martes, 6 de febrero de 2018

Honduras: Dictadura Cachureca en curso // De redes prohibidas y abusos despóticos...

Por Alex Palencia
En 1829 Morazán compró en Guatemala la primera  imprenta que tuviera Honduras, se montó en Comayagua y en ella se imprimió el primer periódico del país  "La Gaceta"; para tener una idea del atraso en que se encuentraba Honduras, Guatemala había instalado su primera imprenta en 1660 y para 1829 la ciudad de Chiapas tenía 16 imprentas.
               Siendo presidente de la federación de Centroamérica, Morazán en 1832  modificó la constitución de la República de 1824 decretando el matrimonio civil y el divorcio, la libertad de culto y de imprenta (libertad de expresión). Los enemigos del proyecto revolucionario de  Morazán utilizaron la imprenta que él había  traído para desprestigiar  su gobierno así como para calumniarlo  y difamarlo; aún así  jamás a Morazán se le ocurrió censurarla y mucho menos clausurarla, dando muestras de tolerancia y espíritu democrático.
         

Los conservadores, encabezados en nuestro país por  Francisco Ferrera, impuso después de la salida de Morazán de nuevo las leyes coloniales, enajenando la constitución hondureña de 1824 en perjuicio de las libertades logradas por el gobierno federal. Tiempo después con las reformas liberales de Marco Aurelio Soto en 1876 se logró devolver las garantías ciudadanas al hondureño, hasta que llegó Manuel Bonilla fundador del Partido Nacional y abolió los derechos ciudadanos y conquistas sociales logradas con la reforma liberal.

En el año 1933,  la dictadura de Tiburcio Carías Andino nos lleva de nuevo a la barbarie, en 1935 cierra varios periódicos, impone la pena de muerte, la cual solo era aplicada a sus adversarios políticos, en 1936 hace una nueva constitución a su medida, retrotrayendo  leyes de la constitución de 1924 todo solo para reelegirse como presidente, ya que la constitución vigente ese tiempo se lo prohibia (cualquier similitud con personaje alguno es mera coincidencia), prohibe el voto a la mujer y otras restricciones a las libertades individuales, creando una dictadura conocidas por su salvajismo e irracionalidad, imponiendo como modo de vida "el encierro, destierro y entierro" por 16 tormentosos años.

En fin; por su pasado histórico, no es de extrañar que ahora otro taimado cachureco Marcos Bertilio Paz Sabillon, haciendo uso de un razonamiento tirado de los pelos, sobre apología del odio, discriminación, difamación y otros menesteres, pretendiendo en pleno siglo de derechos humanos, y con el apoyo de este espurio Congreso Nacional a través de un decreto de ley  censurar y controlar  las redes sociales en la internet.

Esa ha sido históricamente la práctica y actuar perverso de los cachurecos: siempre se han distinguido por restringir y violar derechos naturales ciudadanos, pues ellos nunca han comulgado con la libertad, al contrario se han identificado con actos inquisidores de injusticia, y la paz de los cementerios ha sido su sueño como proyecto de vida para todos los hondureños. En su ADN traen atornillado el gen inquisidor, son taimados por naturaleza; eso quiere decir que usan, la mentira, el artilugio, el artificio y el engaño como mecanismo para lograr sus oscuros y siniestros objetivos.

No sé es democrático porque se dice serlo, se es democrático, porque nuestros actos y hechos lo demuestran, respetando los derechos inalienables del ser humano y la soberanía del pueblo que pasan por: la libertad de culto o religión, de asociación política, y libertad de expresar sus opiniones sin ser hostigados. "Se reconoce a la libertad de expresión en la internet como un derecho inalienable"' según el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Resolución de Julio del 2012, los cachurecos eternos violadores de garantías humanas, se les hace imposible entender que es realmente un Estado de Derecho Republicano, donde el bienestar de la persona humana pasa por su inojetable derecho ha manifestar sus opiniones y ser respetado por ellas.

Siguiendo esa lógica sórdida de pensamiento al estilo descarnado de los cachurecos; a través del taimado de Bertilio Sabillon en realidad lo que buscan es detener un proceso en marcha: la denuncia permanente de una institución política corrupta y genocida como es la del partido Nacional, jefeada por una banda de maleantes y delicuentes que amparados en una institucionalidad enajenada y viciada; hacen y deshacen a vista y paciencia de un pueblo indefenso, que ya cansado de soportar tanta ignominia se dispone a la insurrección amparado en un derecho constitucional. Los hijos de Morazán fieles guerreros de los derechos humanos y las libertades individuales, gritamos sin miedo aunque ven ello se nos vaya la vida.

¡Viva la patria y la libertad!


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        De redes prohibidas  y abusos despóticos...

Febrero 6,2018
Galel Cárdenas

Parece ser un hecho que la locura, obsesión y tiranía del régimen cada vez más se hunde en un abismo sin fondo.

La locura del poder omnímodo, la obsesión del dinero fácil y saqueador de las arcas nacionales y la tiranía de la persecución, la tortura y el asesinato de la fuerza armada, constituyen el carácter primordial  del gobierno nacionalista.

Los hondureños experimentamos un régimen dirigido por un presidente enfermo, desquiciado y compulsivo.

Ha emitido leyes tan absurdas y ridículas que sólo la camarilla que lo acompaña por el dinero que la compra y la corrompe puede aplaudir tanta grosería, tanta insolencia, tanta desfachatez.
Solo el dinero que todo lo pudre puede justificar la perversión, el desenfreno y la maledicencia.  

Y en tal línea de hechos punitivos se van sumando cada vez más, desafueros, arbitrariedades e iniquidades.

Parece que al Cardenal el signo del dinero del peculio y la riqueza le ha sorbido el pensamiento, pues en sus homilías que ya no son cristianas condena a la oposición por realizar misas campales propias del pueblo en rebeldía y mientras él, reunido con los altos jerarcas de la masacre que se comete cada día, califica de diablos, demonios y lucíferos a quienes le piden a la Virgen de Suyapa les haga el milagro de castigar a los asesinos del pueblo.

Los medios tarifados por su parte no desperdician el tiempo  comprado con monedas llenas de sangre, en acusar, demeritar, desprestigiar y  denigrar a Manuel Zelaya Rosales, el héroe popular que campea por el territorio nacional como un Morazán espada en mano desfaciendo los entuertos de la opresión y la injusticia.

Las fuerzas armadas por su parte, financiadas a manos llenas por el dictador que las usa como disuasorias, van cometiendo asesinados, torturas, persecuciones, activando al tiempo los escuadrones de la muerte.

El imperio, por su parte, va acompañando todo el desastre financiero, el descalabro moral, la  represión desmedida, y hasta el asesinado impune que se practica desde la presidencia misma.
Y ahora en el colmo del ridículo, ante el papel de la libre emisión del pensamiento que le queda al pueblo hondureño, crítico e inconforme  con la dictadura atroz que nos aplasta, va a aprobar una ley contra las redes sociales que expresan su repudio al dictador de marras que ha asumido el poder de manera ilegítima, ilegal e inmoral.


Esta ley espuria es un atentado contra la libertad de pensamiento, que es el derecho más sagrado que existe en el planeta tierra, porque nos pueden asesinar, encarcelar, torturar y siempre seguirá el pueblo combatiendo con lo único que le queda en su mente, en su conciencia, en su intimidad.

Es por decirlo así el desahogo crítico, combativo, beligerante, patriótico, ante la cárcel en que se ha convertido Honduras, una cárcel para los sentimientos patrióticos, una cárcel para el pensamiento, una cárcel para la intimidad, una cárcel para la mente, una cárcel para la imaginación, una cárcel para la quimera, en fin, la ergástula para la utopía.

Vivimos en la república del despotismo, la tiranía, el absolutismo, la infamia, la autocracia.

Juan Orlando Hernández por fin ha hecho  realidad su sueño de emular a su mentor Tiburcio Carías Andino, el dictador de los diez y seis años que proclamó como agenda de su gobierno, el destierro, el encierro y el entierro.


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