Gustavo Zelaya Escándalo
en muchas personas, ninguna sorpresa en otras, insultos y golpes de
pecho; reacciones de ese tipo ha provocado la entrega del premio Froylán
Turcios a una” periodista” del patio. Hay algo de injusticia con ella y
no merece ser cuestionada. No es culpable que un grupo de
irresponsables diputados la premien. Tampoco ella sola tiene que cargar
la incultura que la cubre ni es única producción del sistema educativo
nacional; en medio de nuestro atraso general y con las correspondientes
excepciones, se forma un gremio que se distingue por banal, expuesto a
la corrupción, poco dado a la lectura, desconocedor de la literatura y
de la trayectoria de personajes como Turcios.
Esa
decadencia estructural se observa en la calidad de congresistas que
tenemos y en la ignorancia política de muchos de ellos. De los líderes
nacionales ni hablar. Sean caudillos, empresarios, militares,
patriarcas, cardenales y pastores. Puros hombres. Peor si creen ser
reserva moral de la sociedad. En estos la incultura es más notoria,
pretenden ocultarla con títulos académicos, derroche, prepotencia, mal
gusto e imposición de ideas. Algunos de esos sujetos dicen haber leído
demasiado y tener bibliotecas con libros empastados del mismo color y
ordenados según su tamaño.
Acostumbrados al fraude en sus acciones
públicas, esos libros son el fondo en fotografías de campaña electoral.
Otros, audaces infantes “intelectuales” saben cuántos lectores hay en
Honduras y tienen inventarios de obras que la juventud no debe leer y,
“por ahora” censuran autores como Eduardo Galeano, el de las Venas
Abiertas, por inexacta e imperfecta. Así estamos. En el feudalismo
catracho del siglo XXI.
Así,
que no es raro, que el diputado Darío Banegas no se contradiga al decir
que es liberal y sea fanático religioso, que sostenga que el premio se
entrega “por su patriotismo y compromiso con la ética y la libertad de
expresión”; que exista otro congresista que fundamente su
“discurso” en sus chocoyos; que el liberal Elvin Santos lance vivas al
reaccionario y “glorioso partido nacional”; que el de la comisión de
presupuesto haya dicho que no es nada malo que ahora sus
correligionarios roben.
Que lancen granadas lacrimógenas dentro del
congreso nacional. Y más perlas como el caso de la diputada que legisla
para que sus colegas sean vacunados en vez de impulsar una campaña
nacional que inicie en el pueblo. Que entre ellos expresen públicamente
que la constitución puede violentarse cuando sea necesario; para mayor
burla: que un presidente de la república haya dicho que el asalto al
seguro social lo tenía que ocultar para salvar la democracia y el actual
acepte ese delito como forma de financiar su campaña política y
facilitar el fraude electoral.
Días
atrás la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas en
Honduras informó que registraron 23 asesinatos cometidos por las fuerzas
de seguridad, varios de ellos con disparos en la cabeza por protestar
contra el fraude electoral y el Fiscal General no se pronuncia en tal
sentido; que ninguna autoridad judicial haga algo al respecto. Eso del
premio no es problema de ahora ni de antes.
El diputado por Valle, Ángel
Saavedra, siendo presidente del congreso del golpe de
Estado de 2009, sostuvo que no se enteraba de la concesión de la represa
de Nacaome, que “sólo cumple con la obligación de dirigir la discusión”
y que “el emitir dos Gacetas en la misma fecha y con diferentes
contenidos, eso sí nos asusta”. Son la candidez liberal personificada
Hace tres años, Maritza Varela diputada liberal por Yoro, propuso
celebrar el “Día Nacional de la Baleada”; el diputado nacionalista Renán
Inestroza legisló a favor del “Bono para que parejas tengan sólo dos
hijos”; el progresista diputado Luís Redondo introdujo al congreso un
proyecto de ley para “Que en las monedas y en los billetes del Lempira
se reconozca la figura de Dios, como ocurre en otros países”; el
brillante diputado Francisco Rivera, el mismo de la
comisión de presupuesto, sugirió “Subir precio de la cerveza para
financiar estudios”. Y tanta demencia no sorprende. Faltan nuevos
desarrollos para que el “espíritu del legislador” reluzca y establezca
como ley del Estado el Día Nacional de la Kawama, el Vacile y la Runga.
Tienen capacidad y fundamentos en la ya existente semana morazánica, sin
someterla a consulta previa e informada ni a plebiscitos.
En
fin, nada raro eso del premio. Ni la “periodista” ni Froylán Turcios
son culpables. Y esto no es conformismo. Es una de las razones para
seguir esforzándonos en organizarnos y luchar por superar esa realidad
que parece abatirnos. Esa cruel y represiva realidad que la mafia en el
poder profundiza con el fomento del extractivismo, la corrupción, la
impunidad y la militarización de la sociedad.
Muchos
políticos de la mafia gobernante y algunos de sus sirvientes, aunque
parezcan incultos y vulgares, entienden la importancia de las ideas y la
educación en la formación de la conciencia. Eso puede explicar el
desamparo de la educación y la salud pública, el aumento del presupuesto
en defensa y seguridad, la criminalización de la protesta y la
persecución a defensores y defensoras de derechos humanos. Se esfuerzan
por hacer de la conciencia otra mercancía y hacerla parte del mercado
por medio del consumismo, de métodos y técnicas de mercadeo. Por ello la
llamada opinión pública es un instrumento político y la industria de la
cultura, el periodismo incluido, es controlada por esa mafia para
intentar estandarizar y dirigir los criterios de las personas.
En
la versión nacional del periodismo lo principal es la forma del
personaje, su apariencia, la calidad de la foto y no su contenido; es
común utilizar frases escandalosas, que impactan al oído como “me pela
el eje” y no emitir discursos fundamentados. Insisten en lo superficial
de la figura pública, promueven su imagen sin tocar lo que dicen. Parece
un requisito que destaca en los premiados y del tipo de medios de
comunicación en donde trabajan: vestimenta elegante, palabra fácil,
insulto a mano y alto volumen para que el grito aplaste al contrario. De
modo que el término “herramienta crítica” no es parte de su formación y
no interese discutir sobre el derecho a la información, a la réplica y a
la veracidad. Por esas y otras situaciones no será galardonada ninguna
persona que cuestione al sistema o que sea parte del periodismo no
oficialista. Y esto si es un mérito.
Con más razón para que el extinto Froylán Turcios no pueda conmoverse. Ese
olanchano nació en 1875 y falleció en 1943; considerado importante
intelectual nacional del siglo XX. Fundador y director de periódicos y
revistas en casi toda Centro América; editado en París, San José de
Costa Rica o en Tegucigalpa. Secretario privado de Augusto César
Sandino, amigo de Rubén Darío y de Juan Ramón Molina. Se distinguió por
defender la soberanía de Nicaragua y Honduras frente a tropas
norteamericanas y por criticar la política expansionista de ese imperio
en el continente americano. En marzo de 1924 se registra la presencia de
esas tropas en suelo hondureño, le hizo pedir “una inmediata protesta
contra el ultraje hecho a Honduras”. En tiempos actuales una parte del
periodismo catracho, con gran entusiasmo, se toma fotos con la
representante diplomática del gobierno que calificó a Honduras como uno
de los “Shithole Countries” por enviar migrantes-delincuentes a su país.
El
compromiso de Froylán Turcios con el antimperialismo de Sandino le hizo
afirmar que “Yo tengo el deber de cuidar de su gloria, de la gloria del
Libertador Sandino, el hombre más brillante de los tiempos modernos.
Pero el Sandino de mis admiraciones, el símbolo de nuestra Raza, y la
Gran Bandera de la Libertad, es el egregio paladín arriesgado
heroicamente en una empresa gigantesca para arrojar al poderoso
conquistador del suelo de su Patria” (Carta a Sandino, 17/12/1928).
Otro
ejemplo de la postura de Turcios se ve en "La Oración del hondureño"
que apareció en su Libro "Páginas del Ayer" (Paris, Francia, 1932);
decía: “no olvidaré jamás que mi primer deber será, en todo tiempo,
defender con valor su soberanía, su integridad territorial, su dignidad
de nación independiente; prefiriendo morir mil veces antes que ver
profanado su suelo, roto su escudo, vencido su brillante pabellón.
¡Bendiga Dios la pródiga tierra en que nací!
Libre y civilizada, agrande su poder en los tiempos y brille su nombre en las amplias conquistas de la justicia y del derecho”.
Esas
expresiones son suficientes para conocer algo de la distancia política
que hay entre los que otorgan el premio Froylán Turcios y las personas
que lo reciben. Totalmente lejanos en el tiempo y las ideas. Dar o
recibir el premio no demerita en lo más mínimo a Turcios, no es ningún
agravio contra el patriota. Algo excepcional sería que la premiada
rechace la presea, pero bien sabemos que los olmos no dan peras.
11 de mayo de 2018.
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