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Bala militar, bala asesina
Escrito por Wendy Funes | Febrero 26 del 2015
Tegucigalpa, Honduras (Conexihon).-.Las botas del subteniente Josué Antonio Sierra se ubicaron cerca del cadáver, puso la boca de su fusil de reglamento en el cuerpo, del niño de 15 años, y le dio vuelta. La madrugada era fría. El joven estaba enredado en la motocicleta. En ese instante se dieron cuenta... Uno de los militares le dijo a Sierra: “hijo de p…mataste a un niño”.
Tegucigalpa, Honduras (Conexihon).-.Las botas del subteniente Josué Antonio Sierra se ubicaron cerca del cadáver, puso la boca de su fusil de reglamento en el cuerpo, del niño de 15 años, y le dio vuelta. La madrugada era fría. El joven estaba enredado en la motocicleta. En ese instante se dieron cuenta... Uno de los militares le dijo a Sierra: “hijo de p…mataste a un niño”.
Carretera a la aldea Villa Vieja, al oriente de Tegucigalpa. |
Esa madrugada turbia del domingo 27 de mayo de 2012, el cuerpo del menor Ebed Yaassiel Yanes Cáceres cayó herido al inicio del callejón de tierra que desemboca en uno de los pocos cerros con pinos, ubicado al oriente de la capital.
Unos
cien metros antes de llegar a la posta policial de Villa Vieja, el
adolescente había doblado tratando de escapar de los militares que
disparaban con fusiles Prieto Berreta y M16.
Lo
perseguían desde unos kilómetros más abajo porque había evadido un
retén militar, instalado desde la noche del sábado 26 de mayo en la
colonia Los Pinos, conformado por elementos del Comando
de Fuerzas Especiales, Fuerza Naval, Primer y Segundo Batallón de
Infantería, Primer Batallón de Artillería y Primer Batallón de Fuerzas
Especiales.
En
las comparecencias públicas, el entonces presidente Porfirio Lobo Sosa,
salía sonriente prometiendo seguridad y decía que estos operativos, de
la “Operación Relámpago”,
eran combinados entre policías y militares para proteger la vida.
Contradictoriamente esa noche en que acabaron con una vida, sólo había
militares.
No
hay ninguna evidencia en los Libros de Novedades policiales que haga
constar que esta operación era combinada, unas horas antes, a las 21
horas solamente hubo un operativo policial, pero a la altura de la Posta
de Villa Vieja.
El padre de la víctima, Wilfredo Yanes, quiso denunciar ante el entonces Comisionado Nacional de Derechos Humanos, Ramón Custodio, que los militares mataron a su hijo, pero el comisionado se negó a recibirlo.
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Un testigo a contraluz
Desde
el inicio del cerro, esa madrugada fresca, cualquiera pudo ver, sin ser
detectado, el momento en que militares dispararon con sus armas
estatales y oír el estruendo de la tierra y las piedras cayendo sobre el
techado de las casas.
Wilfredo Yanez muestra la fotografía de su hijo asesinado. |
Una persona que no quiso hablar con las autoridades, por miedo, contó a Conexihon las escenas temibles que vivieron esa madrugada.
“Vi
un carro grande, era un carro muy grande, tipo paila, vi hombres
encapuchados, vestidos con traje moteado. Los hombres caminaban
apuntando con los fusiles revisando las tres entradas”.
Desde
el cerro, las tres entradas se ven como una cruz porque hay una vereda a
la derecha, otra a la izquierda y la de en medio en cuyo umbral quedó
el cuerpo del menor.
“Los encapuchados buscaban si alguien los vio cometer el crimen y después se fueron”, recordó el testigo.
“Llegaron
en un carro grande que parecía ambulancia y que tenía una sirena con
luces de colores en la parte de arriba”. En su descripción, el testigo
parece hablar de una sirena policial, sin embargo las patrullas
militares no andan sirenas y el único vehículo que coincide con esas
características es una Patrulla de Carretera de la Unidad Metropolitana
de la Policía número 4 que depende de la colonia Kennedy y que tiene
jurisdicción en la posta de Villa Vieja.
No
obstante, la Jefatura de la colonia Kennedy –según constató Conexihon-
registró este hecho hasta a las 4:45 de la madrugada del 27 de mayo de
2012, la patrulla 74 tomó nota de la muerte indeterminada de una persona
de unos 20 años y la policía asegura que no tuvo conocimiento inmediato
de las circunstancias de esta madrugada, de acuerdo con el Libro de
Novedades.
Otro
testigo, denominado Derechos Humanos, llamado así por la Fiscalía, vio
el carro conducido de retroceso, por la bocacalle, y a los militares que
se bajaron para recoger los casquillos de la escena del crimen.
El
Testigo A1 y A3 declararon en el juicio que Sierra les ordenó recoger
los casquillos, le reportó lo sucedido al Alférez de Fragata, José
Emiliano Novoa Fúnez y que después de cometer el crimen, los mandaron
hacia las instalaciones del Instituto Hondureño de Mercadeo Agrícola
(IHMA), donde estaba la base toda la operación.
En
el recorrido de Villa Vieja hacia el IHMA iban botando los casquillos
que recogieron de la escena del crimen. Los cartuchos fueron tirados
cerca de la zona popularmente conocida como “Villas del Sol", en las
cercanías de ese centro comercial también hubo otra muerta esta
madrugada. La víctima fue identificada como Javier Antonio Escobar
Martínez, por disparos de arma de fuego.
Hechores y móviles, en proceso de investigación, dice el Libro de Novedades Policiales.
Según cuatro Testigos Protegidos, cuando llegaron a la base del IHMA, Sierra les solicitó a sus subalternos guardar silencio.
Tres de los militares acusados por el crimen contra el menor. |
Después
del crimen, el Testigo A1 declaró: “el subteniente Sierra, al mando del
operativo, reportó el hecho al coronel Girón (Juan Rubén Girón Reyes)
que había matado al muchacho de la moto, inmediatamente a todos los
soldados les ordenó regresar a la sede del operativo y en el IHMA, los
coroneles les dijeron lo que tenían que declarar”.
“Altos
oficiales ordenaron ocultar los hechos”, sostuvo el Testigo protegido
A1, en el juicio en el que se condenó al sargento, Eleazar Abimael
Rodríguez Martínez, por homicidio.
La
Fiscalía probó que el sargento, el único condenado por este crimen,
portaba el fusil Prieto Berreta con serie A07384G del que salió la bala
homicida.
En
el mismo juicio, el Tribunal de Sentencia declaró como hechos probados
que también cometieron homicidio, el cabo, Felipe de Jesús Rodríguez y
el subteniente, Josué Antonio Sierra, pero no los podían condenar porque
la Fiscalía no los acusó, sentenciaron los jueces.
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Dos coroneles y cuatro oficiales de las FF. AA
El
Alférez de Fragata, José Emiliano Novoa Fúnez, era el encargado del
operativo de este sábado por la noche, según la Fiscalía. En
declaración judicial dijo que él estaba a cargo de la operación. En un
informe interno de las Fuerzas Armadas, hecho por el Alférez de Fragata,
escribió que el ofendido pasó a bordo de una moto y se hicieron
disparos al suelo sin ocasionar daños, según se evacuó como prueba en el
juicio oral y público por el homicidio del adolescente.
Los
testigos dijeron que correspondía dar cuenta del crimen a su superior,
al subteniente Sierra, y así lo hizo. Se lo reportó al Novoa Fúnez y al
coronel Girón.
Esa
noche, el siguiente en la cadena de mando era el teniente coronel Juan
Rubén Girón Reyes, encargado de la supervisión. Ambos omitieron
denunciar el hecho, por eso la Fiscalía los acusó.
Más
arriba en la cadena de mando estaba el coronel de Artillería, Raynel
Enrique Fúnez Ponce, comandante del Batallón de Fuerzas Especiales. En
el interrogatorio fiscal, el coronel Fúnez Ponce declaró que andaba de
viaje en Estados Unidos.
El
lunes de 28 de mayo se reintegró a sus labores y el 29 de mayo, le
reportaron la novedad acontecida con el personal de la Operación
Relámpago, dijo el coronel, pero el Testigo Protegido A1 lo implicó en
la supuesta maraña de ocultamiento de evidencia.
¿Diga una cosa, testigo protegido, quién les cambió las armas a ustedes?, consultó el fiscal, cuando tomaba la declaración en calidad de Prueba Anticipada.
El testigo respondió: “fue el comandante de nosotros, el coronel Fúnez. ¿Por qué razón les cambió las armas? No sé, eso fue en la noche del día lunes. ¿Cuándo les cambiaron las armas, les asignaron otras armas? Sí, nos asignaron otras armas y eso fue en el momento. ¿Sabe usted para dónde se llevaron esas armas? Sí al batallón de Fuerzas Especiales que se ubica en La Venta, carretera que conduce a Olancho. ¿Más o menos a qué hora fue el cambio de arma? Fue el día lunes, como a eso de las 7:30 de la noche”. ¿Cuál es el nombre del coronel Fúnez? No lo sé. Sólo sé que es un Fúnez Ponce, asignado al Primer Batallón de Fuerzas Especiales en La Venta. ¿Exactamente por qué dice usted que se les cambió las armas para evadir el problema a efecto si se investiga algo? Creo que esa es la intención para que no nos culparan de este hecho…eso quien lo dijo fue el Coronel Fúnez y él dijo que dijéramos que sólo estuvimos en la Ulloa, en la Honduras y luego al IHMA. Y él nos dijo que en el carro había 10 armas que las cambiáramos y que dejáramos las que andábamos”.
El
coronel Fúnez Ponce dice en un documento que escribió para la Escuela
Naval de Postgrado de Monterrey, California que “hay pocas cosas que
pueden crear un miedo tan profundo en la sociedad como la violencia
terrorista…” y precisamente terror fue el que sintieron los vecinos de
la colonia Villa Vieja esta noche.
Durante
los interrogatorios, los altos mandos se señalaban entre sí para evadir
la responsabilidad de haber entregado un lote distinto de armas.
“Hago la aclaración que los supuestos implicados estaban asignados bajo el mando de operaciones Relámpago y dirigida por el coronel Jesús Alberto Marmol Yánez, desde el 1 de mayo, ubicado en el IHMA de la colonia Kennedy”, dijo Fúnez Ponce.
Esta
era otra de las cabezas de la operación militar de esa noche: Marmol
Yánez, el otro comandante del Batallón de Fuerzas Especiales y también
coronel de Artillería.
La
Fiscalía dio también con el sub comandante del Primer Batallón de
Fuerzas Especiales, teniente coronel Mariano Mendoza Maradiaga y con el
asesor legal de Auditoría Jurídico Militar, el mayor retirado Juan José
Flores Álvarez, fueron acusados por supuesto encubrimiento y abuso de
autoridad.
Mendoza Maradiaga
declaró que esa noche estaba con fin de semana, pero no anotó su salida
en ningún libro porque es un rol interno. Su jefe era el coronel Fúnez
Ponce. El día de los hechos el comandante de la Operación era Mármol
Yánez, depuso.
Por
su parte, en su declaración, Mármol Yánez dijo que cuando la Fiscalía
requirió las armas dio la instrucción a la unidad para que las remitiera
y hubo un desfase porque los militares tienen diversidad de armas
asignadas. ¿Sabe usted quién puso a la orden de la Fiscalía el día 7 de junio las primeras armas?, consultó la Fiscalía, el coronel respondió que el comandante de la unidad, el coronel Fúnez Ponce.
A
todos ellos, excepto al coronel retirado Flores Álvarez, al teniente
coronel, Mendoza Maradiaga y al mayor retirado, Flores Álvarez, el
Juzgado de Letras de lo Penal de la Sección Judicial de Tegucigalpa les
dio auto de prisión porque encontró indicio racional de encubrimiento,
empero la Corte Primera de Apelaciones revocó el fallo y ahora el caso
pasará a la Corte Suprema de Justicia.
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“…Que guardáramos silencio”
El
Testigo A3 corroboró la orden que recibió para decir que esa noche
solamente estuvieron en las colonias La Ulloa y La Honduras. Todos
coincidieron ante los tribunales penales del país que recibieron órdenes de guardar silencio.
El oficial, Josué Antonio Sierra, aún siendo homicida –como lo catalogó el Tribunal de Sentencia- estuvo entre el público durante el juicio y ya no como imputado. |
Con
las declaraciones de Testigos Protegidos A3 y A1 se verificó que el
listado de armas y el decomiso de las mismas no correspondían a las
características de las que tenían asignadas cuando estuvieron ubicados
en la salida hacia Danlí. Específicamente en el retén de la colonia Los
Pinos, planteó la Fiscalía en la investigación.
En
el Libro de Novedades de Control y de Equipo de Armas del Comando de
Operaciones Especiales, la Fiscalía constató el tipo de armas, asignadas
a los imputados. El 12 de junio fue puesto a disposición de la Fiscalía
otro texto, entre el cual estaba el arma homicida.
“Les
cambiaron las armas para evadir las pruebas de balística, cambiaron el
listado y elaboraron otro con nuevos números de serie, reveló el Testigo
A1”, según la Fiscalía.
La
declaración de A1 se complementa con el hecho de que desde las Fuerzas
Armadas, los peritos forenses recibieron un lote distinto al utilizado
la noche del crimen. Por eso, los Laboratorios de Balística de Medicina
Forense tuvieron que hacer la comparación balística de 24 armas de
fuego, entre estas, 17 fusiles M16, marca COLT; cuatro fusiles Prieto
Beretta, tres armas de fuego, marca Browning, calibre 9 milímetros; en
la búsqueda del arma homicida, dice una acusación de la Fiscalía contra
dos coroneles, dos tenientes coroneles, un mayor retirado y un alférez
de fragata.
Hubo
manipulación para que no se pudiera identificar a los culpables que
participaron en el homicidio del menor Ebed Jassiel Yanéz Cáceres,
concluyó la Fiscalía.
Nada
de esto se conocería sino hubiese sido porque desde la mañana
siguiente, el padre de la víctima Wilfredo Yanes se juró que, aunque es
cristiano, no iba a dejar impune la muerte de su hijo.
Empezó
a buscar los testigos y ellos le contaron cómo uno de los militares le
dijo al oficial Sierra: “hijo de p..mataste a un niño”. Hasta ese
momento don Wilfredo Yanes no sabía todo lo que estaba por venir.
Lea además:
http://conexihon.hn/site/noticia/derechos-humanos/ni%C3%B1ez-y-juventud-investigaciones/%C2%A1mataste-un-ni%C3%B1o
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