Febrero 11,2018 / Criterio.hn
Por: Marlin Oscar Ávila
Los
hondureños permanecieron tranquilos las últimas tres décadas.
Estuvieron enterados del uso de su suelo para invadir a países vecinos,
algunos jóvenes participaron en contiendas guerrilleras vecinas, pero no
armaron ninguna guerrilla en tierra nacional.
Ahora, de tanta represión
y asesinatos a su juventud, las élites políticas y económicas han
rebasado sus límites. No hay pueblo que resista tanto vejamen, tanto
daño a los sectores humildes, indefensos e inocentes.
El
imperio les cierra fronteras y construyen muros para impedirles el
paso. Más bien les amenaza con expulsar a quienes están manteniendo la
economía del país. Los ejércitos imperiales, como sus cuerpos de
inteligencia, se unen para perseguirles adonde vallan; se les inculpa de
lo que ni pensaron hacer; se les trata como delincuentes; se les
expropia de lo poco que poseen; se les explota como esclavos y se les
quitan sus sueños de desarrollarse como personas, con los derechos
universales suscritos por los gobernantes en los foros de Naciones
Unidas; en resumen, se les lleva más allá del límite de cualquier ser
humano.
La
indiferencia con que la comunidad internacional ha visto el caso
hondureño, le hace cómplice del sufrimiento que vive diariamente ese
pueblo. Pero, así mismo le hace cómplice de los resultados, el impacto y
la rebeldía que pueda producir y que su juventud tiene derecho a
mostrar. Cuando la situación hondureña sea insoportable para la
inversión internacional, cuando caigan en banca rota más empresas
locales y, nadie pueda tener la mínima seguridad necesaria para
transitar en sus calles y centros comerciales, veremos a los organismos
multilaterales y bilaterales poner el grito al cielo. Esa inepta
diplomacia internacional, se dispondrá a establecer fuerzas
multilaterales para “combatir el terrorismo”, ese terrorismo oficial que
después de tres meses no han podido identificar, atender, ni reconocer.
No
será extraño que misiones internacionales lleguen a diagnosticar “la
gravedad de Honduras”. Pero solamente se hará para justificar la
intervención contra un pueblo que ha venido clamando justicia en los
últimos 9 años. La verdadera justicia y, no la de los jerarcas de los
organismos internacionales, ciegos, sordos y sin lengua para denunciar
la barbarie cometida en la actualidad.
La
constitución reconoce la sublevación popular cuando se le ha violado los
derechos más sensibles al soberano, cuando se le impone un gobierno no
elegido democrática mente. Esto ha sucedido desde algunos años atrás,
culminando con el proceso electoral de noviembre del 2017. Pero esa
representación diplomática que habita en zonas de lujo de su capital no
ha hecho más que felicitar al impostor. Seguramente serán ellos los
primeros en quejarse, después, por no lograr ir a los restaurantes de
lujo y pasearse por los centros turísticos que mantiene la élite
económica local. Exigirá brigadas multilaterales para que lleguen a
devolver su lujosa tranquilidad.
Habrá
que aclarar a esa diplomacia que sabemos que no representa a sus
pueblos que ahora se solidarizan con la causa del pueblo hondureño. Así
que sus incomodidades no importará un comino.
Lógicamente, habrá
excepciones, las cuales se distinguen fácilmente.
Honduras ha llegado a confirmar esa verdad que ha sonado por toda América Latina, que “solamente el pueblo salva al pueblo”.
https://criterio.hn/2018/02/11/pueblo-salva-al-pueblo/
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