Reportaje elaborado por María Cidón y Priscila Hernández
redacción@criterio.hn/colaboración Connectas / 9 noviembre, 2015
Hay
otra cara dolorosa de la migración: la de los mutilados que no alcanzan
a llegar a limpiar casas, sembrar naranjas o barrer los hoteles de Los
Ángeles, Boston o Nueva York. Las masivas deportaciones no han sido una
barrera para romper el “sueño americano de los centroamericanos”, pero
las caídas o accidentes en las vías del tren, más conocido como La
Bestia y mediante el cual tratan de llegar a Estados Unidos, les
truncan esa meta y hace que se tengan que enfrentar a una nueva
condición con discapacidad.
Tras
la mutilación, la lucha por la supervivencia les deja varias opciones:
volver a intentar llegar a Estados Unidos, con prótesis o sin ella,
quedarse en México o regresar al lugar que algunos llaman “casa”.
Ante
el riesgo de los migrantes de ser extorsionados, secuestrados o
víctimas de trata; la discapacidad causada por el tren pasa a un segundo
plano, sin embargo ahí siguen las personas migrantes mutiladas en silla
de ruedas, con su prótesis o muletas.
Y
es que al menos 476 migrantes fueron mutilados por el tren, perdieron
su pierna, brazos o ambas extremidades entre 2002 y 2014, según datos
del Instituto Nacional de Migración (INM) y el Comité Internacional de
la Cruz Roja en México (CICR).
Esta
cifra supone un promedio de 37 casos al año. Pero a esta cantidad se le
sumaría una cifra negra de los que fallecieron, nunca fueron hallados o
simplemente fueron atendidos por otras instituciones en su ruta.
“Señora
fíjese que me pasó un accidente ¿Qué te pasó? Me caí del tren ¿Te
caíste? ¿Pero no te golpeaste? Pues no tanto los golpes, los golpes
sanan ¿Y entonces? Ah, lo que pasa que me mochó las canillas el tren”.
Así
fue como Juan Antonio, salvadoreño de 32 años, le comunicó a su esposa
que había perdido las dos piernas por debajo de la rodilla. Una tragedia
similar a las de cientos de centroamericanos que un día comenzaron su
camino para alejarse de sus familias, sus casas y su vida en busca de un
futuro mejor. Dentro de sus planes no estaba previsto regresar con
discapacidad, y aunque algunos conocen a un vecino o amigo que perdió
sus piernas por el tren, muchos otros ignoran los riesgos durante el
trayecto por México y los 5,000 kilómetros que los separan de la
frontera con los Estados Unidos.
“A
todos nos chupó La Bestia”, suelta la frase Fernando, migrante
salvadoreño, y resume así los accidentes a bordo del tren. Los orígenes
de estos accidentes son tan diversos como las razones que expulsan a
los migrantes de El Salvador, Honduras, Guatemala. No medir la
velocidad del tren, quedarse dormidos a la mitad de viaje y el
descarrilamiento del tren son algunas de las muchas causas por las que
cayeron y perdieron una de sus piernas, brazos o ambas extremidades.
Como
le pasó al hondureño William: “en la agarrada del tren al subir uno se
equivoca, piensa que el tren va despacio y ya a la hora de tomarlo va
recio. Eso me pasó. Me equivoqué, lo quise agarrar con una mano, con la
otra llevaba comida, agua y no aguanté el jalón del tren, me solté y me
caí”. Ahora William usa una prótesis mientras trabaja como agricultor en
Honduras.
La
amputación del brazo derecho de Wilfredo queda oculta bajo la tela de
su camisa verde. Originario de San Pablo Tacachico, departamento de La
Libertad en El Salvador, cuando ya llevaba más de la mitad de su viaje
por México y sentía que tenía “el pie seguro” en Celaya, Guanajuato su
travesía fue interrumpida. Su accidente ocurrió el 2 de Mayo de 2014.
“Tumbaron
a tres ese día, íbamos en ese vagón 25 personas, en la parte de arriba
del tren. En ese tren éramos más o menos 600 personas, el puñado de
migrantes. Nosotros huimos de nuestros países por la delincuencia y nos
venimos a topar con la misma delincuencia acá”, recuerda. Después un
largo silencio en medio de su relato, y sigue: “Llegan y tumban a la
gente, el que no tiene dinero ahí lo avientan, el tren va en marcha y
van tumbando como si es basura usted, así lo tumban a uno”. Después de
que lo arrojaron, no recuerda cuánto tiempo pasó para que llegara la
Cruz Roja Mexicana por él y otro migrante que perdió su pierna ese
mismo día.
Fue
a partir del 2011, según describe la coordinadora regional de migración
del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Marie Astrid
Blondiaux, que inició formalmente el trabajo de este organismo
internacional: “después de un análisis más profundo vimos claramente que
las personas migrantes, no sólo las amputadas, constituían y todavía lo
constituyen uno de los grupos más vulnerables de la población en la
región”.
Aunque
hay un subregistro, el CICR en México contabiliza 103 casos de
migrantes amputados entre 2012 y 2014. En 2012 fueron atendidas 41
personas amputadas, mientras que en 2013 y 2014 la cantidad fue la
misma, 31 casos respectivamente.
Hondureños
y cada vez más jóvenes es el perfil de los migrantes mutilados por el
tren, 71 migrantes procedentes de este país fueron atendidos por
amputaciones, mientras que los salvadoreños fueron 17 y los
guatemaltecos 12. Además se reportan atenciones a tres nicaragüenses en
2012. Y aunque la cantidad es variable por años, con una aparente
tendencia a la baja (ver gráficos), los casos de migrantes gravemente
lesionados o enfermos ha aumentado en ese periodo, pasando de 24
atenciones en 2012, a 33 en 2013 y 43 casos en 2014.
A
través de un mapa de México, el CICR ubica dónde ocurren la mayor parte
de accidentes con el tren que generan una mutilación. El 36% en el
estado de Veracruz, donde en el 2014 se reportaron 11 personas
resultaron mutiladas por el tren en esa zona, seguido por el estado de
Tabasco. Estos datos coinciden con la ruta ferroviaria por donde pasa La
Bestia.
En
el 2014, año en el que aumentó el flujo migratorio de niños y niñas, el
Comité Internacional de la Cruz Roja reportó cinco casos “tuvimos una
frecuencia más alta en el caso de menores amputados y heridos”. Entre
esos niños atendidos está el de un bebé de 11 meses que perdió su
pierna izquierda cuando cayó del tren junto a su madre el 28 de Mayo
de 2014 en la ciudad Ixtepec, en Oaxaca.
Esta
familias hondureña procede de una comunidad garífuna
(afrodescendientes de Centroamérica) y huían de su país por la
violencia. En el mismo estado de Oaxaca, en Julio de 2014, al
descarrilarse el tren “La Bestia” un adolescente migrante guatemalteco
de 17 años que perdió una de sus piernas.
En
México los llamados “Grupos Beta” del Instituto Nacional de Migración,
creados en 1990 para auxiliar a migrantes víctimas de la delincuencia en
su tránsito por México, registra los casos de “asistencia y protección
a los migrantes”, en sus informe de actividades. Desde 2002 y hasta
2011 se incluye la cantidad precisa de migrantes mutilados: uno en 2002,
35 en 2003, 85 en 2004, 96 en 2005, 74 en 2006, 39 en 2007, 15 en
2008, 14 en 2009, ocho en 2010 y seis en 2011.
En
total, desde 2002 a 2011 y según esta información oficial del Instituto
Nacional de Migración en México, 373 personas fueron mutiladas por el
tren “ La Bestia”. Sin embargo estos datos no aclaran si la mutilación
fue de un brazo, una pierna o ambas extremidades.
En
los últimos tres años los informes del INM fueron menos específicos. En
2012, informó que auxiliaron a 102 migrantes aunque continúan sin
aclarar cuántos de ellos fueron personas mutiladas por el tren. Estos
datos corresponden a la administración del Presidente Enrique Peña
Nieto; la información no especifica qué tipo de lesiones o heridas
fueron las que presentaban las personas heridas o su nacionalidad,
sólo dice que “incluye a los migrantes lesionados o heridos y a los
mutilados atendidos por los Grupos Beta de protección a migrantes”,
tampoco mencionan la palabra “tren” como origen de la discapacidad. Lo
mismo ocurrió en 2013, cuando se registraron atenciones a 1,577
migrantes “ lesionados o heridos atendidos” ; y en el 2014 cuando
atendieron a 558 migrantes también “ lesionados o heridos” a las que
ofrecieron primeros auxilios y atención prehospitalaria.
Las presas de La Bestia
Lo
que solamente aparece como cifras en los informes del Instituto
Nacional de Migración son los rostros que Doña Olga Sánchez Martínez ha
conocido en la sala de urgencias del Hospital Regional de Tapachula
desde 1990. Ella reconoce que aún viviendo en la frontera del sur de
México ignoraba, como muchos, que hubiera gente amputada por el tren
porque el silencio se imponía por la cotidianidad. Tan acostumbrados
estaban al silbido del tren que los migrantes pasaban como fantasmas.
Entre enfermeras y doctores Doña Olga vio como “el hospital recibía y
recibía, los aventaba como cualquier objeto a un cuarto: “esos son
migrantes, esos son de Honduras, esos son de El Salvador…esas son las
basuras que están aquí”. Ella los tomó como hermanos.
Virgilio,
originario de Honduras, perdió a inicio de año su pierna izquierda al
caer al tren. Él es de los que esperan a que sus heridas sanen para
volver a sus países mientras en el Albergue “Jesús, el Buen Pastor”
encuentran un hogar de paso donde reciben la prótesis donadas por el
Comité Internacional de la Cruz Roja, a través de su programa de
asistencia a migrantes.
“Estuve
un tiempo viviendo en mi patria. Después de mi accidente en Honduras
viví cuatro años, después me vine para México y así he estado viniendo y
saliendo”, dice Raúl para explicar su vida desde aquel 2006 en que su
viaje hacia Estados Unidos quedó detenido cuando perdió sus dos piernas.
Él vive en Tapachula, Chiapas, junto a otros migrantes que siguen sin
retornar a Honduras, El Salvador o Guatemala; algunos intentan vivir del
comercio, pero la mayoría pide dinero en las calles.
Otras
víctimas de La Bestia ya regresaron a sus países de origen, donde una
nueva lucidez ganada tras adquirir la condición de discapacidad les hace
señalar claramente que las injusticias que los empujaron a salir
continúan y se repiten con ellos una vez más, retornados y con
discapacidad.
“Yo
tengo cuatro hijos y los cuatro estudian. Yo pago renta, yo vine a
hablar a Casa Presidencial para que nos apoyaran con un plan de
vivienda, eso fue hace dos años y todavía no se realiza. En este momento
yo estoy debiendo siete meses de renta y quieren que yo desaloje”, dice
Norman, hondureño mutilado en 2005 y vicepresidente de la Asociación de
Migrantes Retornados con Discapacidad (Amiredis).
Una nueva amenaza
En
2013, el Instituto Nacional de Migración de México (INM) reportó 63,843
migrantes repatriados y el 96.7% procedentes de Honduras, Guatemala y
El Salvador. Cerca de la mitad son detenidos cerca de la frontera con
Guatemala y devueltos desde Chiapas, al sur de México.
El
goteo es incesante y aunque algunos de los migrantes planean volver a
intentar llegar a Estados Unidos, no todos se dieron cuenta que la ruta
migratoria cambió en México a partir del Programa Frontera Sur
que lanzó el Gobierno Federal en agosto. El tren dejó de cargar a miles
de migrantes arriba de sus vagones, que ahora se mueven entre los
matorrales y montes caminando largos trayectos. A pie y hasta por ruta
marítima, los migrantes tienen que esquivar los operativos del Instituto
Nacional de Migración.
Los
activistas que atienden en diferentes albergues, como la Casa del
migrante “Hogar de la Misericordia” en el municipio de Arriaga, Chiapas,
advierten que la nueva infraestructura ferroviaria, el cambio de
durmientes o mallas ciclónicas en diferentes puntos exponen más a los
migrantes. Advierten que esto los invisibiliza al tener que tomar nuevas
rutas y aumenta el riesgo de lesiones o mutilaciones.
El
sufrimiento conocido por unos e ignorado por otros no frena el viaje de
muchos que desean llegar hasta Estados Unidos. Marvin, uno de los
migrantes que espera tomar el tren en Arriaga cuenta que Juan Carlos, su
vecino en Honduras, perdió sus piernas por el tren. Al preguntarle si
esto no le da miedo, responde: “Mi suerte va a ser otra”.
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Reportaje elaborado por María Cidón y Priscila Hernández
redaccion@criterio.hn /colaboración Connectas / 9 noviembre, 2015
Medio
en risa, medio serio, dice Rony que uno se asusta de ver tanto
hondureño en las rutas del migrante hacia Estados Unidos. Él lo sabe
porque a sus 27 años lo intentó cuatro veces, dos con éxito pero fue
deportado, una tercera fue detenido en México y en la última, en 2012,
le fue peor porque perdió las dos piernas al caer del tren. Pero con
todo es un muchacho alegre y jovial, cariñoso con las personas mayores
de las cuales cuenta que se ganó su afecto mientras se recuperaba de las
heridas en un asilo de hermanas de Santa Teresa de Calcuta en San Luis
Potosí.
Según
reporta el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) entre 2012 y
2014, 71 hondureños han resultado amputados. Y es que gran parte de los
migrantes que resultan lesionados de gravedad y que toman la peligrosa
ruta del tren por la ser la vía más rápida, son de este país. La mayoría
salen por la frontera de Guatemala con México por Tenosique, donde es
más rápido llegar hasta el tren, esto lo expone más mientras que mucho
de los migrantes de Guatemala y El Salvador son frenados antes en
controles migratorios, principalmente en la zona de Tapachula, Chiapas.
¿Y por qué son más los hondureños?
Los
migrantes consultados suelen citar dos factores: pobreza y violencia, y
aunque estas dos temáticas son comunes en los países del Triángulo
Norte, en Honduras se disparan las cifras. El segundo país más poblado
de la región, con 8.1 millones de habitantes (2013) ha estado a la
cabeza del ránking de homicidios en los últimos años. En 2012 fue el
país con más muertes violentas del mundo sin ser un país en conflicto.
Se cometieron 7,172, es decir que la tasa de homicidios por cada 100 mil
habitantes fue 90,4, según Informe Global de Homicidios 2013 de la
Organización de Naciones Unidas (ONU). Ese mismo año en El Salvador se
cometieron 2,594 asesinatos, con una tasa de 41,2 y en Guatemala 6,025,
con una tasa de 39,9 homicidios.
Además
de los tres países del Triángulo Norte, Honduras es el que tiene el
Índice de Desarrollo Humano (IDH) más bajo situándose en el puesto 129. Y
es que más de dos tercios de la población vive en pobreza y cinco de
cada 10 hondureños en extrema pobreza, según datos del Banco Mundial
para 2012. En las zonas rurales, esa proporción aumenta a seis de cada
10 hogares en extrema pobreza. Otro “buen motivo” para probar suerte en
otro lugar.
Sin
embargo la población inmigrante es la segunda más baja de los tres
países, con un 0.3% de su población, es decir 1.2 por cada 1,000
hondureños. Mientras Guatemala registra uno por cada 1,000 y El Salvador
siete de cada 1,000, según cifras de la Organización Internacional de
las Migraciones (OIM).
Pero
quizás uno de los factores que más incide en que los hondureños
registren la cantidad más altas de migrantes amputados es también la
visibilización del fenómeno que se ha logrado en su país. Y en esto
Honduras también destaca al ser el único país de la región que desde
2009 cuenta con una organizacion no gubernamental especializada en
apoyarlos, la Comisión Nacional de Apoyo a Migrantes Retornados con
Discapacidad (Conamiredis) que trabaja con el apoyo de la Pastoral de
Movilidad Humana. A la fecha han atendido a 400 migrantes, siendo el 95%
de ellos amputados por La Bestia. De esa cantidad, mantienen un
contacto permanente con 250 de ellos, a quienes les ofrecen un apoyo
integral, pero no asistencialista, señalan sus representantes.
Rony
espera a que le tomen las medidas para hacerse unas prótesis nuevas en
la Fundación Nueva Vida de Choluteca, Honduras. Foto: María Cidón
Entre
los ultimos logros de la Conamiredis está el haber carnetizado a muchos
de ellos como personas con discapacidad para que el gobierno hondureño
subsidie descuentos para el transporte público, servicios médicos,
espectáculos, etc. Aunque todavía falta que el Estado divulgue más
estas facilidades porque algunos migrantes denuncian que se han burlado
de ellos al mostar el carnet cuando abordan el bus.
“El
trabajo que hacemos en conjunto con el CICR es que nosotros le damos
seguimiento, monitoreo y detención de casos a las personas que vienen
repatriadas de México o que han sido identificadas de años anteriores”,
dice Karen Núñez, coordinadora de Conamiredis.
Karen
indica que en 2014 fueron repatriados por vía aérea 18 casos de
hondureños amputados, pero que gracias a las salidas diarias al terreno y
las visitas que hacen en el seguimiento a otros casos les informaron de
otros que no aparecen en los registros del CICR. “Solo el año pasado
identificamos a 20 personas que habían sufrido en la ruta migratoria en
años anteriores, para nosotros son nuevos porque no los teníamos en la
base de datos. Entonces nosotros decimos que en 2014 hubo 38 personas
retornadas, identificadas con discapacidad”.
Pero
antes de Conamiredis, en Honduras ya había surgido un movimiento propio
de migrantes, algo que por el momento no ha sido replicado en los
países vecinos, se trata de la Asociación Nacional de Migrantes
Retornados con Discapacidad (Amiredis) que se hizo famosa en 2014 al
realizar una caravana hasta México para reunirse con el presidente
Enrique Peña Nieto. A finales de febrero pasado montaron de nuevo una
gira, esta vez para ir hasta la mismísima Casa Blanca en Washington, y
reunirse con el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. “Vamos a
salir un aproximado de 40 personas para hablar con él y explicarle a
Obama los planes que tenemos porque sabemos que nos va a recibir porque
es parte de la pérdida del futuro de nosotros”, dice Norman Varela,
vicepresidente de Amiredis.
Karen Núñez, coordinadora de Conamiredis y Norman Varela, vicepresidente de Amiredis. Foto: María Cidón
Norman
nació en Puerto Cortés, municipio de la costa caribeña de Honduras, y
presume de su ascendencia garífuna (afrodescendientes centroamericanos).
Es un tipo alto, grande, de voz grave, sus carcajadas casi intimidan.
Dice que se volverá a subir al tren si es necesario y que en su país no
le dan oportunidades porque al verle su prótesis lo marginan. Pero él la
muestra con orgullo. ”Estoy orgulloso de cargar esta prótesis que yo
camino y sé que muchos pueden hacer lo mismo, caminar con una prótesis,
la vida no se ha acabado ahí. Yo uso bastón con una ética, para que me
miren que soy una persona con discapacidad y que necesito el apoyo de
ellos, eso es lo que representa el bastón: apoyo”, expresa Norman.
A
mediados de marzo, la caravana de 17 migrantes en ruta a Washington ya
había llegado al DF donde solicitaban al consulado de su país en México
que les extendiera pasaportes para continuar su camino con pancartas que
decían: “somos guerreros anónimos”.
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