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“Vienen a ofrecer
seguridad, pero no sabemos si ellos son los que primero asaltan o mandan a robar
para que la gente tenga miedo y accedan a sus servicios, para mí eso es
extorsión”, dijo el propietario de un pequeño negocio del
sector. Diario
Tiempo.
Hace ya un mes que el
tema de discusión en los medios de comunicación, taxis, redes sociales, bares,
parques, cafés, entre otros, es lo referente a la situación de la Policía
Nacional, tema que encontró catarsis a raiz del repudiable crimen de los
estudiantes de la UNAH, uno de ellos hijo de la Rectora Julieta Castellanos,
asesinato adjudicado con pruebas claras a esa entidad que según sus lemas se
dedican a "Servir y Proteger" y que desde luego esos enunciados son sólo puras
letras vacías.
Ya la novela de como
sucedió el crimen, de la inoperancia del Ministerio Público y de ciertas
autoridades dentro de la Policía, hasta la jocosidad que las personas se han
inventado en torno al tema, ya es de dominio popular. Lo que resulta curioso es
que esto no es un tema nuevo para los hondureños y hondureñas. Día a día hemos
sido testigos silenciosos de los vejámenes de esta institución, sabemos de
mordidas, de como trafican con armas, con drogas, de su implicación con el
sicariato y las ejecuciones extrajudiciales, entre otros, para nadie es un tema
ajeno, no obstante el temor a la represalías nos ha hecho guardar como diría una
Proclama en Bolivia de 1809, "un silencio bastante parecido a la
estupidez".
¿Hace cuánto venimos
leyendo en los periódicos sobre jóvenes asesinados bajo procedimientos no sólo
policiales, inclusive militares? ¿Hace cuánto venimos leyendo denuncias de
diferentes entidades de derechos humanos, entre ellas de Casa Alianza sobre
estos crímenes? ¿Hace cuánto venimos siendo víctimas de los atropellos de la
"jura"?
Pero el meollo del
asunto no queda ahí, detrás de tanto sensacionalismo que ha provocado la
temática, se esconde algo aún más oscuro, precisamente las estructuras del
CRIMEN ORGANIZADO, y no sólo organizado, sino también INSTITUCIONALIZADO.
Ultimamente se nos ha querido vender que la violencia vernácula que nos azota es
producto de fenómenos sociales como las pandillas, se ha generado una paulatina
criminalización de la pobreza y en estas últimas semanas parece que el chivo
expiatorio es la entidad policial precisamente por la poca profesionalización de
la misma. Desde luego hay que tener claro que la mayoría de policías vienen de
los sectores más oprimidos de este país, por ello no sorprende que sean el chivo
expiatorio del momento, recordando aquel adagio de que "al perro más flaco, se
le pegan las pulgas". Si bien hay plena conciencia de que la Policía Nacional
debe depurarse; otras voces hablan de que desaparezca, otras incluso dicen que
esta entidad se adhiera al ejército. Pero mirémos más
allá.
No sé, si sólo soy yo
el que tiene la apreciación, de que con todo esto, las Fuerzas Armadas de
Honduras, una institución desligitimada a raiz de su aventura
anticonstitucional, cuestionada por los Organismos de Derechos Humanos e
inclusive involucrada en delitos asociados al narcotráfico (ejem: el
avionetazo), ahorita esté saliendo como en una especie de carroza brasileña,
como la gran solución al problema de seguridad que tenemos, pareciera que se
quisiera levantar el prestigio de esta entidad igualmente de podrida, en
detrimento de la Policia Nacional.
Pero el tema no acaba
ahí, aún hay mucha tela que cortar y muchos prismas con el cual ver el asunto.
Ultimamente conociendo la situación actual de las instituciones del "orden" del
Estado, hemos entrado en una especie de carrera militarista, cada día de compra
más "equipo" para el ejército y la policía, el presupuesto para gastos militares
ha ido en paulatino crecimiento so pretexto de combatir el narcotráfico y la
violencia imperante y cuyos resultados no se ven. Lo cual nos lleva realmente a
preguntarnos ¿Qué está pasando entonces? ¿Quien se favorece de esta situación de
violencia que vivimos?
Se suele decir que
las preguntas complejas usualmente tienen respuestas sencillas, en este caso, no
sé si sencilla, pero al menos tangible. El tema de la violencia en el país tiene
origen en la mala distribución de la riqueza, de las malas prácticas de las
políticas públicas que nunca se han orientado a favorecer al grueso de la
población hondureña, sino ha una manada de avorazados, algunos de ellos
organizados en el COHEP y sus lamebotas y al final de cuenta tiene un origen
sistémico. Por eso les interesa que día a día, nosotros nos preocupemos más por
sobrevivir que por preguntar en como se administran las arcas del estado, que
estemos más preocupados de quien va al lado de nosotros en el taxi, que en como
se firman los contratos y las licitaciones del Estado y a quienes, en
fin.
El miedo vende y es
un negocio en el cual los inversores no pierden; más violencia, se venden y se
compran más armas, es una lógica tan terrorífica que da escalofríos. Mientras no
ataquemos las causas reales de la violencia, seguiremos padeciéndola. Mientras
callemos, seguiremos siendo testigos y víctimas silenciosas. Sabemos los nombres
de quienes están detrás del tráfico de drogas, armas, trata de blancas, del
sicariato, del lavado, sabemos los nombres de los políticos y personas
involucradas, no nos perdamos, el problema actual es mucho más allá que la Posta
Policial de La Granja, no sucumbamos al sensacionalismo, leamos entre líneas,
seamos capaces de ver desde diferentes prismas, seamos críticos con lo que
leemos para que no nos den atol con el dedo...
Roberto Javier
Canizales
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