La corrupción es tan esencial en
los grupos de poder que sus redes mafiosas han mostrado la capacidad de saquear
fondos de la impenetrable fuerza naval de Honduras por un
poco más de 14 millones de lempiras, sin que intervenga la comisión de banca y
seguros, sin que se diga cuál fue el banco estafado y sin que el asunto sea relevante
en los medios de comunicación; más bien, ocurre gracias a la complacencia de esa comisión.
Es un pequeño asunto entre esas redes que se
establecen desde las gerencias de los bancos y se instalan en la pagaduría
oficial. No es nada grave, sólo son 14 millones
y todas las agencias de inteligencia de los militares y del mundo entero
buscan a los responsables.
No se requiere tanta inteligencia para inferir que
en esa mafia hay participación de
cajeros, gerentes, oficinistas y oficiales militares de jerarquía. Nadie llega
fácilmente a un banco con tres cheques consecutivos y se embolsa todo ese
efectivo. A menos que se encuentre en Honduras y en una superpoblada ciudad
como La Ceiba en donde es imposible hallar un aguja en ese pajar.
Esa corrupción pública toca todos los nervios
del poder hasta convertirse en ley del Estado, no pueden vivir sin ella y
defienden ese privilegio con toda la fuerza posible. Corrupción e impunidad van
de la mano y por ahora son los valores fundamentales de los grupos del poder político
y económico en el país. Les funciona muy
bien y es lo que hace posible las grandes fortunas; en su defensa han sido
capaces de presentar a empresarios, políticos y religiosos como modelos
sociales dignos de imitar. Ponen a muertos y a vivos como ejemplo a seguir:
Abraham Bennaton Ramos sobornado por las compañías bananeras con 8 millones de
dólares, ahora brinda conferencias para la empresa privada sobre ética empresarial;
al fallecer Miguel Facusse recibió
honores de todos los grupos del poder económico y político, su capital se fundamentó
en la estafa a la Corporación Nacional de Inversiones; Juan Hernández aceptó públicamente
que su campaña electoral se financió con fondos robados del Seguro Social, hoy
pretende encabezar el diálogo nacional contra la corrupción.
Una prueba de esa pragmática de los valores se
encuentra en La Gaceta del Estado de Honduras del 6 de febrero de 2014 en donde
se hace ley nacional el decreto 277-2003. Se establece un convenio por 15 años
entre el Estado y la Fundación para la Educación y Comunicación Social que
preside un sujeto llamado Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, alias Su Eminencia
o Cardenal, por más de 1583 millones de lempiras. Y el buen uso de ese dinero
producido con el sudor y la sangre del pueblo, que no es la sangre de Cristo
como pregonan esos santos varones, dinero proveniente de los impuestos que la
iglesia no paga, esa inversión se nota
en la empresa de comunicaciones de la iglesia católica como canal 48 y Radio
Suyapa, con cobertura nacional y en el desarrollo de la Universidad Católica,
un gran negocio que genera más de 200 millones anuales gracias a su facultad de
medicina y que bloquea otros desarrollos educativos como ser la creación de una
Universidad Centroamericana gestionada por los jesuitas. Estos si son
peligrosos y no se debe permitir su accionar en la educación superior. Impedir
el funcionamiento de la UCA en el país es una de las grandes hazañas de ese
individuo emparentado con viejos seguidores de Tiburcio Carías.
Son cientos de miles que por ahora caminan iluminando tanta obscuridad, que aterran a los corruptos con sus pacificas marchas, que tienen asustados a los que envilecen a Honduras y que aquí están retratados en una de las más hermosas y duras canciones existentes, La Belleza de Luís Fernando Auté:
“Míralos, como reptiles,
al acecho de la presa
negociando en cada mesa
maquillajes de ocasión;
siguen todos los raíles
que conduzcan a la cumbre,
locos por que nos deslumbre
su parásita ambición.
Antes iban de profetas
y ahora el éxito es su meta
mercaderes, traficantes,
más que nausea dan tristeza,
no rozaron ni un instante
la belleza…”
Fuente: GZ Red FIAN-Honduras
Fuente: GZ Red FIAN-Honduras
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