Nils Castro
ALAI AMLATINA, 20/12/2015.- El
paso de cubanos que emigraban por tierra desde Ecuador hasta México
y de allí a Estados Unidos no era cosa nueva ni insólita. Grandes
movimientos migratorios mayores que el cubano hoy ocurren tanto
en Mesoamérica como en otras regiones. Cerca de un millón de
personas del Cercano Oriente y el Norte de África buscan refugio en
Europa. En América, hace mucho sabemos del desplazamiento que la
violencia y la crisis provocan entre grandes masas de colombianos.
Como asimismo de las masivas migraciones que, por motivos económicos
millares de mexicanos, centroamericanos y antillanos emprenden a
diario. No pocas localidades rurales mexicanas están convertidas en
pueblos fantasmas.
Estas migraciones son sistemáticamente reprimidas en Estados Unidos,
su país de destino. Cada mes sus autoridades deportan a miles de
centroamericanos, mexicanos y otros latinoamericanos. La
Administración Obama ha implantado récord en esta materia. Sin
embargo, ella mantiene dos excepciones: las de Puerto Rico y Cuba
dos naciones igualmente latinoamericanas y caribeñas cuyos
migrantes cuentan con status privilegiados que les permiten entrar y
establecerse sin dificultades. Puerto Rico debido a la condición
colonial que aún les permite a los boricuas irse a Estados Unidos,
como ciudadanos de segunda clase pero sin obstáculos. Cuba por
efecto de la guerra fría que en este campo Washington continúa, pese
al diálogo iniciado con La Habana.
La actual crisis económica puertorriqueña ha causado que ya más de
la mitad de su población se haya marchado a Estados Unidos. Tanto
allí como en Cuba los emigrantes están encabezados por hombres y
mujeres en plena edad laboral que deciden irse por causas
económicas. En lo que va del presente año, Puerto Rico ha perdido
así más de 3,000 médicos, sin mediar ninguna hostilidad de
Washington contra San Juan.
Ese es el contexto de la cuestión de los migrantes cubanos que ahora
han quedado trancados en Costa Rica y Panamá. El agravamiento de la
situación puertorriqueña es poco percibido porque en este caso
quienes abandonan su patria van directamente a Estados Unidos. En
contraste, los cubanos tienen que hacerlo a través de terceras
naciones, que últimamente eran las centroamericanas, hasta que el
imprevisto crecimiento de su número desbordó la capacidad de la
ruta. La presunción de que el diálogo entre La Habana y Washington
pondrá fin a la Ley de Ajuste Cubano (de 1966), la política de “pies
secos y pies mojados” (de 1995) y el programa Parole para incentivar
la deserción de médicos, (de 2006) que promocionan la entrada de
cubanos a Estados Unidos, causó ese fenómeno.
Es ingenuo creer que la decisión de Nicaragua de cerrarle el paso a
esta masa migrante causó el problema. Enseguida Guatemala y Belice
advirtieron que tampoco lo admitirán. De hecho, nadie solicitó la
anuencia de sus gobiernos para recibir esa oleada, de cuya
seguridad, alojamiento, alimentación y tránsito les tocaría
responsabilizarse. Guatemala, que con El Salvador y Honduras
representa a los mayores emisores de los migrantes clandestinos
centroamericanos, precisó que no tenía motivo para subsidiar el paso
de migrantes cubanos mientras los suyos son tan rigurosamente
rechazados.
Impedida de pasarle esa masa migrante a sus vecinos del norte, Costa
Rica le ha cerrado su frontera sur. Eso ha causado su presente
estancamiento y acumulación en ese país y en Panamá, y su conversión
en un problema regional. Lo que era un instrumento norteamericano
para hostigar a Cuba se ha transformado en una causa de conflictos
que ya involucra a Ecuador y Colombia, a los siete Estados del istmo
centroamericano y estuvo próxima a incidir en México. Esto, además,
agudiza tensiones dentro del organismo subregional, el Sistema de la
Integración Centroamericana (Sica) y ha precipitado su crisis con el
anuncio de que Costa Rica lo abandonará.
Cuba reitera que esas personas salieron de su país legalmente y que
asimismo pueden regresar al mismo, y a la vez multiplica contactos
regionales para velar por la situación de sus migrantes. En
contraste, las autoridades norteamericanas han declarado que pese
al actual diálogo con La Habana no prevén revisar sus políticas
migratorias respecto a Cuba, pese a que sus consecuencias ya
constituyen una nueva causa de disgusto y controversia con otros 10
países latinoamericanos.
Al propio tiempo, el Congreso de Estados Unidos se negó a tomar
medidas para mitigar la crisis puertorriqueña que ya es una crisis
tanto económica como política y demográfica , ocasionando que hasta
el gobernador colonialista de la isla lo acuse de querer hundirla en
el caos. Con lo cual el gobierno norteamericano vuelve a mostrar que
no necesita quien le genere enemigos y problemas, ya que bien sabe
buscárselos por sí solo.
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