La masa de bazeen*
Nechi Dorado
Hace falta encandilar la historia nuevamente, mientras el mundo va de shopping en este occidente tan humano en el que Pilatos aparece redivivo. Pretenden girar el curso del oriente, girando el curso del mundo. Como si nada, como si correspondiera en serio, atropellando vidas, atropellando el cielo, atropellando a la tierra. Atropellando.
Estalló la locura tan absurda que se enquista como llaga purulenta en las conciencias más obtusas. Institucionalizando el odio, hombres que hablan idiomas diferentes acordaron, en alguna oficina muy lejana, que hay pueblos que no pueden decidir por ellos mismos. Simplemente porque no, es suficiente. Orden y mando. No hacen falta preguntas ni respuestas. Tal vez porque no las hay.
El petróleo asume la jefatura, impera, ordena y unifica a Babel para que se entiendan todos.
Repitiendo lo mismo en otro idioma y en otro y en otro, todos dijeron ¡vamos! Y hacia allá fueron, cabalgando entre firmas avaladas por las voces encumbradas en protuberancias obscenas acariciadas por las garras del silencio de otras voces. En esa Babel, extrañamente, se comprendieron todos.
-Hay que proteger del tirano a ese pueblo.
-¿Cómo lo haremos?
-Usted comienza, Monsieur.
-Invasión ¿humanitaria?
-Sí señor, hay que acabar con el tirano.
-Oh, my God, Oh Mon Dieu, Oh Gud, Oh Dio, Boże, oh Dios. Sí, Todos juntos amasaron O-dios. OTAN...tos odios.
Hacia allí fueron sin que los llamaran, prolijamente auto convocados para agitar las alas de la tragedia anunciada. De prepo, como sea.
-¡Esto es lo que elegimos! gritaba el pueblo en las calles.
-No importa, se equivocaron, gritaron desde los pertrechos.
-¿Y quién lo dice?
-Nosotros, el mundo es nuestro y nadie debe dudarlo.
-Nosotros, fue el coro de bombas que cayeron desparramando cuerpos, derrumbando edificios, aniquilando cultura, etnias, pueblos.
Sobre todo derrumbando pobres.
La madre llora sobre lo que quedó del cuerpito de su niño. Un juguete de palo y trapo se escondió entre los escombros de lo que ayer fuera una covacha contenedora, a medias, de esas vidas.
La masa de bazeen quedó enterrada bajo el polvo con esquirlas de cemento. No llegará a su sitio, el centro del plato, porque hasta el gidir (1) quedó abollado en el rincón siniestro de la vergüenza ajena.
Granos de arroz también agonizan bajo escombros que desnudan a esa vergüenza ya desnuda. El fuego va muriendo también, muy lentamente, o mejor dicho, se muda, como muda la serpiente su piel, por el camino.
¡Lloran niños asustados!
¡Maldicen padres con el puño en alto!
¡Gritan madres!
¡Corren perros!
¡Huyen aves espantadas por otras que lo parecen!
Pero ¡Ay, si son de acero!
Transfundieron su sangre por petróleo grupo y factor A Ee positivo. A de ambición, Ee de espanto exacerbado…
E de espanto que ruega.
E de espanto que clama.
E de espanto que gime.
E de espanto, que ¡espanta!
Y llueve odio.
Vuelan hojas de libros derramando letras sobre las ruinas humeantes del despojo, despidiendo a la lógica que huye, hacia burdeles donde se esconde el miedo.
En la cocina donde se amasan los ingredientes con los que hornearán las masacres más imbéciles, firman acuerdos acordando, no importa esa extraña conjunción de lenguas enlazadas por la misma baba, lo importante es que las bombas estallen el mismo ruido.
¡¡¡Booommmm!!! y las llamas alcanzan altitud impostergable, como queriendo abrazar al cielo. Y no lo abrazan, simplemente lo incendian. Ya te dije, las llamas se mudaron.
Cocinaron el plato de entrada con destino a la mesa hipócrita donde el odio reina y el amor se acurruca. Mezclaron ingredientes esenciales para que quede impecable. Cocinaron más bombas para que sigan incendiando más cielo. Por si fueran pocas.
Hay otras bombas con relleno de silencio, las que arrojaron toneladas de indiferencia alcanzando el corazón de quienes están abocados a otras tareas. El consumo es el Atlas que sostiene en su espalda cansada a este mundo que están rajando de a poco, hay que salvarlo y para ello, nada mejor que acudir al llamado de la muerte.
Como siempre fueron pocos los de oído agudo, los que comenzaron a avisar que nubarrones de odio se encaminaban en aviones invisibles hacia la zona donde jugaban niños mientras las madres preparaban también meslalla (2).
A esos parlanchines históricos los llamaron “petardistas”, “panfletarios”, “agitadores” los que no se dejan de joder y se preocupan tanto por lo que está tan lejos, bajo el mando inadmisible del “tirano”… Los que generan caos, dijeron, los de siempre. Aquellos sobre los que cayó un muro poniendo de fiesta al mundo, hasta que aparecieron más muros con la suerte de ser bendecidos, legalizados, sostenidos por la misma hipocresía que sostiene a los artesanos de misiles.
Se revolcó Libia entre el olvido cuando sobre ella escupieron un fuego y otro fuego y escupieron más fuego, más odio, partiendo el alma geopolítica del mapa. De un lado quedó la morbosidad danzando su danza entre los vientres abiertos.
Del otro lado van los hombres de idioma diferente pero con un solo cerebro compartido por la misma putrefacción. Hace falta ser precisos, no pueden, por su propia bestialidad, resultar heridos los pozos de petróleo. El problema medular de tantos pueblos.
Del otro lado el dolor, pero es tan poco, es tan insuficiente para detener tanta masacre estúpida, asesina.
Ese petróleo que no debe, de ninguna manera, estar en manos de salvajes cuando al mundo que “se está partiendo” le hace tanta falta.
Yo consumo, tu consumes, él consume y deben consumir, voraces. Empacharse de consumo.
Ellos, los de Oriente Medio, ya no deben consumir más, fue demasiado, están obesos de petróleo. La obesidad no es sana, es peligroso cuando engorda a los “tiranos”.
¡Malditos sean los genocidas, malditos sean! Gritaba alguien entre las cenizas humeantes que ni la sangre pudo apagar, de ningún modo.
Y Dios-Alá lloró sobre los pedazos de cuerpos entre el fuego que no salió del infierno, sino que cayó del cielo cuando estaba distraído.
La masa de bazeen, desparramada, llora lágrimas de harinas.
Manos de madres vacías dejan atrás las caricias.
Canto de niños ahogados para siempre son tapados por el grito del infierno.
En la tierra, ¡están masacrando a Libia!
Luego irán donde está su hermana también obesa y eso es muy malo, es peligroso, hace engordar a los “tiranos”…
*mezcla de harinas hervidas.
1) olla de cobre.
2) ensalada de aceitunas.
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