La puerta giratoria
La
puerta que gira fue inventada en Berlín, en 1881, para evitar el frío, el
viento, la nieve, el polvo y el ruido.
Más
de dos siglos después, sirve también para circular, gira que te gira, entre los
negocios, la política y la guerra.
Algunos
casos más o menos recientes, en los Estados Unidos:
Robert
McNamara encabezó la empresa Ford, donde hizo lo que pudo contra la naturaleza
y contra los peatones distraídos, hasta que un giro de puerta lo lanzó a
dirigir la matanza de Vietnam, durante unos cuantos años, y culminó su carrera
exterminando países desde el Banco Mundial;
Donald
Rumsfeld fue jefe de gabinete del gobierno de los Estados Unidos, desde allí la
puerta giratoria lo arrojó a una fábrica de Monsanto, la serial killer
multinacional, donde legalizó venenos que habían sido prohibidos, hasta que la
puerta giró nuevamente y apareció conduciendo la guerra de conquista del
petróleo de Irak;
Dick
Cheney encabezó el Pentágono en el gobierno de Bush Padre y regaló jugosos
contratos militares a su empresa Halliburton, y de ahí pasó al gobierno de Bush
Hijo, donde se ocupó de la demolición y la reconstrucción de Irak en beneficio
de Halliburton, siempre en el centro de su generoso corazón.
Y
el vaivén de la puerta no paró.
A
mediados del año 2009, el presidente Obama colocó a Michael Taylor a la cabeza
del organismo público que controla los alimentos y los medicamentos que se
venden en el país. Taylor ya había trabajado allí. Había sido él quien dio el
visto bueno a las hormonas transgénicas para vacas lecheras, que pueden
producir cáncer, y había autorizado que esa leche se vendiera sin ninguna
advertencia en el envase. Monsanto expresó su gratitud otorgando a Taylor el
cargo de vicepresidente de la empresa.
El paraguas
Hace
unos dos mil cuatrocientos años, los chinos usaban paraguas de varillas
plegables.
El
modelo no ha cambiado mucho, pero hay ciertos instrumentos, de uso más
exclusivo, que se usan para atravesar las grandes tormentas históricas.
Esos
paraguas extraordinarios salvaron a los altos ejecutivos que perdieron sus
empleos, durante la crisis que está castigando al mundo.
En
cifras redondas:
Robert
Eaton, directivo de Chrysler, recibió un consuelo de ciento treinta millones de
dólares;
Lee
Raymond, de la petrolera Exxon, trescientos cincuenta millones de dólares;
Robert
Nardelli, de la constructora Home Depot, doscientos diez millones;
Hank
McKinnell, de la farmacéutica Pfizer, doscientos millones.
Lloyd
Blankfein, de la financiera Goldman Sachs, no perdió su empleo, pero tuvo que
reducir su salario anual, que era de unos cincuenta millones de dólares: lo que
le quedó alcanzó para evitar que la crisis lo ahogara.
El semáforo
El
primer semáforo funcionó, desde fines de 1868, frente al Parlamento británico.
En
nuestro tiempo, otros semáforos, mucho más poderosos, dirigen el tráfico
mundial.
En
casi todos los países del norte, la luz roja impide la circulación de
herbicidas, pesticidas y abonos químicos que contengan abamectina, acefato,
carbofurano, cihexatina, endosulfato, forato, fosmet, lactofem, metamidofós,
paraquate, parationa metílica, tiram y tricloform.
En
casi todos los países del sur, la luz verde da la bienvenida a esos mismos
agrotóxicos, venenosos para la salud humana, que los países del norte les
venden.
¿Quién
maneja los semáforos?
¿Quién
gobierna a los gobiernos?
El ascensor
Según
dicen, el primer ascensor fue un sillón con roldanas, que el gordísimo rey
inglés Enrique VIII inventó, hace siglos, para evitar las escaleras del
palacio.
Más
modernos ascensores utilizó Silvio Berlusconi para subir hacia el poder
absoluto en Italia.
En
el año 1984, Bettino Craxi, socialista, presidente del Consejo de Ministros,
firmó un decreto-ley que bendecía el monopolio de Berlusconi sobre la
televisión privada.
Craxi
lo había conocido en un crucero, donde Silvio animaba a los pasajeros con sus chistes
y sus canciones. Atraído por su insuperable vulgaridad y su extraordinario mal
gusto, Craxi le juró amistad eterna y eterna televisión.
La
tele fue el principal ascensor de Berlusconi hacia el poder político. El fútbol
también ayudó, desde que compró el club Milan y ganó varias torneos. Electo y
reelecto varias veces por el voto popular, ejerció el gobierno de Italia y del
Milan, se convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo y en el campeón
mundial de la impunidad, atravesó invicto una infinidad de procesos judiciales
y no estuvo ni un solo día preso, mientras convertía sus vicios en admirables
virtudes y sus estafas en hazañas dignas de aplauso.
El chivo expiatorio
Según
antiguas tradiciones religiosas, un macho cabrío cargaba los pecados de todos y
era castigado con la expulsión al desierto.
Esa
invención ha servido y sigue sirviendo para descargar sobre espaldas ajenas la
responsabilidad de nuestras desgracias y nuestras culpas.
Algunos
pueblos, como por ejemplo los judíos y los gitanos, vienen trabajando de chivos
expiatorios desde hace mucho tiempo.
A
mediados del año 2008, la revista italiana Panorama, que pertenece a
Berlusconi, tituló, en portada: Nacidos para robar.
Se
refería a los gitanos; y según las encuestas, la opinión pública coincidía con
este veredicto genético.
Poco
antes, Alfredo Mantovano, viceministro del gobierno de Berlusconi, había
desarrollado la idea, en la televisión de Berlusconi:
–Los
gitanos son una etnia inclinada al robo y al secuestro de niños.
O
sea: ladrones y, para peor, ladrones de niños.
La
Justicia italiana no había comprobado la veracidad de ninguna denuncia de
secuestro de niños por gitanos; pero ese detalle carecía de importancia.
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