La
capital hondureña es el principal escenario de las crisis múltiples que
vive el país. Está compuesta de dos ciudades Comayagüela y Tegucigalpa y
juntas albergan un millón y medio de habitantes. Lo más valorado de
estas ciudades es su clima, y la posibilidad de hacer trámites
administrativos.
La
capital hondureña está en plena decadencia. Una ciudad ambientalmente
insostenible, la principal calamidad en materias de recursos naturales
es el agua, no produce el agua que consume, buena parte de los barrios
pasan semanas sin agua.
El agua se convirtió en buena parte de los
capitalinos en un servicio privado y de lujo que lo obtienen si tienen
dinero para pagarlo. Pero también esta ciudad no soporta una hora de
lluvia, porque colapsan las principales calles y avenidas y las casas de
las familias más empobrecidas empiezan a derrumbarse.
Su
decadencia no solo es ambiental, también es política. En esta ciudad
están las principales ratoneras desde donde se mueven los hilos de la
política hondureña. Aquí se cocinó el descalabro del Seguro Social, es
el escenario donde se reparten o se cambian los magistrados o los
fiscales del Ministerio Público, es donde se pone precio a cada político
o funcionario público. Desde casas particulares se deciden las reformas
a la constitución según el capricho de partido político que esté en el
poder y se negocian la empresas estatales con el grupo económico que
financió la campaña electoral.
Es
una ciudad donde casi todo se mueve desde el cálculo político, desde la
sospecha, buena parte de los asuntos públicos se resuelven en
corredores subterráneos de la negociación política. La zancadilla para
escalar en cargos públicos es algo cotidiano, hacer dineros del erario
público a cambio de asegurar lealtad de un partido es regla de
convivencia. En la capital hondureña lo único transparente son su cerros
pelados, sin bosques, llenos de casitas. Que dicho sea de paso, cada
noche se transforman en una noche de árbol navideño.
Un
rasgo muy propio de la capital hondureña, es que la mayoría de su gente
vive del presupuesto nacional. Quien está dentro del presupuesto
existe, quien queda fuera del presupuesto sobra de la ciudad. Atrás del
presupuesto nacional está la elite política y económica, está el
activista del barrio, están las ONG de la grandes corporaciones. La
lucha por entrar en el presupuesto en una carrera sin reglas, donde se
impone la ley de los fuertes. Ojo si se quedó fuera del presupuesto
nacional, le tocará tocar las puertas de la cooperación internacional o
del mundo diplomático, y si ahí cerraron las puertas, lo único que le
espera es un mercado informal.
Una
cosa sorprende en esta ciudad, lo cual debe agradecer la clase
política, lo bueno que es la gente más empobrecida. Porque siendo la
mayoría, siendo los más aplastados por los políticos y siendo los que
más sufren la violencia, no reacciona con la misma violencia que sufre
contra sus opresores. Sin embargo, esa pasividad es la que sostiene a
los opresores, y hace que sigan gobernando la ciudad, el país como una
hacienda privada.Escuchar y descargar Nuestra Palabra
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