Galel Cárdenas
Todos los perfiles e historial
político de Juan Orlando Hernández, en su carrera política lo sitúan, como el dictador prospectivo que Honduras tiene en
estos momentos, en que la crisis provocada por el golpe de estado, del cual él
es actor protagónico, está en su fase pinacular.
La venta a retazos del país, la entrega de las cuencas
hidrográficas a las empresas de energía renovable, la concesión de los territorios
mineros a las transnacionales, las leyes anticonstitucionales como las
correspondiente al juicio político en la cual el congreso tiene la facultad de
destituir presidentes, la reforma a la ley referente a las comunicaciones
nacionales, son las diversas normas parlamentarias que ha venido impulsando
para construir y reforzar su dictadura legislativa y convertirla, más tarde, en
la dictadura ejecutiva de acuerdo a las proyecciones que, en su desmedido afán
por llegar al poder, ha desarrollado para servir, como lo ha sido siempre, de
títere lacayo del imperio norteamericano.
Con la inteligencia de un
prospecto dictatorial que se avizora venir, en el decurso de los días y meses, posee
las características de un político cínico, mentiroso, manipulador,
inescrupuloso, insolente e impúdico, mueve los hilos de toda la parafernalia
gubernamental en el sentido que sus caprichos políticos le dicten, y paga los
dineros que se necesiten para cambiar los rumbos de la opinión pública que lo
respaldan de manera mercenaria e inmoral.
Su estilo de liderazgo
legislativo está refrendado por las millonarias cantidades de dinero que en ese
aparato, nunca representativo del pueblo, circulan como si fuese el mercado de
las canonjías, privilegios y hasta de las asquerosas distribuciones del pastel
normativo en que ha convertido la sacra sala de la representatividad soberana
hondureña.
JOH, es el midas hondureño,
de la segunda década del siglo XXI, todo lo convierte en norma parlamentaria
con su respectiva factura engrapada en la espalda de la nota pertinente.
Los votos de los diputados allí reunidos tienen los
precios de un supermercado de leyes, decretos y disposiciones, cuyas tapas publicitarias
poseen los colores más comunes que persisten en tal adefesio institucional, el
color verde del dólar imperial.
La carta escrita el 20 de
julio de 1920, por H. V. Rolston, enviada al abogado de la compañía
bananera, Luis Melara, tiene un mandato
que se cumple a cabalidad bajo la presidencia del congreso actual, el primer
mandato dice: “…para que nuestras cuantiosas inversiones no hayan sido hechas en
vano, debemos adquirir y apoderarnos de tantos territorios de la Nación, como
de particulares y todas las riquezas que nos permita nuestra capacidad adquisitiva,
y nuestro poder de absorción”. Como se
puede observar, este congreso liderado por este político JOH ha asumido aquel
mandato como si el tiempo no hubiese transcurrido y se hubiera detenido en el
lejanía temporal, para caer de un solo golpe en el período comprendido entre 2010
y 2013. Vivimos algo fantástico y cruel a la vez.
El cuarto mandato dice a la
letra: “debemos obtener concesiones, privilegios, franquicias, abrogación de
impuestos aduaneros, exonerarnos de toda carga pública, de gravámenes, y de
todos aquellos impuestos y obligaciones que mermen nuestras utilidades y de nuestros
asociados. ]debemos erigirnos una situación privilegiada, a fin de imponer
nuestra filosofía comercial y nuestra defensa económica”.
Cómo se puede observar todos
estos mecanismos han sido cumplidos a cabalidad por la actual legislación apátrida nacional. Pero, además, esta carta expresa
precisamente la psicología del lacayo y del títere que muy describe en su
mandato número 5 el señor Rolston: “..es en nuestro interés preocuparnos porque
se dobleguen a nuestra voluntad, esta clase privilegiada, que necesitaremos a nuestro
exclusivo beneficio; generalmente, estos como aquellos, no tiene convicciones, carácter
y menos patriotismo; y sólo ansían cargos y dignidades, que una vez en ello,
nosotros los haríamos apetitosos..debemos producir un desgarramiento en la
incipiente economía de este país, para aumentar sus dificultades y se faciliten
nuestros propósitos. Debemos prolongar su vida trágica, tormentosa y
revolucionaria; el viento solo debe soplar a nuestras velas, y sus aguas
humedecer no más que nuestras quillas”.
Doce años después el Partido Nacional habría de montar la más
cruel y despótica dictadura, cuya cabeza
estuvo comandada 16 años por Tiburcio Carías Andino, en cuyo desgobierno fue
practicada la estrategia del entierro,
el destierro y el entierro, como sus más connotadas políticas ciudadanas, tácticas que hoy se experimentan a partir del golpe de
Estado del año 2009 y del cual este gobierno es el sucedáneo.
Carías, cruel asesino,
desarrolló en todo su esplendor los mandatos Rolston, que hoy se actualizan con lujo de detalles, en
este gobierno que precisamente es el
hijo perfecto de la dictadura momentánea de Roberto Micheletti, puesto allí por
conveniencia política que con sabiduría cínica impulsó el Partido nacional, y
que ahora con el mayor descaro JOH echa la culpa a las víctimas, a los
asesinados, a los presos, a los perseguidos, al presidente derrocado, a los
dirigentes del partido LIBRE, un partido que no tiene las manos manchadas de
sangre, ignominia y desfachatez.
Es posible que aquella fementida
carta Rolston actualizada y ensanchada en este gobierno apátrida, ponga en las
manos de JOH, la dictadura con la cual sueñan los más rancios conservadores de clase
elitista nacional, que con una varita mágica quiere desaparecer al más
portentoso movimiento soberano que lidera el comandante Manuel Zelaya Rosales y
la candidata a la presidencia, Xiomara Castro,
del Partido LIBRE, cuyos porcentajes de aceptación popular superan al prospectivo
dictador del país, candidato a la primera magistratura nacional,
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