ALAI AMLATINA, 31/08/2016.-
Emir Sader
Emir Sader
El
sueño de la derecha brasileña, desde 2002, se ha realizado. No bajo las
formas anteriores que ha intentado. No cuando intentó tumbar a Lula en
2005, con un impeachment, que no prosperó.
No con los intentos
electorales, en 2006, 2010, 2014, cuando fue derrotada. Ahora
encontraron el atajo, para interrumpir los gobiernos del PT, aún más
cuando seguirían perdiendo elecciones, con Lula como próximo candidato.
Fue
mediante un golpe blanco, para el cual los golpes de Honduras y
Paraguay han servido como laboratorios.
Derrotada en 4 elecciones
sucesivas, y con el riesgo enorme de seguir siéndolo, la derecha buscó
el atajo de un impeachment sin ninguna fundamento, contando con la
traición del vicepresidente, elegido dos veces con un programa, pero
dispuesto a aplicar el programa derrotado 4 veces en las urnas.
Valiéndose
de la mayoría parlamentaria elegida, en gran medida, con los recursos
financieros recaudados por Eduardo Cunha, el unánimemente reconocido
como el más corrupto entre todos los corruptos de la política brasileña,
la derecha tumbó a una presidenta reelegida por 54 millones de
brasileños, sin que se configurara ninguna razón para el impeachment.
Es la nueva forma que el golpe de la derecha asume en América Latina.
Es
cierto que la democracia no tiene una larga tradición en Brasil. En las
últimas nueve décadas, hubo solamente tres presidentes civiles,
elegidos por el voto popular, que han concluido sus mandatos. A lo largo
de casi tres décadas no hubo presidentes escogidos en elecciones
democráticas. Cuatro presidentes civiles elegidos por voto popular no
concluyeron sus mandatos.
No
queda claro si la democracia o la dictadura son paréntesis en Brasil.
Desde 1930, lo que es considerado el Brasil contemporáneo, con la
revolución de Vargas, hubo prácticamente la mitad del tiempo con
presidentes elegidos por el voto popular y la otra mitad, no. Mas
recientemente, Brasil tuvo 21 años de dictadura
militar, mas 5 años de gobierno de José Sarney no elegido por el voto
directo, sino por un Colegio Electoral nombrado por la dictadura – esto
es, 26 años seguidos sin presidente elegido democráticamente -, seguidos
por 26 años de elecciones presidenciales.
Pero
en este siglo, Brasil estaba viviendo una democracia con contenido
social, aprobada por la mayoría de la población en cuatro elecciones
sucesivas. Justamente cuando la democracia empezó a ganar consistencia
social, la derecha demostró que no la puede soportar.
Fue
lo que pasó con el golpe blanco o institucional o parlamentario, pero
golpe al fin y al cabo. En primer lugar porque no se ha configurado
ninguna razón para terminar con el mandato de Dilma. En segundo, porque
el vicepresidente, todavía como interino, empezó a poner en práctica no
el programa con el cual había sido y elegido como vicepresidente, sino
el programa derrotad 4 veces, 2 de ellas teniéndole a él como candidato a
vicepresidente.
Es
un verdadero asalto al poder por el bando de políticos corruptos más
descalificados que Brasil ya ha conocido. Políticos derrotados
sucesivamente, se vuelven ministros, presidente de la Cámara de
Diputados, lo cual no sería posible por el voto popular, solo por un
golpe.
¿Qué es lo que espera a Brasil ahora?
En
primer lugar, una inmensa crisis social. La economía, que ya venía en
recesión hace por lo menos tres años, sufrirá los efectos durísimos del
peor ajuste fiscal que el país ha conocido. El fantasma de la
estanflación se vuelve realidad. Un gobierno sin legitimidad popular,
aplicando un duro ajuste en una economía en recesión, va a producir la
más grande crisis económica, social y política que el país ha conocido.
El golpe no es el final de la crisis, sino su profundización.
Es
una derrota, la conclusión del período político abierto con la primera
victoria de Lula, en 2002. Pero, aun recuperando el Estado y la
iniciativa que ello le propicia, la derecha brasileña tiene muy poca
fuerza para consolidar a su gobierno.
Se
enfrenta no solo a la crisis económica y social, sino también a un
movimiento popular revigorizado y al liderazgo de Lula. Brasil se vuelve
un escenario de grandes disputas de masas y políticas. El gobierno
golpista intentará llegar al 2018 con el país deshecho, buscando impedir
que Lula sea candidato y con mucha represión en contra de las
movilizaciones populares. El movimiento popular tiene que reformular su
estrategia y su plataforma, desarrollar formas de movilización amplias y
combativas, para que el gobierno golpista sea un paréntesis mas en la
historia del país.
- Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).
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