Criterio.hn / Octubre 26,2016.
Por: Rodolfo Pastor Fasquelle
La
historia (investigación del pasado) nunca plantea el argumento
contrafactual. Por amplio consenso, sus practicantes pensamos que,
además de una pérdida de tiempo, esa operación supone que las causas son
únicas y lineales en vez de entender que son complejas y de desarrollo
furtivo, de modo que apenas las atisbamos como tales.
Pero se puede usar
lo contrafactual como anzuelo de la curiosidad. ¿Qué hubiera pasado?
¿Cómo hubiera cambiado la historia si por ejemplo, en vez de
subordinarse al dictado de la Embajada injerencista en Viera, el Partido
Liberal, el PAC y LIBRE hubiesen elegido en 2014 una directiva del
Congreso independiente, propia? Era por supuesto, lo mas lógico.
Mel
les ofreció sus votos. En las elecciones generales muy cuestionadas de
2013, una mayoría de los partidos no había tenido representación en el
Tribunal Supremo Electoral, ni en el Registro de las Personas que emitía
los documentos. Aun así, los opositores electos que representaban, con
variantes, una voluntad ciudadana alterna, contraria a los dictados y
al programa del Partido Nacional, eran una mayoría absoluta. Aun no
reñían entre ellos y todavía no se disolvían sus ánimos bajo el embate
de la manipulación y la corrupción, perdiendo diputados sinvergüenzas a
favor de pirujas bancaditas y partidos inventados, que desarticularon a
la oposición después. Los partidos opositores tenían un acuerdo casi
firmado para integrar una oposición concertada desde el Congreso cuando,
por solicitud del partido del poder (siempre es así), fueron llamados a
la Embajada en Viera. En una serie de reuniones incomodas –ahí- fueron
presionados para desistir de articularse mediante una Junta Directiva
opositora y para renunciar al mandato que les habían dado sus votantes,
de contener el mando univoco del Ejecutivo. No es un tema sentimental,
la soberanía. (Es funcional.) Cosas peores han hecho antes, con la misma
obsesión los gringos. Y no es personal, la hegemonía, pero dirigía
Viera –entonces- la etnóloga Lisa Kubiske, que nunca entendió a
Honduras. ¿Cuáles eran los argumentos de la gringa?
Abiertamente,
se adelantó la idea cachureca de que el que había recibido el mandato
para administrar el país era el Partido Nacional. (Eso soslayaba las
protestas contra el fraude, del que había infinidad de evidencias, pero
ya era un asunto consumado y hasta bendecido por la embajadora.) Y se
argumentó que un Congreso en manos de la oposición debilitaría al poder
público en una coyuntura en que más bien se precisaba fortalecerlo o
imposibilitaría a la administración. Implícitamente, la cocora era la
inestabilidad. ¿Se anticipó que –después- ese congreso iba a ser el
encargado de elegir a una nueva Corte Suprema así como a los fiscales y a
las distintas autoridades contraloras, que podían convertirse en algo
más que piedras en el zapato de Juan? ¿Ponerlo en jaque? Se habrá dicho
de otro modo. Eso era inconveniente. Honduras necesitaba estabilidad
para concentrarse en sus problemas inminentes. Esa es y ha sido siempre
la tesis de la politología estadounidense en CA. Desde los albores del
siglo XX. Estabilidad contra institucionalidad.
Por encima de todo no está la divinidad, como creen los fieles, ni el derecho, como dicen los idealistas, ni menos la democracia y la libertad, como pregona la propaganda, si no la estabilidad. Con pocas contrainstancias, la diplomacia estadounidense actuó en consecuencia contra la integración y la Unión en 1907, golpe y dictadura y otra vez en 1911, contra la reivindicación patriótica de los recursos concesionados en 1917. Contra la Unión y la república en 1921, dictadura militar. En aras de la estabilidad solapó masacres en 1932. Dio la espalda a la democracia, en 1936, cuando se ya se avecinaba la Segunda Guerra, y legitimó a las dictaduras que ofrecían estabilidad. Estabilidad contra las manifestaciones, ametralladas en 1944. En 1954, estabilidad y golpes de estado para mantenernos en el lado y campo correcto de la Guerra Fría. El Embajador Burrows aplaudió el golpe de 1963 contra el peligro del comunismo que recorría las Américas, como un fantasma. Se fortaleció a las dictaduras militares en los setentas. Y se impulsó el retorno a la democracia representativa para conseguir estabilidad con los partidos tradicionales contra los proyectos revolucionarios en los albores de los ochentas. Y ahora otra vez, estabilidad, con Lobo y con JOH. The only game in town Asi los Estados Unidos -que nada tenían que ver- pedían a sus amigos –entonces todos- que le concedieran al Partido Nacional sus votos o su consentimiento para formar, aun siendo minoría, su Directiva propia. Por sus frutos los conoceréis. Esa directiva del Partido Nacional pronto negará la palabra a los opositores, y los ridiculizará y horas después organizará sistemáticamente desde sus bunkers oscuros, la compra venta sistemática de diputados, no digamos conciencias porque no tienen, opositores investigados a profundidad, identificados con su vulnerabilidad, y con dinero cash por supuesto, depositado de manera segura, sin notificación a la DEI o con favores, contratos ilegales … a cada quien según su moralidad o falta de. Un asco. Una calamidad. Desastre. Solo hay que ver hoy a Juan Tony paseándose entre sus compañeritos.
Con
ese congreso degradado, el Partido de gobierno se encargaría en efecto
de nombrar una nueva Corte a su medida, con pequeñas concesiones al
escrutinio público, de nombrar a fiscales aun cuestionados y a
contralores de su predilección y bajo su dominio. Se perdería todo
sentido de límite y de equilibrio. En una dictadura virtual. De su
hechura, del gringo. ¿Previsible? Claro.
Y
uno se pregunta primero ¿por qué se sometieron los liberales? No tenia
ninguna legitimidad la exigencia, ninguna lógica. Eran una minoría los
cachos. La democracia se rige con mayorías. El consenso funcional era
cuestión de madurez. La misma oposición tendría que madurar para
cogobernar el parlamento. La directiva opositora en El Congreso iba a
ser -ella misma- una escuela, iba a conseguir por primera vez que se
respetara el reglamento, que ha sido instrumento del abuso. Por tanto,
iba a ser positiva para la democracia, que es un inacabable aprendizaje
de convivencia, una garantía para los derechos, iba a facilitar el
saneamiento efectivo de la corrupción… iba a limitar la impunidad
especial mente la mas peligrosa que es la del poder absoluto. Asegurar
el equilibrio real de poderes, que podía transformar el juego con todas
sus reglas. Uno se pregunta –después- como es posible que dejemos que
esto nos pase una y otra vez. Y queda tentado a preguntarse ¿Qué cosa
habríamos perdido si hubiéramos rechazado la injerencia? ¿Insistido en
el derecho soberano? Y se repregunta también, uno de curioso. ¿Por que
los gringos nunca prevén, no entienden, siempre fallan así? Allá, muchas
veces y desde hace tiempo, numerosas administraciones han gobernado con
congresos divididos y controlados por opositores. ¿Por que aquí no se
puede? ¿Somos inferiores, los de las castas mezcladas? ¿Menos racionales
que el polaco o el anglosajón? ¿Menos racionales qué Donald Trump y
seguidores?
El 25 de octubre de 2016, 18:54, Rodolfo Pastor <rpastorf@gmail.com> escribió:
Y
uno se pregunta primero ¿por qué se sometieron los liberales? No tenía
ninguna legitimidad la exigencia, ninguna lógica. Eran una minoría los
cachos. La democracia se rige con mayorías. El consenso funcional era
cuestión de madurez. La misma oposición tendría que madurar para
cogobernar el parlamento. La directiva opositora en El Congreso iba a
ser -ella misma- una escuela, iba a conseguir por primera vez que se
respetara el reglamento, que ha sido instrumento del abuso. Por tanto,
iba a ser positiva para la democracia, que es un inacabable aprendizaje
de convivencia, una garantía para los derechos, iba a facilitar el
saneamiento efectivo de la corrupción… iba a limitar la impunidad
especial mente la más peligrosa que es la del poder absoluto. Asegurar
el equilibrio real de poderes, que podía transformar el juego con todas
sus reglas. Uno se pregunta –después- como es posible que dejemos que
esto nos pase una y otra vez. Y queda tentado a preguntarse ¿Qué cosa
habríamos perdido si hubiéramos rechazado la injerencia? ¿Insistido en
el derecho soberano? Y se repregunta también, uno de curioso. ¿Por qué
los gringos nunca prevén, no entienden, siempre fallan así? Allá, muchas
veces y desde hace tiempo, numerosas administraciones han gobernado con
congresos divididos y controlados por opositores. ¿Por qué aquí no se
puede? ¿Somos inferiores, los de las castas mezcladas? ¿Menos racionales
que el polaco o el anglosajón? ¿Menos racionales qué Donald Trump y
seguidores?
http://criterio.hn/2016/10/26/otra-historia-injerencia-malhadada-lisa-memoria/
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