Introducción: Estimados lectores: Elizabeth Zúniga es catedrática y periodista, docente en el CURLP-UNAH, Choluteca y amenazada a muerte, víctima de varios atentados contra su carro y de acoso y hostigamiento diario en su Centro Universitario, tal como todos los otros Docentes, trabajadores y estudiantes amigos del asesinado Docente y Presidente sindical Hector Martinez Motiño.
Elizabeth
dice que el ambiente en este Centro de Educación Suprema es una nube de
miedo, angustias y desconfianza. Les pregunto, apreciados lectores, en
una atmósfera de tal forma, será posible de trabajar y educar ? Cómo es
posible de trasmitir a los estudiantes lo que es ética y moral humana y
profesional, conociendo que los autores intelectuales del asesinato de
Hector Motiño se encuentran y siguen libre en esta instalación?
Lean lo
que nos narra Elizabeth, desde el momento de conocer la noticia de su
asesinato hasta como ella y muchos integrantes del CURLP-UNAH conocían a
este hombre…. tan contrario a lo que nos quería encasquetar la Rectora
UNAH Julieta Castellanos en su discriminante Comunicado en el día de su
sepelio. Tengan en cuenta que hasta ahora no se abrió el debido proceso
legal por algún tribunal, aunque existe un expediente de investigación
finalizado…. La rectora Julieta Castellanos no investigó el primer
atentado hacia Motiño y encubrió su manada de delincuentes…y ahora….que
está haciendo….tendrá el suficiente poder para engavetar el caso ?
Introducción de Ana Franzen, def. DDHH
Representante de Don Hector en vivo y muerto !
Dado en Costa Rica, el día 10 de diciembre del 2015
Por: Elizabeth Zúniga
Choluteca.-Parecía
una noche tranquila, me sentía cansada por el ajetreo propio de mi
trabajo, había sido un día caliente, de hecho tenía la intensión de
acostarme temprano, pero después de cenar me sentí inquieta sin
imaginarme la desgracia de esa oscura y fatal noche.
Hector Motiño en vida
Eran
como las nueve y media, intenté dormirme y en esa lucha con Morfeo el
sonido y las luces del televisor se alejaban cada vez más, de pronto el
sonido inesperado de mi teléfono me hizo dar un sobresalto, e
inmediatamente lo cogí, como si esperara la llamada, acción que
sorprendió a mi esposo, que hacia al lado mío y me preguntó con
curiosidad sin obtener respuesta alguna, quien me llamaba a esa hora.
Como
no le respondí, siguió insistiendo, pero entre más se alargaba mi
escueta conversación más curiosidad sentía él, especialmente cuando un
grito se me escapó para romper el silencio que de un torrente de
lágrimas se escaparon de mis ojos después de escuchar la trágica
noticia, que a pesar de la certeza que me dieron, yo me resistía a
creerlo.
Por milésimas de segundo rogué a Dios que no fuera cierto, solté el teléfono y solo logré decir: ¡mataron a Motiño!
Al
otro lado del teléfono estaba una periodista que con voz tímida y
pausada, primero se aseguró de confirmar que Motiño era mi amigo y con
cierto temor me dijo que ella no lo conocía bien, pero que en su camisa
estaba su apellido, que sí lo había visto ese día, como para confirmar
sí se trataba de la misma persona, al tiempo que me informaba que lo
habían acribillado sobre la carretera hacia Marcovia. La noticia me caía
como agua caliente, era pesada, malvada, y olía a dolor; en fin era
demasiado para ser verdad, sencillamente porque él temía eso, había
pedido ayuda, los había denunciado, ya lo habían intentado antes y no se
hizo nada, “era la crónica de una muerte anunciada”.
Un
sentimiento de impotencia me ahogó, sentí más tarde rabia y deseos de
que se tratara de una gigantesca confusión, rápidamente pensé en todas
las cosas que debí hacer hecho como amiga, compañera y confidente y que
no hice, fue imposible no sentir remordimiento y de cierto modo sentí
hasta culpa por las veces que pude apoyarlo y de pronto sin darme cuenta
no lo hice y dentro de esto fue darle seguimiento a su denuncia cuando
intentaron asesinarlo la primera vez, un año atrás exactamente.
Al
soltar el teléfono me desplomé sobre la orilla de mi cama, mi marido
corrió y me abrazó con fuerza para consolarme, sabía que eso dolía, la
palidez de su rostro se acentúo a pesar de un nudo en la garganta logré
escuchar cuando dijo “se lo echaron esos hdp”, me pidió que me recostara
y tratara de tranquilizarme para que no me hiciera daño, que él iría a
investigar y que me llamaría, por supuesto mi deseo era acompañarlo,
pero no me lo permitió. Los minutos se hicieron eternos, empecé a buscar
los contactos de mis compañeros y de la gente de ACI-PARTICIPA PARA
informar, pero solo ellos y Oxi me contestaron, en ambos casos también
se resistían a creer y lo primero que expresaron fue la más grande y
mejor de las maldiciones contra sus asesinos, pero no valía de nada,
Motiño ya estaba muerto.
Motiño,
así le decíamos cariñosamente, pero su nombre de pila era Héctor
Orlando Martínez Motiño, un economista formado en la empresa privada,
pero que con su integración desde el proceso de socialización y creación
del CURLP se dedicó a la investigación y docencia. De carácter alegre,
bromista, los compañeros lo etiquetamos como mentiroso, pero siempre se
justificaba diciendo que lo hacía para despistar al enemigo ya que no
podía contar todo lo que sabía y hacía porque habían demasiados sapos en
la Universidad, probablemente nunca interpretamos su habilidad e
inventiva para resolver problemas, lo cierto que todo esto contrastaba
con su apariencia ruda, de hombre duro e invencible, no solo por
grandote, sino porque en el fondo era un ser humano muy sensible y lo
demostró en los últimos años de su vida, especialmente cuando le tocó
liderar una gran batalla para defender a sus compañeros de trabajo,
desde el más humilde de los vigilantes hasta el más arrogante de sus
compañeros docentes.
Han
transcurrido ciento setenta días hasta la fecha, sin que los autores
intelectuales sean apresados, disfrutando de por ahora, de una libertad
parcial bajo el patrocinio de una indiferencia institucionalizada y
cómplice que simula investigar bajo una descarada táctica dilatoria que
solo contribuye a generar más frustración en la comunidad universitaria
docente y el pueblo hondureño en general, deseosos que la impunidad
termine y con la ayuda de Dios desenmascarar a los verdaderos culpables.
Han
cambiado muchas cosas, él ya no está, en la sala de maestros ya no lo
esperan, tampoco en la plataforma, ya no me lo encuentro cuando termino
mi jornada como siempre, ya no hay quien nos defienda, sabemos que no
vendrá y aunque asesinaron su cuerpo con la misma saña con la que actúa
el crimen organizado, jamás podrán borrar su nombre ni su memoria, no
porque ya no esté, sino porque sí antes les quito el sueño, ahora les
regala seguras pesadillas que tal vez las escondan, pero ahí estarán con
ellos.
Además,
los muchachos se encargaron de inmortalizar su nombre al bautizar uno
de los pasillos de ingreso al campus como “Plaza Motiño”, un hecho
sencillo, pero moral y simbólico que testimonia, sin duda, un acto de
rebeldía de parte de los estudiantes contra los que persiguieron sin
tregua al profesor y amigo incondicional.
Motiño,
se convirtió en sindicalista a solicitud de los compañeros de trabajo
del CURLP, quienes logramos ver en él las cualidades de liderazgo y
compromiso, casi simultáneamente se inició como defensor de derechos
humanos, su ascenso a la presidencia del sindicato fue un evento
circunstancial en el que él no había aspirado porque era del criterio
que se debía dar oportunidades a otros compañeros, sin embargo su
posición de vicepresidente lo obligo a asumir inmediatamente después de
que renunciara el titular por cobardía.
Nadie
se imaginaba la entrega, la responsabilidad y la abnegación con la que
Motiño se desempeñaría como líder sindical, porque no conocíamos esa
etapa en su vida, de hecho, ni él mismo creo yo, poco a poco se fue
ilustrando con los recursos legales disponibles y las circunstancias que
como tal se le iban poniendo enfrente al punto que ya parecía abogado
defendiendo a capa y espada a sus compañeros sometidos casi todos los
días a audiencias de descargo, llamados de atención que parecían
entretenidas para algunos, pero que crearon un clima hostil y
asfixiante, así fue creciendo hasta ganarse el respeto y reconocimiento,
el odio y la simpatía de todos.
La
muerte de Motiño es el último paso de la vida, creo que al final
sabidos de que todos nacemos para morir nos dolió más como lo mataron,
eso es muy difícil aceptarlo, especialmente cuando se trata de un amigo
muy cercano. La vida no siempre nos muestra su mejor lado, pero son esos
momentos los que nos hacen fuertes, aquellos que debemos superar para
empezar a ver la vida de otra forma. Fue duro y ha sido más duro
acostumbrarse a su ausencia, todavía hay lágrimas en nuestros ojos, pero
cada 17 de mes le pido a este amigo que siga ayudando desde donde esté a
que haya justicia aquí en la tierra.
Es
tan poco creíble pensar que ya no estás entre nosotros. Particularmente
no puedo asimilar tu ausencia desde la noche del 17 de junio, es muy
fuerte no solo para mí, sino para los compañeros de trabajo, aceptar que
una persona con tantos sueños y metas haya dejado esta vida terrenal.
Ahora eres luz en el universo y sé que sabrás llegar a nosotros a través
de tus tantas ocurrencias de siempre.
Sé
que nos volveremos a encontrar y ya no te volverás a adelantar. Después
de tantos años de amistad te nos fuiste repentinamente, aunque nos
avisaste nos diste indicios de todo, y a pesar de tu valentía nosotros
no hemos podido imitar tu ejemplo. Nos protegiste y nosotros no hicimos
nada para evitar que asesinaran, por esta y otras que no contamos “LO
SIENTO”. Es fuerte tener que aceptar que dejamos de contar con tu
presencia. Pero ten por seguro que siempre contaremos con el grato
recuerdo de haberte conocido y de que hayas hecho en nuestras vidas,
muchos momentos felices a tu lado. Te extrañaremos por siempre.
HASTA PRONTO AMIGO …
Héctor
Orlando Martínez Mortiño, quien era catedrático y presidente del
sindicato del Centro Universitario del Litoral Pacífico de la UNAH
(CURLP) fue asesinado de 12 impactos de bala, la noche del 17 de junio
pasado en el sur de Honduras.
El
hecho criminal se produjo a las 9:00 de la noche en la comunidad Piedra
Parada, en el municipio de Marcovia, Choluteca, mientras la víctima se
conducía en su vehículo rumbo a su casa, luego de impartir clases en el
centro universitario. Testigos revelaron que el asesinato fue cometido
por dos sujetos que se conducían a bordo de una motocicleta.
http://criterio.hn/la-cronica-una-muerte-anunciada/
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