Posted by: Redaccion Criterio.hn/
17 de Enero 2016.
Por: Ricardo Arturo Salgado
Desentrañar la compleja situación política que se vive en Honduras no es tarea fácil.
El
despliegue avasallador de propaganda por todos los medios, más el
efecto multiplicador de las redes sociales, transforma con facilidad
grandes mentiras en verdades puras que las mismas victimas terminan
propagando a todas partes. Metida en la lógica de héroes y villanos, la
sociedad hondureña carece de la iniciativa y la fuerza necesaria para
cambiar una realidad que le es completamente ajena.
En
un país con elevados niveles de pobreza, el acceso a internet,
controlado monopólicamente por transnacionales, es restringido; y los
precios (de los más altos de américa latina por Gigabyte) absolutamente
prohibitivos.
De este hecho, la participación en las redes sociales es
un privilegio para pocos, en el que los asuntos políticos son un punto
de fuerte discusión, normalmente alrededor de rumores, calumnias,
chismes, y, sobre todo, los productos que salen de la “mainstream
media”. En este espacio, más que en cualquier otro, se han construido
muchas de las falacias y manipulaciones jamás vividas por este país.
En
este escenario se produce la desarticulación de la visión crítica, que
es fácilmente reemplazada por el temor, la desesperanza, la confusión y
la incapacidad de organización. Es aquí donde los Estados Unidos se
convierten en los paladines de la justicia que no imparte el régimen, y
se “cocina” la expectativa”, a veces morbosa, de que los gringos
terminaran llevándose a todos los malos, abriendo el camino a los chicos
buenos para que instauren el reino de la abundancia del libre mercado.
Es
en este ámbito donde se ha colaborado a llevar a un amplio sector de la
clase media a confundir la reelección presidencial con el continuismo
de Juan Hernández, actual presidente, con lo que se desvía la atención y
se despolitiza el problema real hondureño. A este punto, no se debe
descartar el resurgimiento de la “primavera hondureña”, que se daría en
un ámbito de lucha entre “reelección y no reelección”. Esto permitiría a
los expertos en “ingeniería social” cultivar una Gran Convergencia
Nacional, enemiga de todos los políticos, capaz de acabar con la
“amenaza de izquierda” representada por el Partido LIBRE.
La
vía explicada desnaturalizaría el hasta ahora heterogéneo y errático
grupo de oposición, que está cargado (sin incluir a los diputados
liberales) de sinceridad, honestidad y buenas intenciones, pero preñado
de ingenuidad y falta de criterio político. La discusión sobre el poder
en Honduras se da muy lejos de quienes hoy encabezan la oposición,
usualmente los diputados al congreso nacional, todos ellos gente valiosa
para el país. Digámoslo claro, la manipulación del tema reelección
lleva como objeto desmantelar la oposición y reducir el interés por los
planteamientos estructurales que surgen del Partido LIBRE.
Por
la razón antes señalada, es fácil percibir muchas veces entre los “anti
reeleccionistas” posiciones abiertamente en contra del expresidente
José Manuel Zelaya Rosales, incluso más que contra el propio Juan
Hernández. Los más “eruditos” reclaman espacios para nuevos liderazgos, y
no pocas veces invocan a Marx, Lenin, Engels o Gramsci, todo cargado de
intereses particulares exacerbados, contrapuestos a la realidad, y la
mayoría de las veces en armonía con los planes hegemónicos de la clase
dominante.
La
reelección ha sido un tema muy manipulado por la derecha continental,
aunque el tema no tiene mayor relevancia en la mayoría de los países.
Sin embargo, el asunto es de nuevo central en aquellos países donde se
puede producir o la continuidad del proyecto integracionista
latinoamericano, como en el caso actual de Bolivia, o donde se mantiene
la posibilidad de cambios en esa dirección, como en el caso hondureño.
La diferencia notoria, radica en que el gobierno boliviano ha llevado el
tema a la consideración de las mayorías, algo a lo que se niegan
rotundamente quienes manejan el poder en Honduras.
La
reelección en Honduras se vislumbra inminente, gracias a un recurso
constitucional ilegal, presentado por el partido de gobierno; el Partido
LIBRE ha mantenido coherente y consistentemente la posición de que la
decisión le corresponde a todo el pueblo, en una consulta popular. Pero
aquí nos avasalla un asunto central, quien maneja el poder, lo hace
desde una posición de fuerza. El problema en Honduras es de fondo, no de
forma; y, además, no se trata de la reelección sino del continuismo.
Este asunto es manejado a su antojo por grupos nacionales y extranjeros,
que producirán todo artificialmente, esto porque el movimiento de la
“Gran Convergencia” no posee ninguna estructura, ni capacidad
organizativa y es más bien coyuntural.
Por
supuesto, para crear semejante efecto de impotencia en la clase media
se debe construir un mito de grandes proporciones, este es elevando a
Juan Hernández a la cúspide de un estado dictatorial; sin dictador no
existe ningún movimiento. Y aquí se complica mucho el asunto, pues
Hernández, el presidente hondureño más complaciente con las esferas de
poder norteamericanas se implanta en el imaginario colectivo como un
objetivo de caza del “intransigente justiciero americano”, y ahí se
distorsiona todo a extremos impensables.
Mientras
esto sucede, el gobierno utiliza pingues cantidades de dinero mal
habido en un aparato clientelar desplegado entre las inmensas mayorías
en extrema pobreza. Valga decir que muchos de los fondos que se destinan
al clientelismo político provienen de entes financieros
internacionales, que están perfectamente conscientes de lo que sucede.
Llegamos a un punto de quiebre en el que la clase media esta
desconectada del resto de la población, y, sin proponérselo, juega en
contra de sus propios intereses y en favor de todo aquello que adversa.
Al
mito de la dictadura, debemos agregar el de la “invencibilidad” del
dictador en las condiciones jurídicas imperantes. Este está dirigido a
crear una sensación de impotencia y a desmovilizar a una clase media en
shock que está convencida de que no puede derrotar al régimen si este no
le proporciona reformas electorales que le permitan ganar. Nadie parece
percatarse de que el poder controlado por las clases dominantes, bajo
la dirección de Estados Unidos, no tiene, ni ha tenido nunca el
propósito de dar democracia a Honduras; no está en sus intereses.
Este
mito es particularmente útil para la manipulación, pues inyecta una
enorme dosis de pesimismo en la gente, que, paralizada y frustrada, se
olvida de que su verdadera opción se encuentra en elevar sus niveles
organizacionales y la incorporación activa de la sociedad al esfuerzo
político concreto. Esta parte se dirige claramente a evitar que las
bases del Partido Liberal de Honduras se sumen a las del Partido LIBRE
(no olvidar que este último es mayoritariamente producto de una escisión
del primero), esa unidad en las bases es fundamental para desmontar el
aparato neoliberal instalado en este país.
La
otra cuestión central, en toda esta estratagema, es la destrucción de
la idea de partido como expresión de clase. Prueba de ello se da en la
angustia generada entre la clase media por la elección de los nuevos
magistrados de la Corte Suprema de Justicia; angustia por demás
innecesaria dado que la correlación de fuerzas en el Congreso Nacional
hace mucho nos indica que este asunto estaba resuelto hace mucho rato.
Sin embargo, el tema paraliza, y eso es bueno para el poder.
Como
afirmamos en varios artículos anteriores, los escenarios posibles para
la política hondureña siguen girando alrededor del continuismo, que pasa
por una disputa abierta en la que Juan Hernández tendría que pasar
encima del expresidente José Manuel Zelaya Rosales, en cuyo caso
anticiparemos una campaña cargada ideológicamente; o el surgimiento de
una supuesta tercera vía, en la que la lucha seria, por el contrario,
desideologizada, entre los reeleccionistas y los no reeleccionistas, los
políticos versus la nueva generación “harta” de la política.
Como
antes, las señales parecen llevarnos al primer escenario, que es a
todas luces el más conveniente para una lucha verdaderamente liberadora,
aunque el trabajo para la victoria luce inmenso. El segundo está aún en
fase experimental, y, de imponerse, nos llevara al punto donde “se
cambia todo para que no cambie nada”.
A
modo de comentario final, debemos recalcar el hecho de que Honduras es
hoy por hoy un centro experimental de la derecha internacional, en el
que se ponen en práctica estrategias y tácticas que luego se podrán
extrapolar a otras sociedades: en consecuencia, no debemos ver esto como
un asunto aislado, sino como una parte integrante de la agresión
neoliberal que abate hoy a todo nuestro continente.
http://criterio.hn/honduras-mitos-manipulacion-alrededor-la-reeleccion/
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