Una
vez más comenzamos el Nuevo Año con el mensaje sobre la Paz del Papa
Francisco. Y como siempre va dirigido a toda la humanidad: líderes,
dirigentes, gobernantes, políticos y, sobre todo, a los que quieren
colaborar con Dios y con todos los seres humanos de buena voluntad en la
promoción de la concordia y la paz en el mundo. La reflexión que hace
se centra en esta frase: “considerar a todos los hombres y mujeres no
como esclavos sino como hermanos”.
El
Papa Francisco fundamenta bíblicamente su discurso invitándonos a
apropiarnos del proyecto de Dios para toda la humanidad. El pecado causó
la ruptura de la fraternidad desde los orígenes, como nos recuerda el
libro del Génesis.
Pero, al mismo tiempo, nuestra esperanza se
manifiesta en que es posible restaurar la fraternidad como en el caso
del esclavo Onésimo que es recuperado como hombre libre para el servicio
del Reino.
Y
entrando en el tema nos hace tomar conciencia que la esclavitud no es
solamente del pasado, sino también del presente. A pesar de los tratados
y las leyes internacionales “todavía hay millones de personas –niños,
hombres y mujeres de todas las edades– privados de su libertad y
obligados a vivir en condiciones similares a la esclavitud. Me refiero a
tantos trabajadores y trabajadoras, incluso a menores, oprimidos de
manera formal o informal en todos los sectores, desde el trabajo
doméstico a la agricultura, de la industria manufacturera a la minería”.
Y menciona explícitamente a los emigrantes, a las personas obligadas a
ejercer la prostitución, mujeres obligadas a casarse o vendidas, niños y
adultos víctimas del tráfico de órganos, a los que son reclutados como
soldados, a los secuestrados y encerrados en cautividad por grupos
terroristas o niñas y mujeres consideradas como esclavas sexuales.
Francisco
centra las causas de la esclavitud en una concepción de la persona
humana que admite que pueda ser tratada como un objeto. La persona
humana, creada a imagen y semejanza de Dios, queda privada de la
libertad, mercantilizada, reducida a ser propiedad de otro, con la
fuerza, el engaño o la constricción física o psicológica; es tratada
como un medio y no como un fin”. Otras formas modernas de esclavitud se
encuentran en la pobreza, el subdesarrollo y la exclusión, especialmente
cuando se combinan con la falta de acceso a la educación; en todos los
corruptos que están dispuestos a hacer cualquier cosa para enriquecerse.
Por último señala los conflictos armados, la violencia, el crimen y el
terrorismo.
Ante
la constatación de una indiferencia generalizada pide a los Estados que
vigilen las legislaciones nacionales, el que haya leyes justas
centradas en la persona humana y en sus derechos, que las organizaciones
intergubernamentales luchen contra el tráfico de personas o el tráfico
ilegal de migrantes, las empresas que garanticen trabajo digno y
salarios adecuados y la sociedad civil que luche contra la cultura de la
esclavitud.
Termina
invitando a todos, según su puesto y responsabilidad, a realizar gestos
de fraternidad con los que se encuentra en estado de sometimiento. Y,
como tarea a realizar pide que ante el cuestionamiento bíblico acerca de
lo que hemos hecho con nuestro hermano, luchemos contra la
globalización de la indiferencia, que ahora afecta a la vida de tantos
hermanos y hermanas, nos pide que seamos artífices de una globalización
de la solidaridad y de la fraternidad.
Al
iniciar el año es de agradecer una vez más que el Papa Francisco nos
haga partícipes, no solamente de su “proyecto de Iglesia” sino también
de su “proyecto de sociedad” donde nos veamos como hermanos y no como
esclavos. Y esto a todos los niveles para que hagamos posible en este
nuevo año la paz, la justicia y la hermandad. Escuchar y descargar Nuestra Palabra
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