No es necesario ser economista para advertir la grave
turbulencia que afecta a la economía globalizada. Si frena la locomotora
chocan los vagones, impedidos en su avance. Y el Brasil, a pesar de su
PIB de US$ 250 mil millones, todavía es vagón…
Cada año, desde 1980, mantengo el maratón de una semana de
charlas en Italia. Desde comienzos de este nuevo milenio eran evidentes
los síntomas de que la próxima generación no disfrutaría del mismo nivel
de bienestar de los últimos veinte años. Ninguna economía podía
soportar semejante consumismo y la creciente monopolización de la
riqueza. Ahora la realidad lo comprueba. La carroza de la Cenicienta se
convirtió en una calabaza. La Unión Europea se traba en el pantano…
Son muchas las causas
de la actual crisis económica. Señalarlas con precisión es tarea de los
economistas que no cultivan la religión de la idolatría del mercado.
Como lego que soy en el asunto, me arriesgo a dar mi opinión. Desde los
años 80 la especulación se alejó de la producción. El mundo se convirtió
en un casino global. Sin pasaporte ni visa, millones de dólares andan
danzando libremente, día y noche, en busca de inversiones rentables.
Mientras que el PIB del planeta es de US$ 620 mil millones, el cofre del
casino es de US$ 600 billones. La famosa burbuja… ¡Viva el papel sin
peso!
La lógica del lucro supera a la de la calidad de vida. La
estabilidad de los mercados es, para los gobiernos centrales, más
importante que la de los pueblos. Salvar monedas, y no vidas humanas.
Todos sabemos cómo se
alcanzó la prosperidad de la Europa occidental. Para evitar el peligro
del comunismo se implantó el Estado de bienestar social. Se combinaron
el Estado proveedor y los derechos sociales. Se redujo la desigualdad
social y las familias de los trabajadores pasaron a tener acceso a la
escolaridad, a la asistencia sanitaria, a carro y casa propia. En
contrapartida, para no afectar la robustez del capital, se aplazaron las
relaciones laborales, se desactivó la lucha sindical, se hundió la
izquierda. Todo indicaba que la prosperidad, que llamaba a la puerta,
llegaba para quedarse.
No se le dio la debida importancia a un pequeño detalle
aritmético: si hay dos gallinas para dos personas, y una de ellas se
apropia de ambas gallinas, la otra se queda sin nada… Y cuando golpea el
hambre, quien no tiene nada invade el espacio del que acumuló mucho.
De ese modo los pobres del mundo, atraídos por el nuevo
Eldorado europeo, se fueron en busca de un lugar bajo el sol. Perfecto:
Europa, como los EE.UU., necesitaba de quien, a bajo costo, limpiase
oficinas, cuidase el jardín, lavase los automóviles… La onda migratoria
se vio reforzada con la caída del muro de Berlín. La democracia política
llegó al Este europeo sin la democracia económica. Mientras miles de
gentes tomaban el rumbo hacia una vida mejor en Occidente, sus gobiernos
creían que para llegar al paraíso era necesario ingresar en la zona del
euro.
Europa colapsó. ¿De quién es la culpa? Ahora resulta que el
crimen de cuello blanco no ha sido inculpado. ¿Quién fue castigado por
la crisis usamericana en el 2008? ¿Los deforestadores del Brasil no
están siendo amnistiados por el nuevo Código Forestal?
Existen culpables. Pero ahora todos se esconden bajo el
escudo del FMI. Y nosotros, los brasileños, sabemos bien cómo este gran
inquisidor de la economía castiga a quien comete herejías financieras:
reducción de la inversión pública, garrote fiscal, desempleo, aumento de
impuestos, restricción de derechos sociales, castigo a países con
déficit público, etc.
Es tanto el descaro, que el paquete del FMI incluye menos
democracia y más intervencionismo. Cuando Papandreu, primer ministro de
Grecia, propuso realizar un plebiscito para oír la voz del pueblo, el
FMI vetó la propuesta, depuso a dicho gobernante y nombró a Papademos,
un tecnócrata, en su lugar. También el gobierno de Italia fue ocupado
por otro tecnócrata. Como si el fin de la crisis dependiera de una
solución contable.
La historia reciente de Europa enseña que la crisis social es
el huevo de la serpiente, golpeado por el fascismo. Sobre todo cuando
la crisis no es de un país sino de un continente. Poco se gana con que
haya movilizaciones en un país; es necesario que se expandan por toda
Europa. ¿Pero cómo será posible, si ya no existe un sindicalismo
combativo ni partidos progresistas?
Las movilizaciones del tipo ‘Ocupen Wall Street’ sirven para
denunciar, no para proponer, si no hubiera un proyecto político. Quien
se queja del presente y teme al futuro corre el riesgo de refugiarse en
el pasado, en el que habitan los fantasmas de Hitler y de Mussolini.
(Traducción de J.L.Burguet)
- Frei Betto es escritor, autor de “Conversación sobre fe y ciencia”, junto con Marcelo Gleiser y Waldemar Falcao, entre otros libros. http://www.freibetto.org/> twitter:@freibetto.
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