Honduras se encuentra en un círculo vicioso de bajo crecimiento que no ayuda a resolver los graves problemas de desempleo y pobreza que su población atraviesa. El crecimiento promedio de los últimos siete años ha sido alrededor de 3.5 por ciento, con un crecimiento de la población de un 2 por ciento, lo que se traduce en un crecimiento raquítico del 1.6 por ciento.
Ese bajísimo crecimiento en materia económica hace que más del 50 por ciento de la población económicamente activa está prácticamente fuera del mercado laboral, no tiene empleo, eso es caldo de cultivo para la violencia, para la migración, es caldo de cultivo para que Honduras no pueda construir mejores condiciones para el futuro.
La situación económica de nuestros días es muy precaria, y adicionalmente la concentración del poder político en la figura del presidente de la república, Juan Orlando Hernández, junto a todas sus arbitrariedades, la impunidad y el no respeto a la vida agudizan dicha realidad.
Proyecciones de organismo que monitorean la situación económica del país dan cuenta que el crecimiento será muy bajo en los próximos meses, que no va satisfacer las expectativas. Esto se sustenta en un modelo económico voraz, generador de desigualdades donde los escasos frutos económicos se concentran en muy pocas manos.
Frente a los problemas económicos la válvula de escape que ha tenido Honduras en las últimas décadas, ha sido el envío de remesas, ese sacrificio que hacen nuestros compatriotas para poder cubrir todas aquellas necesidades que el Estado es incapaz de satisfacer a sus familias. Esa fuente de ingreso también corre peligro con la aplicación de las políticas antinmigrantes del nuevo gobierno de Estados Unidos, lo que nos colocará nuevamente en otra crisis.
Ante todo este panorama lo único que está claro es que el actual gobierno no ha mostrado la capacidad ni voluntad de revertir la crisis económica, por el contrario, sus acciones están encaminadas a fortalecer a las élites económicas por encima de las mayorías, lo que reta a la población a reflexionar qué hacer frente a ello.
Como primer aporte para revertir la crisis financiera, desde distintos sectores de la sociedad se propone la construcción de un pacto fiscal para el desarrollo sostenible, que se enfoque en la justicia tributaria, la lucha contra la corrupción, el gasto eficaz y rendición de cuentas. Comprometernos en demandar este nuevo pacto es una tarea irrenunciable que tenemos que hacer como pueblo.
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