente es casi
imposible detenerlos.
Poco
a poco se van conociendo nuevas tramas del tejido indigno; año tras
año, y ahora día tras día el ofensivo tinglado de la corrupción catracha
se va sabiendo con detalle y va generando nuevos ascos y rechazos,
deseos de arrancar de raíz la podredumbre y sustituirla con un fresco
protagonismo moral, el encarnado por los jóvenes a quienes Morazán legó
la insomne tarea de rescatar la república.
Pero
el sistema se defiende, es obvio. Oculta su delictiva trama tras
discursos pseudo democráticos, de desarrollo y de civilización que son
cual una gran metáfora falsa destinada a engañar las mentes y adormecer
conciencias. Son infinitos mensajes de prensa, abundante publicidad y
vistosas imágenes televisivas que pretenden hacernos creer que vivimos
en Jauja, que somos felices y dignos y que el sistema funcionó.- Excepto
que la hora de la mala poesía ha concluido y la verdad se impone. Sólo
resta ahora barrer la casa y si es necesario tumbarla y volverla a
edificar. La salvamos o la perdemos.
http://www.web.ellibertador.hn/index.php/avance/2185-editorial-y-portada-el-libertador-impreso-la-falsa-metafora
No hay comentarios:
Publicar un comentario