El
diálogo no es la solución, pero sí el gran camino, es el instrumento
para que los sectores de la sociedad hondureña lleguemos a acuerdos
básicos sobre los grandes problemas y conflictos que nos agobian.
Las
cosas como las vemos. Lo que se ha hecho en estas dos semanas de
publicitadas reuniones del presidente con diversos sectores de la
sociedad, no es diálogo nacional. Estas decenas de reuniones las podemos
llamar como la organización por parte del Ejecutivo del bloque
oficialista o afín al oficialismo.
Por muchas y variadas que sean las
organizaciones y las personas que en ellas han participado, tienen como
común denominador un básico respaldo y reconocimiento a la acción y
legitimidad del gobierno que preside Don Juan Orlando Hernández.
Vistas
así las cosas, el Señor Carlos Madero, nombrado por Don Juan Orlando
Hernández, no puede ser representante del diálogo nacional, porque en
los hechos no existe un diálogo nacional. En todo caso, será vocero o
representante del bloque oficialista o afín al oficialismo, y a él se
unirán otras voces que se han ofrecido o se ofrezcan para facilitar.
Serán en cualquier caso, voces o personas facilitadoras del bloque
oficialista o afín al oficialismo.
En
el otro extremo se encuentra el otro bloque, el bloque de los
indignados o afín al bloque de la indignación. Es el conformado por las
muy diversas representaciones de las caminatas de las antorchas que,
como es evidente, convoca a muchas decenas de miles de personas
indignadas. Este bloque o mesa de la indignación tiene sus demandas y
sus condiciones que muy poco tienen que ver con las demandas, y sobre
todo con las condiciones de la mesa del bloque oficialista o afín al
mismo.
La
instalación del diálogo nacional deberá tener la plena representación
de estos dos bloques, tan hondureño uno, como hondureño el otro. Estamos
de acuerdo que la mediación deberá estar conducida plenamente por
instancias de la ONU y de la OEA, las cuales podrán contar con
facilitadores tanto de un bloque como del otro. La representación en la
mesa de diálogo la decidirán las organizaciones o instancias de cada uno
de los bloques. El gobierno, en tanto actor frontalmente cuestionado
hasta niveles de deslegitimación por parte del numeroso bloque de la
indignación, solo podría influir en temas y representaciones de su
propio bloque, y no en el bloque que lo adversa, porque esencialmente
deslegitimaría la mesa de diálogo.
Los
mediadores deberán sentarse previamente con cada uno de los bloques
como condición para la instalación de la mesa de diálogo. Y los temas a
discutir o debatir deberán lograrse en base a consensos entre los
facilitadores de ambos bloques coordinados por los mediadores.
Con
lo dicho, dejamos por sentado que vemos el diálogo como el gran
instrumento para que los diversos sectores de la sociedad hondureña
busquemos respuestas a los grandes conflictos y a la gran polarización
social y económica que nos divide. El diálogo no existe todavía. Lo que
el gobierno llama diálogo nacional no pasa de ser la estructuración de
su propio bloque. Hasta que no se sienten los representantes o delegados
de ambos bloques, en igualdad de condiciones y bajo una agenda
consensuada entre ambos y bajo la coordinación de los mediadores, nadie
en el país podría decir que estamos en diálogo nacional, sin caer en una
tremenda irresponsabilidad. Escuchar y descargar Nuestra Palabra
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