Lunes, 29 de junio de 2015
Víctor
Manuel Ramos
Muy a pesar de que el
movimiento de los indignados se ha expandido, como fuego en reguero de pólvora,
a todos los rincones del país y a muchísimos lugares del mundo en donde habitan
hondureños bien nacidos, el gobierno se empeña en hacerse el sordo frente a la
demanda principal y sustantiva: la instalación de una Comisión internacional,
patrocinada por la ONU, para que venga a hacer una exhaustiva investigación de
los actos de corrupción, de los cuales, la cúpula gobernante se supone
responsable.
Frente a esta
exigencia, que ahora cuenta con el respaldo de la gran mayoría de los
hondureños, cansados de tanta corrupción y hartos de ver como la impunidad
campea en nuestro país, el presidente, que es el principal cuestionado por los
portadores de las antorchas, ha estado tratando de neutralizar la indignación
nacional con la propuesta de medidas distractoras destinadas a desmovilizar el
movimiento de indignación y a hacernos volver, a los hondureños víctimas del
latrocino en contra de las arcas del Estado y de los dineros que el pueblo sitúa
en IHSS y el sus institutos de jubilación, a la tranquilidad del hambre y la
enfermedad, a la paz de los sometidos.
Muchos de los aliados
del gobierno, beneficiarios algunos del flujo de dinero de la corrupción y del
atraco al Estado, proponen sus propias medidas, de compadre hablado con el
presidente, con las mismas intenciones destinadas a la desmovilización.
Proponen, por ejemplo un diálogo, muy a pesar de algunos de los ideólogos de JOH
que creen, a pie juntillas, que el gobierno no está obligado a dialogar con el
pueblo, sobre todo si se trata de acceder a propuestas para ellos disparatadas
como la exigencia de la Comisión contra la corrupción y la impunidad, no obstante que quienes proponen el diálogo
son los mismos que siempre han ansiado hipócritamente un país pacífico, con su
pueblo sometido a la bota militar y a la prepotencia que permite el drenaje deshonesto
de los fondos del pueblo. Los marchistas y el pueblo no solicitan diálogo. De
ninguna manera, porque las experiencias previas han demostrado que tales circos
solo han conducido a la nada. Los marchistas lo que exigen es la instalación
pronta de la Comisión y el juzgamiento, sin interferencias por parte de los
acusados apoltronados en las posiciones del gobierno del país, de los
responsables de los latrocinios.
No se puede aceptar un
diálogo con quienes el pueblo considera los principales sospechosos del fraude
en contra del país. No se puede aceptar un diálogo con quienes están
parapetados con el poder para utilizarlo en su defensa propia, para burlarse de
nuevo de la mayoría de los ciudadanos y, de esa manera, poder seguir en la acostumbrada
manera de gobernar a Catrachilandia: robando y desamparando a la nación.
No faltan quienes se rasgan
las vestiduras y advierten la catástrofe nacional a causa de las marchas y de
las huelgas de hambre. Para ellos todo está bien en Honduras y no hace falta
que la juventud despierte y exija honradez en el ejercicio público. Nada más
falso. La catástrofe la vivimos desde hace cerca de doscientos años porque
quienes nos han gobernado, con raros intervalos, simplemente se han instalado
en los puestos de conducción del país para enriquecerse inmoralmente. Por eso,
tampoco es válido el argumento de que quienes hemos dicho basta a la corrupción
estemos en el afán de dividir a la nación, porque en efecto, desde hace mucho
estamos divididos: por un lado el pueblo hondureño consiente y por el otro, el
grupúsculo corrupto, que se aferra al poder para evitar la justicia y para seguir
esquilmando a la hondureñidad, para mantenerla arrinconada en la miseria, apta
para extender la mano por cincuenta lempiras a cambio de sometimiento
incondicional.
No crean, el presidente
y sus adláteres, que lo que ocurre en Honduras hoy, que la indignación del
pueblo, que la férrea determinación de no seguir soportando más a los corruptos
en el gobierno, que la decisión intransigente de ver a los saqueadores tras las
rejas, repito no crean que se trata de una fábula de Esopo. No desestimen la
fuerza del pueblo. No se envalentonen con la fuerza que les dan las armas. No
sigan con los oídos taponados frente al clamor popular. Quizá un poco de reflexión
les hará rectificar. Y para reflexionar quizá baste recordar la Toma de la
Bastilla, la revolución bolchevique, la guerra de liberación desarrollada en
Cuba, las acciones del pueblo guatemalteco con los mismos propósitos que los
nuestros. Reflexión, solo eso. Diálogo no, porque eso sería darles autenticidad
a quienes deberían estar frente a los jueces, en una auténtica rendición de cuentas
a la hondureñidad. El país está incendiado por los corruptos, las antorchas
solamente nos iluminan el camino de la redención nacional.
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