Aram Aharonian
ALAI AMLATINA, 24/07/2017.-
Estados Unidos (al menos su gobierno) huele el final del chavismo y ha
lanzado la Hora Cero, muy de película gringa. Ya no confía en los
mandaderos locales: ha asumido la responsabilidad de la ofensiva de
manera pública y ahora los gobiernos subordinados servirán sólo de
amplificadores de las decisiones de Washington. La situación cambia: ya
el gobierno no se enfrenta solo a la oposición venezolana: Trump se
apuntó y quiere comandar la pelea.
El
objetivo inmediato para el chavismo es llegar al 30, legitimar la
Asamblea Nacional Constituyente con un alto porcentaje de participación
-lo contrario agravaría el escenario-, evitar que se abran escenarios de
destrozos masivos en las ciudades, ataques militares opositores, que la
sociedad caiga en el enfrentamiento buscado por parte de la derecha. Se
trata de un escenario complejo, donde es necesario inteligencia, unidad
y organización del chavismo.
Ya
no fue el jefe del Comando Sur o un senador o diputado zafado. El mismo
presidente Donald Trump fue quien amenazó públicamente con sanciones
–económicas y otras- si el gobierno constitucional venezolano avanza con
la elección de constituyentes el domingo 30 de julio. El circo se fue
armando y el secretario general de la OEA, Luis Almagro, no tuvo ningún
reparo (y menos moral) de ir al Senado estadounidense para exponer sobre
“la crisis en Venezuela”.
Y
trazaron en Washington la hoja de ruta en un entramado internacional
que engloba desde el Departamento de Estado hasta la Exxon Mobil: en lo
político-institucional, en la violencia, en lo económico, en lo
comunicacional.
En
lo político, lo previsto es la instalación del gobierno paralelo (un
gobierno en el exilio, pero dentro del país), con nuevos magistrados del
Tribunal Supremo de Justicia y el anuncio de la elección de un
“presidente” del “gobierno de unidad”, puesto para el cual la gente de
Washington confía en Leopoldo López. Seguramente Washington, una vez
“instalado” éste, desconozca al gobierno constitucional de Maduro,
apoyando económica, militar y diplomáticamente al gobierno bizarro de la
oposición.
En
la violencia, cabe esperar nuevas formas, tras las ya practicadas como
cortar el acceso a zonas urbanas, atacar con grupos de choque y
paramilitares las zonas populares, asediar e incendiar instituciones
pública (incluyendo hospitales, canales de televisión, centros
eléctricos), incendiar personas (con la excusa que pueden ser
chavistas). Ahora surge el uso de armas largas, morteros y ataques
contra fuerzas de seguridad (esperando la reacción).
En
lo comunicacional las órdenes son las de invisibilizar, desconocer, la
existencia del chavismo. Internacionalmente, EEUU asumió públicamente la
responsabilidad y los gobiernos sumisos deberán cumplirle. En lo
económico el objetivo es apretar más la asfixia, bloqueando las líneas
de importación de comida destinada a los Comités Locales de
Abastecimiento y Producción, la quema de depósitos y camiones.
El circo no funciona tan bien
Hasta
ahora el circo no funcionó tan bien como esperaban. La cumbre de
presidentes del Mercosur en la ciudad argentina de Mendoza no logró
sacar una declaración fuerte ni expulsar a Venezuela del organismo
regional: la triple alianza argentino-brasileño-paraguaya sufrió otra
postergación de sus planes. Esta semana puede ser definitiva y no se
debe excluir la posibilidad de una expulsión desde la presidencia pro
tempore brasileña en aplicación del Protocolo de Ushuaia.
Era técnica y políticamente imposible emitir una sanción, pero en Mendoza prepararon el paso que sustentará el procedimiento.
En
lo comunicacional, han impuesto un imaginario colectivo contrario al
gobierno. La matriz mediática legitima toda la violencia desplegada por
la oposición, la presenta como justa, épica y necesaria (hasta la del
centenar de muertos).
Nadie
sabe cómo justificar los supuestos 7.676.894 votos del “plebiscito”
realizado el domingo 16 por la oposición. Ellos mismos quemaron las
urnas antes del recuento. Pero el terrorismo mediático internacional
logró invisibilizar el simulacro de la votación para constituyentes,
organizado por el Consejo Nacional Electoral, que llevó mucha gente, que
hasta sorprendió a los dirigentes del PSUV.
Tras
100 días de iniciado el ciclo de violencia insurreccional, la oposición
ha sumado algunos actores que estuvieron en el chavismo, pero no ha
logrado el apoyo de la Fuerza Armada Nacional (ni por goteo). Tampoco el
de los sectores populares. Ni la composición de clase ni la cantidad de
participantes en las protestas ha cambiado, tampoco la creciente
violencia (incentivada hasta por el Episcopado), ni su dirigencia
elitista, ni la carencia de un proyecto político, más allá de salir de
Chávez primero, de Maduro ahora…
Un gobierno en el exilio, pero en Caracas
El
dirigente opositor Freddy Guevara habló de un levantamiento total, que a
juzgar por los manuales de la Guerra No Convencional del Pentágono,
augura escenarios tipo Libia o Siria. Es decir, estaríamos en el inicio
del estallido de una guerra fratricida entre venezolanos, con
intervención de potencias extranjeras, mercenarios y grupos
paramilitares, dice Carlos Fazio.
El
presidente boliviano Evo Morales, en la cumbre del Mercosur en Mendoza,
les señaló a sus pares: “Las intervenciones en Libia, Irak y otros
países son para apropiarse de recursos naturales. Detrás de la
intervención en Venezuela está el petróleo”.
No
sorprendente el impúdico cabildeo intervencionista a favor de un
“cambio de régimen” de dos actores con intereses geopolíticos diversos:
la petrolera ExxonMobil, de la que fue su histórico GEO el actual
secretario de Estado Rex Tillerson y que ha invertido cuantiosos
recursos para derrocar el gobierno, y la jerarquía de la Iglesia
católica venezolana.
La
ExxonMobil ha financiando entre otros la campaña del presidente Trump y
a senadores estadunidenses Marco Rubio, Ed Royce, Ileana Ros y Bob
Menéndez para que apliquen un paquete de sanciones económicas contra
Venezuela y brinden apoyo a los “luchadores de la libertad” que han
desatado la violencia terrorista en el país.
La
trasnacional petrolera está más que preocupada por la disminución de su
influencia en la región, y en Venezuela en particular, debido a los
acuerdos de cooperación energética y política de PDVSA con Rusia y
China, que son presentados en Washington como un problema de “seguridad
nacional” de EEUU, intentando acelerar la intervención del Pentágono.
Lo
de Venezuela es un golpe de Estado continuado –quizá desde el 2002-
pero que en los últimos cien días ha sumido al país en una violencia
caótica y desestabilizadora de nuevo tipo, que utiliza como forma de
lucha política una metodología terrorista. Es decir, el uso ilegal,
premeditado, calculado y sistemático de una violencia indiscriminada y
letal contra población civil, para provocar miedo y un terror
paralizante en la sociedad.
Es
un terrorismo que mediante campañas de saturación mediática se encubre
bajo una apariencia de movilización pacífica (incluyendo linchamientos,
incendiar gente, destruir toneladas de alimentos, incendiar centros de
salud y guarderías). Desde 2014 la prensa hegemónica, convertida en
terrorismo mediático y con camarógrafos, fotógrafos y guionistas
actuando como unidad de combate, ha logrado ganar la guerra simbólica
internacional. Es la posverdad, la mentira convertida en verdad
universal.
Las sanciones
El
gobierno de Barack Obama ya había tomado medidas, pero todas dirigidas
contra altos funcionarios y mandos militares, no contra el Estado o la
economía venezolana en su conjunto.
El
9 de marzo de 2015, suspendió las visas y congeló los activos en
territorio estadounidense de los directores de inteligencia Gustavo
Enrique González y Manuel Bernal; del ex director de la Policía Nacional
Manuel Pérez Urdaneta; de los ex comandantes de la Guardia Nacional
Antonio Benavides y Justo Noguera; del inspector general de la Fuerza
Armada Miguel Vivas Landino; y de la fiscal Katherine Haringhton.
Este
tipo de sanciones continuaron con Trump: en febrero le tocó al
vicepresidente Tareck El Aissami, en mayo a ocho magistrados del
Tribunal Supremo de Justicia, incluido su presidente, Maikel Moreno.
Las
nuevas medidas amenazadas podrían ser más sanciones individuales a
altas figuras del régimen, entre las que se menciona a Diosdado
Cabello (vicepresidente del partido de gobierno) y a Vladimir Padrino
(ministro de Defensa), como congelamiento de activos y prohibición de
entrar a Estados Unidos, además de eventuales sanciones económicas a
PDVSA como empresa.
La
posibilidad en mente de varios dirigentes de la oposición es la
suspensión de las importaciones de petróleo venezolano, principal fuente
de divisas del país: sin ellas no podría importar todos los bienes de
consumo básico que necesita, de los cuales produce apenas un tercio
ni pagar sus elevados compromisos financieros internacionales.
Pero
hete aquí que EEUU es su principal mercado, lo que vuelve muy
vulnerable a PDVSA, porque no le sería nada fácil encontrar otro
comprador. Una sanción de peso sería impedirle participar de nuevos
contratos con el gobierno federal a través de su subsidiaria, CITGO.
Los
dirigentes opositores sueñan con que Trump bloquee todas las
importaciones de crudo provenientes de Venezuela. Puede hacerlo sin
pasar por el Congreso, amparado por la Ley de Poderes Económicos de
Emergencia Internacional (IEEPA, por su sigla en inglés), en caso de que
haya una amenaza externa a la seguridad de EEUU (en este caso el
gobierno venezolano).
Pero
esto también tendría un costo para la economía estadounidense, ya que
Venezuela es el tercer proveedor de crudo. Además, las exportaciones de
derivados de petróleo estadounidense a Venezuela han crecido
sustancialmente en los últimos años. En las últimas semanas varias
refinadoras que procesan crudo venezolano han hecho lobby con la
administración Trump para evitar que eso ocurra.
La
medida podría hacer que los efectos los padezcan los estadounidenses,
que acuse en incremento en el costo del combustible y la energía en
general para consumo doméstico.
Más
allá de que el impredecible Trump enfrenta en este momento varias
crisis domésticas por las revelaciones sobre la relación de Rusia con su
campaña presidencial y la imposibilidad de pasar en el Congreso la
derogación del Obamacare, lo que lo podría hacer más proclive a una
medida extrema contra Venezuela con el fin de “cambiar la narrativa”,
por lo menos por unos días.
Los
analistas internacionales señalan que las consecuencias para Venezuela
de las sanciones a la industria petrolera serían severas y el país
quedaría muy expuesto porque, incluso sin el castigo, ya se encuentra al
borde del default por la escasez de dólares. Sus reservas están en el
nivel más bajo de los últimos 15 años: menos de 10.000 millones de
dólares. Y por sus dificultades de flujo de caja ya tiene una moratoria
sobre el pago de sus deudas a China.
Mientras,
el gobierno venezolano continuó pagando religiosamente a los tenedores
de bonos de Wall Street, recortando gastos en importaciones y generando
mayor desabastecimiento”, señaló.
No
obstante, por más que se reduzca su margen de acción, no hay ninguna
garantía de que sea suficiente para obligar al chavismo a una salida
negociada. Un embargo petrolero aceleraría el inminente default de
Venezuela, pero aun así el gobierno podría mantenerse, concluyen los
analistas.
Colofón
-Cuidado:
Hay variado y alto descontento en los barrios populares, con mucho
cansancio por las faltas de respuestas a la situación económica, donde
la culpa no solo la tiene el imperialismo y la oligarquía. Allí hay
gente que hasta votó el plebiscito del domingo 16, pero la oposición no
ha logrado sumar adeptos dentro de estos sectores.
-Lo
cierto es que Venezuela se ahoga en el odio y que, de una u otra
manera, el fenómeno nos afecta a todos, señaló el exvicepresidente José
Vicente Rangel. “La mayor responsabilidad recae en el liderazgo de la
oposición por su obsesión de acabar con el chavismo, de negarse al
diálogo, de desatar la violencia irresponsablemente; pero también admito
que en el chavismo ha habido excesos, arrogancia y adopción de
equivocadas medidas políticas y económicas”, agregó.
-La
legitimación de la violencia política descansa en un sistema de
creencias que sirven para la configuración de la identidad del grupo que
lleva a cabo una supuesta gesta heroica libertadora, como en el
encuadre negativo del adversario, responsable de la situación y
deslegitimado hasta eliminar o neutralizar cualquier conflicto ético.
Convertido el adversario en un peligro para la sociedad, se lo proscribe
e incluye en categorías socialmente condenables -asesinos, ladrones,
paramilitares- que demandan medidas defensivas especiales, justifican su
asesinato, exterminio y tortura aun después de muerto”, señala la
socióloga Maryclén Stelling.
-Para
no confundirse con las cifras, hay que tener en cuenta que las
elecciones presidenciales el abstencionismo suele superar el 20% y que,
el chavismo solía sumar alrededor del 60% de los votos.
-Lo
de la Constituyente debe ser algo muy bueno, señala el cronista popular
Melquíadez Iguarán, si tanto les molesta a Trump, a la OEA, a la Triple
Alianza mercosureña, a la Exxon, a los medios hegemónico-terroristas,
a…
Aram Aharonian
es periodista, comunicólogo, magister en Integración, codirector del
Observatorio en Comunicación y Democracia y del Centro Latinoamericano
de Análisis Estratégico (CLAE), presidente de la Fundación para la
Integración Latinoamericana (FILA)
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