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¡A construir la Nación!

Algo bueno y distinto tendrá que surgir, inevitablemente, de esta pesadilla mortal que desde hace mucho implantó la casta gobernante en el alma del pueblo hondureño. Lo contrario es mentira, el sistema socioeconómico profundizado en Honduras desde 1990 hiede a inmundicia. Esa miseria insoportable y amoral es efecto de un proyecto de dominación económica y derrota de cualquier intento social de desarrollo y autonomía, con raíz en los intereses que Washington se juega en América Latina, y que los gobiernos locales han consentido más allá de toda dignidad, rebajando la nación a base militar de Estados Unidos. Por eso es funcional que la conducta de los actores del poder se haya elevado a modelo global de vandalismo y corrupción. Y en función de eso, se fortalece el ascenso a la dirección de la esfera pública y privada de hombres y mujeres enemigos de la causa popular e indomables sobalevas de la nación del norte.
En política como en biología lo que importa es la función del órgano, de esa manera, no hay ninguna trascendencia del nombre de quién ocupa Casa Presidencial, sino el guión de Washington que debe seguir a pie juntillas quien está en el puesto.-
Por apartarse de esa línea dieron golpe de Estado a Manuel Zelaya. En la actualidad la vocación militar del inquilino del Palacio José Cecilio del Valle, lo acerca gustoso al brazo militar del imperio, su simpatía es notoria con el Comando Sur, al tiempo que Obama lo ignora como pudo verse en la reciente visita de Juan Hernández a la Casa Blanca.
Eso no significa roces o incumplimiento a Estados Unidos, todo lo opuesto, la intención es quebrar la oposición interna representada por el partido Libre, dividirlo y garantizar el status quo a través del centenario bipartidismo.
Después de 24 años de neoliberalismo la sociedad ha terminado agotada, no sale de un sobresalto cuando cae en otro, en este país la desigualdad es cruel y permanente. El descaro, la tragedia y la muerte son Estado.
En lugar del milagroso crecimiento económico, la errática producción nacional se extinguió a partir del 28 de junio de 2009, tan hondo es el golpe, que en el mundo diario se cierran empresas de todo tamaño, desplomadas por la severa contracción económica; otras se marchan del país en busca de mejor clima de inversión y, la mayoría que sobrevive alcanza cubrir con las uñas sus costos de operación. Han transcurrido más de dos décadas y, en vez de la promesa casi divina del derrame social de riqueza, la población perdió el dinero de los bolsillos por la devaluación del lempira y un imparable concierto de impuestos, creados para cubrir el gasto de un Gobierno institucionalmente débil que, tras depravar y privatizar las empresas públicas, acabó humillándose en las ventanillas de la banca privada nacional e internacional pidiendo préstamos para pagar las deudas a ella misma; así los proyectos de desarrollo humano terminaron en eso, en proyectos, en retocados dibujos aptos para conferencia de prensa; al final el modelo neoliberal perdió el rostro social, porque ni los banqueros pueden sacrificar altas utilidades, ni la dirigencia política la oportunidad de vivir por encima del resto de la población. Revertir el presente llevará tiempo; al final el pueblo llegará a la unidad y conciencia y, junto a su liderazgo, iniciarán el proceso histórico de construcción de la gran nación hondureña.
Algo bueno y distinto tendrá que surgir, inevitablemente, de esta pesadilla mortal que desde hace mucho implantó la casta gobernante en el alma del pueblo hondureño. Lo contrario es mentira, el sistema socioeconómico profundizado en Honduras desde 1990 hiede a inmundicia. Esa miseria insoportable y amoral es efecto de un proyecto de dominación económica y derrota de cualquier intento social de desarrollo y autonomía, con raíz en los intereses que Washington se juega en América Latina, y que los gobiernos locales han consentido más allá de toda dignidad, rebajando la nación a base militar de Estados Unidos. Por eso es funcional que la conducta de los actores del poder se haya elevado a modelo global de vandalismo y corrupción. Y en función de eso, se fortalece el ascenso a la dirección de la esfera pública y privada de hombres y mujeres enemigos de la causa popular e indomables sobalevas de la nación del norte.
En política como en biología lo que importa es la función del órgano, de esa manera, no hay ninguna trascendencia del nombre de quién ocupa Casa Presidencial, sino el guión de Washington que debe seguir a pie juntillas quien está en el puesto.-
Por apartarse de esa línea dieron golpe de Estado a Manuel Zelaya. En la actualidad la vocación militar del inquilino del Palacio José Cecilio del Valle, lo acerca gustoso al brazo militar del imperio, su simpatía es notoria con el Comando Sur, al tiempo que Obama lo ignora como pudo verse en la reciente visita de Juan Hernández a la Casa Blanca.
Eso no significa roces o incumplimiento a Estados Unidos, todo lo opuesto, la intención es quebrar la oposición interna representada por el partido Libre, dividirlo y garantizar el status quo a través del centenario bipartidismo.
Después de 24 años de neoliberalismo la sociedad ha terminado agotada, no sale de un sobresalto cuando cae en otro, en este país la desigualdad es cruel y permanente. El descaro, la tragedia y la muerte son Estado.
En lugar del milagroso crecimiento económico, la errática producción nacional se extinguió a partir del 28 de junio de 2009, tan hondo es el golpe, que en el mundo diario se cierran empresas de todo tamaño, desplomadas por la severa contracción económica; otras se marchan del país en busca de mejor clima de inversión y, la mayoría que sobrevive alcanza cubrir con las uñas sus costos de operación. Han transcurrido más de dos décadas y, en vez de la promesa casi divina del derrame social de riqueza, la población perdió el dinero de los bolsillos por la devaluación del lempira y un imparable concierto de impuestos, creados para cubrir el gasto de un Gobierno institucionalmente débil que, tras depravar y privatizar las empresas públicas, acabó humillándose en las ventanillas de la banca privada nacional e internacional pidiendo préstamos para pagar las deudas a ella misma; así los proyectos de desarrollo humano terminaron en eso, en proyectos, en retocados dibujos aptos para conferencia de prensa; al final el modelo neoliberal perdió el rostro social, porque ni los banqueros pueden sacrificar altas utilidades, ni la dirigencia política la oportunidad de vivir por encima del resto de la población. Revertir el presente llevará tiempo; al final el pueblo llegará a la unidad y conciencia y, junto a su liderazgo, iniciarán el proceso histórico de construcción de la gran nación hondureña.
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