Jueves, 10 Agosto 2017
La mayor ausencia en nuestros barrios y comunidades son espacios e instituciones promotoras de arte y cultura. Sí, esos espacios que nos hacen salir de nuestros encierros y rutinas, que nos hacen reír y salir del estado de ansiedad y miedo, y nos compromete con la vida y la naturaleza.
Dicha ausencia no es casualidad. El gobierno y la élite mediática no sienten más que deprecio por nuestros artistas y la cultura. Para ellos un artista goza de su apoyo cuando su voz y creatividad se pone al servicio de sus intereses. Cuando el artista gana cierto grado de reconocimiento su voz se incluye en campañas publicitarias. Pero basta con que un artista componga una pieza que cuestione la administración pública o la brutal concentración de riqueza en pocas manos, para que su voz desaparezca para siempre de las corporaciones mediáticas.
Pero hay otras maneras de matar el arte. Los más y menos expertos afirman que el arte y la cultura son la mejor medicina ante el miedo y la depresión colectiva; sin embargo, el gobierno hace todo lo contrario. Para muestra un botón: a la Dirección de Artes y deportes en el 2017, el gobierno le asignó un presupuesto de 163,428,977 Lempiras; en cambio a las secretarías de defensa y de seguridad le asignó casi 14 mil millones de Lempiras (13,974,095,259). Ojo, esto no incluye los fondos de la Tasa de Seguridad.
El desprecio por el arte y la cultura se expresa en la obra y vida de Guillermo Anderson. Ya pasó un año de su partida, y a pesar de que su voz y su música acompañó varias campañas promovidas por los grupos de poder, su obra, su música y su amor por Honduras está ausente de la programación de los medios corporativos.
Muchos países en el mundo escucharon al poeta español Gabriel Celaya, cuando afirmó que “la poesía es un arma cargada de futuro”. Y apostaron por el arte y la cultura, y hoy están cerrando cárceles y convirtiéndolos en centros promotores de cultura y de vida. No hay duda que mucho de eso necesitamos en Honduras.
Necesitamos recuperar su obra, recuperar al Guillermo Anderson pueblo. Ese que recorrió el país y le arrancó sonrisas, ese Guillermo de la Ronda, que hace jugar y bailar a nuestros niños y niñas. Necesitamos inundar nuestros barrios con casas culturales, con escuelas de música, de teatro, de librerías para que todos nuestros niños y jóvenes puedan darse un chapuzón de arte y cultura.
Y siguiendo la sabiduría del poeta Gabriel Celaya, afirmamos que no queremos “la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden”. Necesitamos: “Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto, para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica”. Si esto paso, otra Honduras brillará.
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