El
crimen organizado no existe por sí mismo. Existe gente que se organiza
para cometer crímenes y delitos. Y esa gente no siempre es del bajo
mundo. Las apariencias suelen engañar. Si de un lado de una gran avenida
hay casas muy elegantes, protegidas con grandes portones y seguridad
privada, y si al otro lado hay gente en casuchas construidas sobre el
bordo de un río, la conclusión normal es que del lado marginal está la
delincuencia, mientras que en las casas elegantes habitan las personas
honradas que son amenazadas por los jóvenes que habitan en el bordo del
río.
Las
apariencias engañan. En estos tiempos nadie puede estar seguro de qué
lado está la delincuencia más organizada. Si personas o grupos se ponen
de acuerdo para realizar negocios ilícitos con droga, armas, personas,
riquezas naturales, vehículos, estas actividades son parte de la
criminalidad organizada.A todas esas personas y grupos criminales, por estar muy bien organizados para cometer crímenes y delitos, se les llama mafias, y las hay mafias locales como nacionales e internacionales. Estas mafias se especializan en hacer muy bien el mal, de manera que las mafias más perversas son aquellas que realizan la estafa, el fraude, el robo, la violencia y todos los delitos posibles de la manera legal más impecable. Los verdaderos mafiosos no son personas mal vestidas o sucias, ni viven en barrios o colonias marginales. Los auténticos mafiosos son personas honorables y gozan del más alto reconocimiento. Por eso, las consecuencias y resultados de sus actividades son todavía más implacables.
Se sabe que las mafias son expertas en usar instancias de la empresa privada, partidos políticos, organizaciones no gubernamentales, Estados y diversas iglesias para ser más fuertes y dar legitimidad a sus acciones ilícitas y criminales. Muchas de sus fechorías, por estar amparadas en alguna o en varias de esas instancias, en lugar de parecer perversas o criminales aparecen cubiertas de legalidad, honorabilidad y de bendición divina.
En
nuestro país, esas mafias organizadas se han sabido revestir de colores
políticos, pero ninguna mafia ha alcanzado los más altos niveles de
organización delictiva y criminal como la que actualmente conduce y
controla el gobierno hondureño. Si Usted quiere aprender de criminalidad
organizada o de mafias delictivas, no tiene que ir ni a Italia ni al
internet, ni tiene que ir a los barrios y colonias de nuestras ciudades o
a las cárceles hondureñas. En el caso hondureño no es que las mafias se
han apoderado de grupos o partidos políticos. No. Aquí la cúpula del
partido en el gobierno es una mafia muy bien organizada para hacer
negocios por encima de cualquier ética.
Si
Usted quiere entender cómo funciona una mafia, vuelva su mirada hacia
los maestros, los altos funcionarios del gobierno actual, y allí
encontrará el modelo más acabado de lo que es una mafia política
organizada para hacer negocios y establecer alianzas turbias, elevar el
perfil de sus líderes, impulsar campañas de descrédito hacia opositores,
proteger a corruptos, usar el Estado para su enriquecimiento ilimitado.
Y se dará cuenta que cuanto más éxito tiene esta mafia entronizada en
el poder del Estado, más goza de protección legal y divina. No olvidemos
que las apariencias engañan.
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