Por:Redacción CRITERIO redaccion@criterio.hn Tegucigalpa.- El testigo mexicano que le tocó acompañar a Berta Cáceres, en la última noche de su vida, escribió una nueva carta dirigida al pueblo hondureño donde agradece la solidaridad y cariño del pueblo catracho y la oportunidad de poder haber venido a despedirse de la líder indígena, ambientalista y defensora de los derechos humanos y de los recursos naturales. Gustavo Cáceres llama en su carta a no abandonar la lucha que Berta emprendió y dice “No dejemos que ni los asesinatos ni los gorgojos nublen la esperanza ni el paisaje”.
Tegucigalpa, Honduras – 15 de marzo de 2016
AL PUEBLO DE HONDURAS
No sé si algún día estas líneas lleguen a ustedes.
Vine
a Honduras con tanta ilusión. Hacía muchos años que no venía. Pero le
agradezco a Berta que me haya invitado. Amiga del alma desde hace tantos
años, ella y su familia. Pese a todo lo vivido no me arrepiento de
haber venido ni de haber sido elegido por el destino para poder
despedirme de mi querida amiga.
Me
duelen tanto mis heridas aunque ya van cicatrizando, pero me duele más
el dolor del querido pueblo hondureño que no se merece esto, nadie nos
lo merecemos. Siempre hemos admirado a este pueblo noble lleno de
valentía y lucha por una vida digna para todos y todas, donde quepan
todos, sin distinción y con justicia. Esa fue la lucha de Berta.
Así
como siento el amor del pueblo hondureño por México, así es el amor que
siento por este hermoso país, por sus paisajes, por su naturaleza y
sobre todo por su gente, por su orgullo de ser catrachos. No dejemos que
ni los asesinatos ni los gorgojos nublen la esperanza ni el paisaje.
Cuando
en México me topo por las calles con migrantes de esta tierra, no
resisto el acercarme para tenderles la mano y reconocer su valentía,
porque sé la travesía que llevan a cuestas, y el dolor por lo que dejan
para seguir la ruta de la vida, de la esperanza, de buscar algo mejor. Y
me digo y les digo, no se vayan, regresen, el viaje es difícil, nuestra
gente, nuestra tierra nos necesita. Y les despido con una palabra que
Berta siempre me decía: “Cheke!”.
Nuestra
tierra es generosa, nuestra sangre la misma, los mismos lazos
mesoamericanos que nos unen desde siempre y que nos invitan a luchar, al
igual que Berta, por una vida más digna y mejor para todos.
En
estos días de espera por reunirme con los míos, mucha gente hondureña
me ha mandado su solidaridad y saludos de afecto. A todos les agradezco
tanto, tanto. Berta significaba mucho para mí como para todos ustedes.
Berta fue una mujer excepcional que luchó por una Honduras mejor, más
digna, más justa, por un país para todos. Su espíritu crece en el
corazón del pueblo hondureño, porque no la enterramos sino que la
sembramos para que desde La Esperanza, alimente la esperanza.
Que
no les quepa duda, he apoyado todas las diligencias que me han pedido
las autoridades a la hora que me lo han solicitado, más de diez, y lo
seguiré haciendo para que se haga justicia. Aunque siempre las
autoridades me dijeron en múltiples ocasiones que me podía ir, incluso
dispusieron de un helicóptero para salir de La Esperanza a Tegucigalpa, a
última hora me solicitaban que me quedara para nuevas diligencias, lo
que siempre he aceptado. Por el momento ya hice todo lo que está en mis
posibilidades. Tengo vida, tengo familia. Desde México nunca dejaré de
apoyar y siempre estaré dispuesto a ayudarlos para encontrar la verdad.
Para ello tenemos entre ambos países un Tratado sobre Asistencia
Jurídica Mutua en Materia Penal entre los Estados Unidos Mexicanos y la
República de Honduras.
Desde
México seguiré asumiendo la responsabilidad histórica que tengo con el
pueblo de hondureño, con Berta y su familia y con el Copinh. En mi
cuerpo llevo tatuadas las heridas para toda la vida que nunca me dejarán
olvidar este compromiso.
Agradezco al Copinh haberme recibido. Son gente hermosa, sencilla,
digna de sus ancestros, dignos de estas tierras maravillosas, y es un
pueblo con un espíritu incansable de lucha por preservar su identidad y
su lugar de origen, admirable en su respeto a la naturaleza y por su
amor a Honduras. Y eso también se los admiro y agradezco mucho a ellos.
Son también lo que el mundo conoce y respeta de Honduras, son esperanza,
son la semilla de donde germinará con más fuerza el espíritu de
Lempira, de los pueblos ancestrales, del pueblo hondureño.
Han
sido ejemplo e inspiración de muchos en todo el mundo, como también lo
han sido para el pueblo hondureño. Del mismo modo son ejemplo de
dignidad todas las organizaciones sociales, campesinas, indígenas y
garífunas y que luchan por un país mejor. A todos ellos les agradezco
tanta solidaridad.
Agradezco a mi Embajadora y al Cónsul por todo su apoyo invaluable, que
me han recibido con los brazos abiertos y protectores para poder hacer
frente a esta situación tan adversa. Agradezco toda la solidaridad
hondureña y la internacional por el cariño a Berta y por sus generosas
muestras de preocupación. Sus miles de cartas, firmas y mensajes que no
tengo cómo pagar.
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