Tegucigalpa – Sor Valdette Willeman, es una religiosa brasileña de la orden Scalabriniana, es para los hondureños menos favorecidos una hermana solidaria que siempre está dispuesta a hacer algo por aquellos que se ven obligados a migrar y más por los que retornan forzadamente.
No
siempre su espíritu se muestra dulce, muchas veces la realidad que a
diario le hace convivir con el dolor de los hondureños que regresan a
tierra, en situaciones precarias, desesperanzados, con traumas, miedos y
sobre todo con un futuro incierto, le hace enseñar un carácter fuerte,
especialmente frente a quienes no terminan de entender el fenómeno
migratorio o ante aquellos que intentan ignorarlo.
Por
eso ella que sabe el fondo de lo que pasa con la migración
indocumentada en el Triángulo Norte de Centroamérica siempre habla sin
tapujos y muchas veces incomoda a quienes consideran que migrar es un
delito o una aventura caprichosa.
Sor
Valdette dirige el Centro de Atención al Migrante Retornado, CAMR,
ubicado en la terminal aérea Toncontín de Tegucigalpa, pero con oficinas
que se extienden a San Pedro Sula, en el norte de Honduras, a donde,
desde hace un par de años llegan los vuelos estadounidenses, al menos
tres veces por semana, cargados de hondureños a los que el sueño de
vivir con dignidad en las tierras del tío Sam se les convirtió en
dantesca pesadilla.
Sor
Valdette lleva más de una década en el país recibiendo cientos de
migrantes hondureños por la vía aérea y terrestre, dándoles palabras de
aliento y apoyándoles en la medida de lo posible.
Esta
defensora humanitaria formada académicamente en pedagogía y
orientación; monja desde los 20 años, inició su trabajo al servicio de
los migrantes del mundo en 1995 en la dirección de las Casas del
Migrante en Colombia; cinco años después, se trasladó a Quito, Ecuador
para servir a los colombianos refugiados en esa nación, en 2004, llega a
Honduras donde hasta hoy continúa su labor misionera sirviendo a los
migrantes desplazados, discapacitados, retornados, deportados.
Cada
día sor Valdette lo dedica a su obra benefactora y su trabajo
incansable le muestra cada vez más comprometida con los retornados
catrachos y con los migrantes a los que defiende en medio de un mundo
hostil que les ha vedado las oportunidades. Departamento 19
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