Op-Ed: Mientras la autoridad electoral de Honduras legitimó desesperadamente este domingo 17 de diciembre el fraude de las presidenciales de noviembre, la OEA llama ahora a repetir el sufragio.
POR PATRICIO ZAMORANO/ LaOpinión.com
El
problema de Honduras no son solo los hechos gravísimos de estas semanas y
de esta década. El problema dramático real de Honduras es el terrible
vacío comunicacional en que ha caído frente al resto del planeta.
El
país de más muertes violentas por 100 mil habitantes del mundo; gran
centro de tráfico de drogas en las narices de una de las bases militares
estadounidenses más grandes de Centroamérica; el único país que ha
sufrido en el nuevo siglo un golpe de Estado exitoso al más estilo
tradicional de los setenta; y el que ha sido golpeado por fraude
electoral sistemático en las últimas dos elecciones, parecer ahogarse en
la indiferencia casi total de la comunidad internacional.
Pareciera
que el país está a la deriva total, sin ningún gesto concreto de
reforma institucional realmente constructiva impulsada por su padrino
forzado, los Estados Unidos.
La OEA admite la existencia de irregularidades electorales
Honduras
tiene la palabra “escándalo” en cada rincón de su golpeada
institucionalidad. En una cadena de hechos que comería cientos de
páginas, todo comienza con las recientes elecciones, donde organismos
como la OEA han enumerado una enorme cantidad de irregularidades en el
conteo electoral. Primero, el candidato Salvador Nasralla iba ganando
por 5 puntos, para luego, tras cortes sorpresivos del sistema
computacional y del conteo electoral, aparece el presidente de facto
Juan Orlando Hernández ganando por 40 mil votos. El caso de Hernández
raya en lo cómico: tras el enorme escándalo en que su presidencia ha
caído, apareció tras las cámaras anunciando su triunfo y destacando lo
“impecable” del proceso. La verdad, impresionante.
Es común
escuchar de actores relevantes de la política hondureña sobre cómo dan
por hecho que se manipularon directamente las actas electorales en la
anterior elección, sufragio que (si todas estas denuncias son ciertas)
fue efectivamente ganado por Xiomara Castro. Lo dicen así, casual y
abiertamente, por supuesto, sin una base legal concreta. Son
conversaciones de pasillo. Pero ahora en la reciente elección los
rumores volvieron con más fuerza hasta convertirse en hechos concretos
que incluso la OEA no pudo ignorar. Esta vez, se procedió a un modus
operandi similar, a vista y paciencia de la nutrida presencia de
observaciones electorales.
Atraso crónico del conteo, corte sorpresivo
del sistema computacional, resultados opuestos a los que el conteo
parcial venía mostrando. El mismo escenario: miles de actas electorales
sospechosas que tanto en 2013 como ahora en 2017 el Tribunal Supremo
Electoral (TSE) se niega nuevamente a corroborar. Por ejemplo, más de 5
mil actas que la OEA denuncia no fueron transmitidas por el TSE la noche
de las elecciones. Hecho grave imposible de ocultar.
En la
noche de este domingo 17 de diciembre, el TSE se apresuró de forma
desesperada a ratificar los resultados viciados que dan como ganador a
Juan Orlando Hernández, pese a un tweet de alerta enviado por Luis
Almagro pocos minutos antes. Seguramente sabía lo que Hernández
intentaba: “Falta de certeza me lleva a solicitar no se hagan
pronunciamientos irresponsables hasta informes definitivos de la MOE de
OEA en Honduras”, expresó el secretario general. El gobierno de
Hernández ignoró la presión. Posteriormente, ya con el fraude
consolidado tras el anuncio del TSE, Almagro pidió derechamente repetir
la elección. “Secretaria General de la @OEA_oficial propone nuevas
elecciones para garantizar paz y concordia en #Honduras ante
imposibilidad de dar certeza a resultado electoral”. Se anuncia también
que el candidato Salvador Nasralla acude a Washington a reunirse con la
OEA, el Departamento de Estado y organizaciones de derechos humanos, con
las pruebas técnicas del fraude electoral.
Honduras y Venezuela: criterio disímil
El caso
de la OEA es sui generis. Potenciada la energía personal de su
secretario general Luis Almagro con su campaña específica contra el
gobierno de Venezuela, en el caso del escándalo concreto de Honduras,
Almagro permaneció en silencio hasta el 6 de diciembre, cuando en un
comunicado tuvo que formalizar las denuncias de irregularidades
electorales y abrió la posibilidad de exigir nuevas elecciones. Frente a
lo absurdo y evidente del fraude electoral, en un hecho histórico, la
Misión de Observación Electoral (MOE) de la OEA había reconocido días
antes que tras el conteo fraudulento, no podía ratificar ganadores. Pero
estas palabras han tenido poco eco a nivel comunicacional continental.
La OEA
debiera ejercer con una extraordinaria fuerza toda la presión de la que
es capaz, y de la que ha dado grandes demostraciones en la campaña
personalísima de Almagro contra el gobierno de Venezuela. Pero el fraude
en Honduras es tan escandaloso, que Almagro no tendría absolutamente
ningún problema de legitimidad moral si quisiera ejercer tan solo una
parte de la energía que desplegó contra la Presidencia de Venezuela.
Lo mismo
con las agencias de cooperación internacional. Es su obligación moral y
profesional ejercer toda la presión de la que son capaces, considerando
todo el dinero que envían a Honduras, para que la elección fraudulenta
de noviembre se anule y convocar a nuevas elecciones, esta vez con
control férreo del proceso para evitar un nuevo fraude. No importa quién
sea el ganador en Honduras, el candidato de izquierda o de derecha.
Pero se debe respetar de forma sagrada la voluntad de los electores.
La corrupción, frente a frente
Basta con
escarbar mínimamente en la clase política e institucional de Honduras
(una conversación informal de sobremesa, una cena de trabajo, una
entrevista académica), y el olor ácido de la corrupción emana
inmediatamente. Todo se sabe, todos lo saben.
La información es tan
concreta, tan abiertamente obvia, que el observador internacional siente
un gusto extraño en el paladar pensando en que los funcionarios de la
Embajada de Estados Unidos, los funcionarios de la OEA, los expertos de
las agencias de cooperación internacional, acceden diariamente a las
mismas conversaciones, a las mismas revelaciones escandalosas. ¿Por qué
la inacción?
Algunas
pistas. Meses antes, entrevistando al ex presidente derrocado, Manuel
Zelaya, le preguntaba: “Todos analizamos las causas del golpe contra su
gobierno, pero ¿por qué cree usted mismo, Presidente, que lo
derrocaron?”.
Zalaya me
respondió con firmeza, rápidamente. “Por Cuba y por Venezuela”, me
señaló. Se refería a que no lo sacaron a la fuerza del cargo elegido por
las urnas debido el tema de la Asamblea Constituyente que él impulsaba,
o la lucha por reformar la Constitución y permitir la reelección
presidencial. Esa es la versión oficial de quienes propiciaron el golpe.
Zelaya da en el clavo cuando señala que la clase política y financiera
hondureña, intacta en el poder por ya un par de siglos, nunca permitirá
que un gobierno reformista (de izquierda o de derecha, pero
principalmente progresista según los últimos hechos), sobreviva en
Honduras. Mucho menos inspirado por el bolivarianismo chavista o
castrista, al que identifican como el enemigo del modelo socio-político y
económico que garantiza su situación de privilegios. La estructura
política de Honduras, enquistada en el poder empresarial del país, es un
constructo rígido que nunca ha sido reformado por una revolución
popular, guerra civil o proceso de independencia y reformismo colonial
como en el resto de las Américas. En ese sentido, la estructura social
de Honduras vive cercana a un neofeudalismo que se niega a democratizar
el acceso al poder, y que se opone rabiosamente a la integración de
nuevos grupos sociales y políticos.
Tiene
razón Zelaya (que proviene del área latifundista de Honduras, por tanto,
era hombre de la elite tradicional, para gran sorpresa de su ex
sector), pues a pocos años de derrocarlo, la propia derecha del Partido
Nacional y de Juan Orlando Hernández procedió, nuevamente a vista y
paciencia de la OEA, de EEUU y de la comunidad de ayuda internacional, a
autorizar su propia reelección a través de una Corte Suprema nombrada a
dedo por el propio presidente Hernández.
Sin
reforma constitucional. Sin plebiscito. Sin golpe de Estado. Sin
escándalo mundial. La verdad, un hecho difícil de comprender. Silencio
de la comunidad internacional.
Todos los
organismos y actores nacionales e internacionales que condenaron la
consulta plebiscitaria de Zelaya para preguntar al pueblo hondureño
sobre reformar a la Constitución y permitir la reelección en 2009,
mantuvieron un férreo silencio cuando el propio presidente Hernández
hizo lo mismo en 2015. No hubo condena desde la OEA, no hubo amenazas de
aplicar la Carta Democrática, ni amenazas de suspensión del Consejo
Permanente. EEUU no castigó a los miembros de la presidencia de Honduras
con sanciones económicas ni suspendió las visas de viaje. Ningún efecto
notorio.
Un hecho irregular de muchos
No es
primera vez que la golpeada Constitución de Honduras es mancillada sin
tapujos, de acuerdo a la voluntad de la elite en el poder. El país
ejerce un enorme escándalo institucional cada año, autorizando antes al
golpista Roberto Micheletti a ser precandidato presidencial, pese a
estar clara y literalmente inhabilitado (los presidentes del Congreso no
podían ser presidenciables). Pero la Sala Constitucional de la Corte
Suprema simplemente desconoció a la misma Constitución, y lo autorizó.
Reforma a dedo por decreto.
Hay
hechos de esta década pasada que rayan en el absurdo. La misma Sala
Constitucional impidió en 2008 que el vicepresidente Elvin Santos
pudiera ser precandidato presidencial, por considerarlo inhabilitado
debido a que ejerció la presidencia transitoriamente cuando Manuel
Zelaya salía del país. En la campaña de primarias, Santos encontró una
solución delirante. Nombró a Mauricio Villeda como su
candidato-representante, divulgando a través de los medios de
comunicación que la gente votara por Villeda, pues eso implicaba que
estaban votando por él, dentro de la competencia en el Partido Liberal.
Si ganaba Villeda, entonces él sería el candidato. Sorprendente.
EEUU: mil millones de dólares, al vacío
El tema
de EEUU es capítulo aparte. El país del norte ha gastado en Honduras la
impresionante suma de 1.213 millones de dólares desde 2005 a 2016
(fuente, USAID). Estados Unidos tiene en ese territorio una de las bases
militares más grandes de Centro América, Palmerola, la misma donde se
detuvo el avión que se usó para expulsar a Zelaya del país en el Golpe
de Estado de 2009. Los fondos de EEUU del área de la seguridad llegan de
forma generosa a las fuerzas armadas y a la policía. Y pese a todo este
marco de ayuda internacional, Honduras está hundido, ironías de su
nombre, en una situación crítica de seguridad con un claro componente de
crisis humanitaria. Miles de hondureños son asesinados cada año (60 a
88 asesinatos por 100 mil habitantes, según las fuentes, una de las
tasas más altas del planeta). La mafia de las drogas se confunde con el
Estado y las instituciones de forma más profunda que en México. La
policía es temida incluso por los propios fiscales y ministros, y las
pandillas aterrorizan a la población en cada rincón del país. He sido
testigo de cómo abogados funcionarios del Poder Judicial no se
identifican frente a los agentes de seguridad en las calles para no caer
víctimas de posibles emboscadas filtradas por los propios policías.
Es decir,
en un hecho que no tiene explicación, la inyección de recursos de EEUU a
la policía y a las fuerzas armadas de Honduras, las mismas que
derrocaron a Zelaya, no está condicionada a resultados. Las mafias de
las drogas, las pandillas y los asesinatos continúan sin tapujos, sin
que los cientos de millones de dólares gastados tengan efecto alguno. Y
con base militar estadounidense a pocos kilómetros de la capital del
país. Otro escándalo que parecer no permear los pasillos en Washington
DC.
Una pobreza dolorosa
La
población de Honduras es tan crónicamente pobre, que el viajero puede
encontrar adultos en estado grave de desnutrición, como vi personalmente
en la Montaña de la Flor, donde sobreviven vestigios de tribus
indígenas. En esa zona, hasta la policía come una vez al día, y la
población pasa a veces más de una jornada sin alimentos. Según el Banco
Mundial, un 66% de los hondureños vive en la pobreza. Una mancha social
enorme para todas las Américas. Una vergüenza para la elite financiera
hondureña.
Todo este
espectro de realidades sociales es producto de una realidad política
dañina y tóxica contra la población hondureña, realidad que emana de la
propia clase política en el poder, apoyada, a veces simplemente por
inacción, por EEUU, la OEA y la cooperación internacional. Pareciera que
el experimento de izquierda de Zelaya radicalizó enormemente a estos
tres estamentos, y han decidido simplemente mirar hacia el costado
frente al reciente fraude electoral, con tal de mantener el status quo
más conservador. Ya van varios ex presidentes de Centro América con
procesos judiciales por corrupción flagrante luchando por escapar de la
cárcel. Según demuestran las irregularidades electorales denunciadas por
el informe de la MOE de la OEA, Hernández ha ganado de forma viciada
algunos años de protección en el poder, pero si los rumores de las
conversaciones de sobremesa en Tegucigalpa o San Pedro Sula son ciertos,
los días de impunidad están contados. Eso, en un escenario donde una
posición ética y legítimamente moral de la comunidad internacional así
lo decida.
https://criterio.hn/2017/12/19/grito-silencioso-honduras/
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